Lunes 28 de abril - Juan 3, 1-8. El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

El que no nazca de agua y de espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

Comenzamos estos días a escuchar la conversación que Jesús mantuvo con Nicodemo, un jefe judío, alguien muy prestigioso, que en aquel entonces le daba un poquito como de vergüenza encontrarse con Jesús por lo que dijeran los demás, aunque sabemos que al final fue, lo leímos en la pasión, de los pocos valientes que estuvieron junto a él hasta la cruz.

Nicodemo se acerca a preguntarle, maestro, ¿tú qué vienes a enseñar? Como dirían en un lenguaje moderno, ¿de qué vas, qué es lo que propones al ser humano? Y curiosamente Jesús lo que dice es nacer del agua y del espíritu. Todos tenemos un nacimiento biológico, un nacimiento natural, pero hacerse cristiano supone un volver a nacer pero de un modo sobrenatural. Si nacemos y somos dados a luz el día que nuestra madre salimos de su vientre, también nosotros somos dados a luz sobrenaturalmente hablando el día que nos bautizaron y nos convirtieron en hijos de Dios, hijos en el Hijo.

Y claro, Jesucristo lo que nos viene a decir es yo vengo a ofrecer al ser humano una vida que va más allá de lo puramente intelectual, emocional, más allá de lo natural, ofrezca una vida sobrenatural, que se fundamenta en la gracia, que es esa participación en la naturaleza del mismo Dios. Lo mismo que los hijos tienen los genes de los padres, aquel que es bautizado recibe, entre comillas, la genética divina, de manera que los rasgos de Dios, el ser de Dios se quedan en nosotros. Claro, y esto es impresionante, pensar que Jesucristo lo que viene a hacer es a transformarnos en hijos verdaderos de Dios, no como un título, no como el que pone un cartel o una placa, aquí me llamaron hijo de Dios o aquí dijeron que era hijo de Dios, no es llamar o decir, es realmente serlo.

Pues sí, Nicodemo efectivamente cuando va a ver a Jesús comprende que el maestro no ha venido a enseñar una doctrina más, una idea más, como una escuela rabénica más de las muchas que había en su tiempo, sino que ha venido a transformar al hombre por dentro, pasando del plano humano al plano divino, del plano natural al plano sobrenatural. El cristiano es quien vive de la gracia, nosotros no vivimos de nuestras meras fuerzas que sabemos que son limitadas, vivimos de la esencia divina que reposa en nosotros y eso puede suceder porque Dios se hizo hombre, porque Dios subió a la cruz voluntariamente por nosotros y porque el Padre lo ha resucitado de los muertos.

Por la resurrección de Jesús somos hechos hijos de Dios y esto lo celebramos siempre, pero especialmente en el tiempo de Pascua agradecemos todo lo que Jesús ha hecho por nosotros, pero sobre todo que ya desde el bautismo nos ha trasladado a su reino y ya desde nuestro bautismo estamos saboreando de algún modo la vida divina. El cielo se adelanta en la tierra al ser humano cuando éste recibe el bautismo.