

Description of LTE #76 - Vida de los Estoicos: Catón el Joven
Bienvenido, fiel escucha, a un nuevo episodio de la Tribu Estoica. Hoy te traigo un nuevo episodio de Vida de los Estoicos, en el que hablaremos de uno de los ejemplos más representativos de lo que esta filosofía puede suponer si alguien se adhiere a sus principios no solo de palabra, sino que vive conforme a sus principios. Si eres capaz de escucharlo hasta el final, apuesto a que admirarás a este personaje más que al archiconocido Séneca. Y si no, al tiempo. Comenzamos.
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Bienvenido, fiel escucha, a un nuevo episodio de La tribu estoica. Hoy te traigo un nuevo episodio de Vida de los estoicos, en el que hablaremos de uno de los ejemplos más representativos de lo que esta filosofía puede suponer si alguien se adhiera a sus principios no sólo de palabra, sino que viva conforme a ellos. Si eres capaz de escucharlo hasta el final, apuesto a que admirarás a este personaje más incluso que el archiconocido Seneca.
O bueno, eso es mi opinión. Y si no, al tiempo. ¡Comenzamos! Cada par de generaciones, o quizás cada pocos siglos, nace un hombre con una constitución de hierro, modelado con un material más resistente que los demás. Ellos son los personajes que acaban convirtiéndose en nuestros mitos, en nuestras leyendas. Marco, Porcio, Catón fue uno de esos hombres. Incluso en su época había una expresión que rezaba, no todos podemos ser como Catón.
Catón llevaba la grandeza en la sangre. Nació en el año 95 a. C., en una familia que, a pesar de sus orígenes plebeyos, estaba afianzada en la aristocracia romana. Su bisabuelo, Catón el Viejo, empezó su carrera como tribuno militar y fue extendiendo de cargo, por cuestor, edil y pretor, hasta ser cónsul en el año 195 a. C., a la par que incrementaba su fortuna agrícola y se ganaba un nombre defendiendo las costumbres de los ancestros, el mos maiorum, contra las influencias modernizadoras de un imperio en expansión.
Irónicamente, una de las influencias más importantes de Catón fue la filosofía, contra la cual su bisabuelo había luchado de forma tajante con su celo conservador. A fin y al cabo, su bisabuelo fue partidario de expulsar de Roma a los filósofos que integraban la Embajada de Diógenes en el año 155 a. C., embajada que ya tratamos en el episodio 53.
Casi todos los estoicos anteriores y posteriores, en parte, alcanzaron la fama por sus textos y sus palabras. Sin embargo, Catón no es recordado por sus palabras, sino por sus actos y por lo que representó. Consiguió dejar constancia de sus convicciones a través de sus actos, y se ganó una reputación mayor que la de cualquiera de sus antepasados, cual monumento destinado a durar eternamente. De hecho, este libro es una aceptación de que se puede aprender incluso más a partir de los actos de uno mismo que a partir de sus palabras.
Es evidente que, más allá de su determinación, también había un intenso y casi radical compromiso con la justicia y la libertad. Ante los abusos, no podía quedarse de brazos cruzados.
Incluso en su infancia, siempre daba un paso al frente para defender a los niños pequeños de los mayores. En una ocasión, después de visitar a Sila en su casa, Catón le preguntó a su tutor por qué había tanta gente que le rendía homenajes y favores. ¿Acaso Sila es tan popular? Sarpedón le explicó que Sila no recibía esos honores porque fuera un hombre muy querido, sino porque era muy temido. Entonces, ¿por qué no me diste una espada para que pudiera liberar a mi país de la esclavitud?, respondió Catón.
Esa era la intensidad y el carácter que Plutarco describiría como implacable que propició que Sarpedón lo introdujeran al estoicismo con la esperanza de que aquel joven pudiera canalizar adecuadamente su rabia y su firmeza. Catón fue alumno de antípatro de tiro, el cual le enseñó los principios básicos del estoicismo. Pero a diferencia de muchos estoicos de su época, el joven Catón no sólo estudió filosofía, sino también oratoria.
Rutilio Rufo, de quien hablamos en el episodio 63, había guardado silencio para defenderse de las acusaciones, pero ese nunca sería el estilo de Catón. Armado con un carácter resolutivo y osado, una gran habilidad para hablar en público y los principios éticos estoicos, Catón se convertiría en una formidable figura política, una figura singular que todos sabían que nunca podrían comprar. Pero antes de hacerse un hombre en la política, Catón fue un soldado.
En el año 72 se presentó voluntario en la Tercera Guerra Servil contra Espartaco. Habría sido inconcebible que otra persona ocupara su lugar. Para Catón, las acciones y los sacrificios que uno está dispuesto a realizar, especialmente cuando se trata de defender la patria, son aquello que le permitía ser un filósofo. Por ello, en cada una de las batallas de esa guerra se mostró intensidad.