
LTE #74 - Los samuráis: el declive de la casta guerrera

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Bienvenido, fiel escucha, a un nuevo episodio de La Tribu Estoica. Volvemos con la serie de Píldoras de Historia y redondeamos la trilogía de artículos del National Geographic de Historia sobre el Japón feudal con este artículo sobre el declive de los samuráis. Permíteme que te lleve, de la mano del autor, al mundo en el que el camino de la espada, la vida y la muerte por el honor dejaba paso a un mundo más práctico. Curiosamente, la victoria de Ieyasu Tokugawa y el posterior período de paz, despojó a los samuráis de su antigua función guerrera, teniendo que mudar sus funciones. Nuestro Don Quijote se habría sentido como en casa en esa época, ¿no crees? Comenzamos.
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Bienvenido, fiel escucha, a un nuevo episodio de La tribu estoica.
Volvemos con la serie de píldoras de historia, y redondeamos la triología de artículos
del National Geographic de Historia sobre el Japón feudal con este artículo sobre
el declive de los samuráis.
Permíteme que te lleve de la mano del autor al mundo en el que el camino de la espada,
la vida y la muerte por el honor dejaba paso a un mundo más práctico.
Curiosamente, la victoria de Ieyasu Tokugawa y el posterior Período de Paz despojó a
los samuráis de su antigua función guerrera, teniendo que mudar sus funciones.
Nuestro Don Quijote se habría sentido como en casa en esa época, ¿no te parece?
Acompáñame hasta el final y comenzamos.
Los samuráis, la célebre estirpe de guerreros de Japón, nacieron en el Período Heinan,
que fue desde el 794 a 1185, cuando los jefes de clanes locales alcanzaron suficiente poder
como para mezclarse con la refinada nobleza residente en la capital.
Desde entonces, los bushi, como también se llamaban, marcaron la historia nipona con
sus excepcionales dotes para el combate, hasta convertirse en una figura emblemática
de la cultura japonesa.
A menudo el momento culminante de la historia de los samuráis se sitúa durante el shogunato
Tokugawa, también llamado la Era Edo, que fue de 1603 a 1868.
Se trata del periodo más estudiado de la historia de Japón, y es también el preferido
por novelistas, cineastas o autores de cómic para situar a sus personajes samuráis.
Sin embargo, lejos de ser una culminación, esa época supuso el fin de los samuráis,
al menos como la casta guerrera que fue durante los siglos anteriores.
Una vez asentado el régimen Tokugawa tras las conquistas del castillo de Osaka en 1615,
Japón se sumergió en un periodo de paz entre comillas, tan sólo alterado por contadas
revueltas campesinas.
La última insurrección importante fue la llamada Rebelión de Shimabara en 1637, originada
en un billorrio de la isla de Kyushu, en el sureste del archipiélago, que tuvo como
causa la excesiva presión fiscal y la persecución de los japoneses que se habían convertido
al cristianismo.
El líder de los levantiscos, Amakusa Shiro, ejemplifica a la perfección las paradojas
de esta nueva época.
Era un samurái cristiano, capaz de fusionar en su persona el ardor bélico del bushi,
con los ideales del salvación transmitidos por los evangelizadores jesuitas que habían
llegado a Japón en el siglo XVI.
El levantamiento sería sofocado de manera brutal por las tropas gubernamentales, con
de cañones proporcionados por los comerciantes neerlandeses instalados en el archipiélago.
Aplastada la revuelta, Iemitsu, el tercer shogun Tokugawa, decidió cerrar las puertas
del país a toda influencia extranjera, e imponer una política draconiana de control,
el llamado shakoku.
Sus medidas garantizaron más de dos siglos sin guerras.
La contrapartida fue que la ingente masa de tropas acostumbradas desde hacía siglos a
hacer la guerra se volvió inservible, y cientos de miles de samuráis, cifra que no es una
hipérbole, tuvieron que buscar formas de sobrevivir fuera del ejército.
En ese nuevo contexto, hubo samuráis que siguieron practicando su maestría con las
armas en duelos y exhibiciones.
El más famoso de ellos fue sin duda Miyamoto Musashi.
Tras participar siendo adolescente como mercenario en la batalla de Shikagahara en el 1600, se
quedó sin señor al que servir y se dedicó a desarrollar por su cuenta la técnica del
combate con dos espadas, el uikizashi, la espada corta y la katana.
Demostró su habilidad en casi 70 duelos singulares, todos terminados con su victoria y muchos
con la muerte del adversario.
Antes de morir escribió un tratado sobre artes marciales que se haría célebre, el libro
de los cinco niños.
Recuerda que en el último capítulo te hablé sobre este samurái, y te vuelvo a decir que
tenga su nombre en mente porque le traeremos al canal más pronto que tarde.