Lunes Santo 14 de abril - Juan 12, 1-11. Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura.

Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura.

Jesús con Lázaro, con su familia, pues están celebrando una cena y en esto María se acerca y con un frasco precioso de perfume que dice que, bueno, que había costado pues una millonada.

Algunos dicen que lo que ganaba un trabajador durante todo un año y rompe el frasco.

Digamos, la cabeza y derrama sobre el cuerpo de Jesús un olor a nardos maravilloso.

Judá se escandaliza, la podríamos haber dejado para los pobres, qué escándalo estos gastos.

Y Jesús le agradece ese gesto de cariño, esa mujer le quería como agradecer todo lo que había sido y lo que había hecho y Jesús dice que lo tenía tan pensado que no le importa el dispendio del dinero. Es el dinero que no es para tanto. A veces, en la iglesia se nos reprocha esos cálices de oro, esas cosas que tenéis, esas casullas, esas imágenes, esos cuadros.

Dicen, hombre, muchas son antigüedades que tienen valor porque son antiguas. Y otras, pues la devoción popular ha querido manifestar, como esta pobre mujer ha querido manifestar su amor a Jesús, pues haciendo esas cosas y regalando algo que para ellos era muy valioso. Tiene su aquel y yo creo que hoy en día eso de decir, no, hay que venderlo todo y dárselo a los pobres, bueno, a mí un poco se puede hacer, pero a mí me recuerda un poco a Judas, que se estropeó porque en definitiva todo lo transformaba en dinero, en codicia y en resultados visibles.

Gastarse en Cristo, gastar lo mejor en Cristo, eso es maravilloso, porque es una señal de gratitud y de amor. Cuando los enamorados se regalan anillos de plástico o pulseras de a un euro, pues diremos, bueno, pues que nos están a muy enamorados. Cuando tú quieres a alguien mucho, si puede ser, le das lo mejor. ¿Hasta dónde puedes? ¿Hasta dónde ir? ¿Y esta mujer qué podía? ¿Con todo lo que había ahorrado comprar el mejor perfume? Pues todo lo que tenía se lo dio a Jesús.

Tenemos que saber ser generosos con Jesús, no solamente en las cosas materiales, ojalá que sí, ojalá que seamos también y que perdamos ese falso pudor de que qué escándalo que la iglesia, las riquezas, la iglesia tiene un patrimonio cultural que a veces es una carga más que una ayuda, porque no podemos ni conservarlo. Pero siempre el pueblo de Dios ha tenido la intuición que para el Señor lo mejor, que para el Señor lo más bello, para el Señor lo más limpio, para el Señor, dentro de nuestras pobres posibilidades, todo lo que podamos.

Y eso se aplica no solamente en la dimensión más visible, sino sobre todo en la dimensión invisible, porque todo eso tiene que ser manifestación de amor, manifestación de querer decir, Señor tú eres lo más, tú eres lo más grande y por tanto lo mejor de mi tiempo, lo mejor de mi vida, lo mejor de lo que soy, también quiero yo hoy regalártelo y entregártelo.