Lunes 16 de junio - Mateo 5, 38-42. Yo os digo que no hagáis frente al que os agravia.

Yo os digo que no hagáis frente al que os agravia.

Mirad, los seres humanos para conseguir sus fines pueden tener muchos métodos, muchas estrategias.

Una de las estrategias, por desgracia, es la violencia, es el insulto, es la presión, es la coacción.

Y por eso cuando Jesucristo dice a sus discípulos no hagáis frente al que os agravia, lo que está diciendo es no agravéis, es decir, no hagáis lo mismo que han hecho ellos.

Esos instrumentos, esos métodos no son los nuestros.

Y si alguien te ofende, si alguien te ataca, si alguien es violento contigo verbalmente y te insulta y te calumnia, tú no puedes hacer lo mismo.

Nosotros no somos así.

Si somos discípulos de Jesús tenemos que mirar, sobre todo, cómo se conduce Él frente a todos aquellos que le insultan, que le escupen, que le pegan, que buscan su muerte, que le calumnian, que le difaman.

Bueno, Jesús sigue siendo el mismo porque no cambia su vida en función de las tonterías que se dicen de Él, pero sobre todo en su pasión.

El gran arma que utiliza Jesucristo para derribar de algún modo a todos sus enemigos es el silencio, es el cariño, es el perdón.

Es como ese acogerles en su corazón diciendo no os voy a hacer el daño que me estáis haciendo vosotros a mí.

Y por eso sí, nosotros también a veces tenemos que revisar si utilizamos metodologías que no son cristianas para conseguir fines buenos.

Claro, si yo para conseguir enseñar una cosa tengo que enfadarme, castigar.

A lo mejor con los niños pequeños un mal momento lo puede tener cualquiera, pero sobre todo con personas que están en nuestro nivel, con tu marido, con tu mujer, con tus hijos cuando ya son mayores, con compañeros de trabajo, con amigos.

Si alguien te hace daño, no utilices las mismas armas que utiliza esa persona porque al final vas a ser igual que ella y lo que tú condenes en esa persona lo estás viviendo tú.

¿Cuáles son nuestras armas? Nuestras armas son la caridad, nuestras armas son sobre todo la verdad, nuestras armas son la mansedumbre, nuestras armas son la fidelidad.

Nuestras armas, en definitiva, se resumen en un corazón limpio, en un corazón que lucha por la paz, en un corazón que no está dispuesto a pactar ni con la violencia, ni con la mentira, ni con tantas cosas que utiliza el demonio pues para arruinar la vida de los hombres.

Nos quejamos a veces de la corrupción, nos quejamos a veces de esos métodos indecentes y deshonestos que utilizan las personas para triunfar o para estar mejor económicamente o socialmente.

Podríamos caer en el mismo error y por eso Jesús nos advierte vosotros no podéis ser como ellos.

Tened mucho cuidado porque al final, sí, sin darte cuenta de que bueno, pues se lo merecen, o es que hay que darles un escarmiento, o es que si no me defiendo, claro que hay que hacer una legítima defensa, pero no utilizando cosas que sabemos que son malas y que en definitiva nos van a hacer daño.

¿Quién te ha agraviado? Y tú intenta responderle como Jesús, en silencio, con fortaleza, con entereza, pero con esa mansedumbre que definen los valientes.