Las Mañanas de Onda Aragonesa, Emilio Biel y Belén Aranda. (25/04/2025)

Bueno, y como me gusta terminar esta semana y el viernes, y encima después de tantos viernes, acompañada de Emilio Viel y de Belén Aranda, por fin, que le hemos echado mucho de menos. Buenos días, chicos.

Buenos días.

Buenos días.

Oye, es que lo dice Emilio Belén con una voz tan sugerente y las caras que pone.

Y sugerente estoy.

Ay, ay, ay. Bueno, ¿cómo ha sido ese reencuentro? Brutal.

Maravilloso.

¿Por qué, claro? Tenemos rotos lavavajillas, la nevera.

Ay, ay, ay.

Y, sobre todo, la lavadora.

Ay, la lavadora, con los meníos que mete eso Belén, ¿eh? Que hable ella, porque estoy aquí.

Es que no se queda sin palabras.

Es que está rememorando todos esos momentos de ruptura de electrodoméstico.

No, es que yo he estado a 11.000 kilómetros en el hemisferio sur.

Aquí el 21 de marzo empezaba la primavera.

Allí empezaba el otoño.

Mi primera clase era a las seis y cuarto de la mañana, a las cinco y media, me recogía el chofer y todavía estoy.

Y con seis horas de diferencia.

Y con seis horas de diferencia.

Te llevas menos días aquí que allí.

Sí, entonces estoy todavía, estoy el momento… Aclimatándote.

El momento transición y tengo que decir que allí no he puesto ni la lavadora, ni la lavavajillas, ni he lavado un plato, ni he cenado afuera, profe de Bikram, en todos esos días.

Bueno, ¿y cómo ha sido esa experiencia? Pues la experiencia ha sido maravillosa.

La experiencia ha sido maravillosa en conectar con mi profesión, que todos sabéis por qué motivo la ejerzo ya o no la ejerzo en Zaragoza, que solo la ejerzo en Madrid, en una escuela que lleva creada más de 21 años, con lo cual el nivel de yoga es muchísimo superior y que el yoga está completamente instaurado en los genes de una manera, como diría yo, todo el mundo en su día a día, como tú te levantas y te tomas un café o te das una ducha, pues casi todos los alumnos de la escuela tienen, de las tres escuelas donde yo he estado, pues tienen que pasar su día por una clase de yoga.

Es que ni tan siquiera se plantean tengo que ir o la disciplina de tener que ir, es que lo tienen, se lo han metido en venas.

Integrado ya totalmente.

Claro, y hay personas que llevan practicando Bikram más de 11 y 12 años, alumnos que yo he tenido.

Entonces la forma de enseñar es completamente diferente, porque tu nivel profesionalmente sube y te obligan a sacar tu mejor versión.

Claro, no te queda otra.

Porque lo que sirve para una clase de principiantes iniciando una escuela, pues no sirve para los demás.

Y luego el mejor y el mayor calor, y con permiso de todas las escuelas donde yo he trabajado, no solamente de Europa, también de América Latina, porque estuve un verano en México, para mí el mejor calor del mundo.

Porque ¿con qué tiene que ser este calor? Es importante que yo no lo sé.

A ver, el calor puede ser de muchas formas, porque yo aquí en Zaragoza tenía un calor maravilloso.

Con Emilio tenías un calor que lo has dejado frío tanto tiempo fuera.

Dentro de lo que es el Bikram, dentro de lo que es las salas, hay muchas formas de construir ese calor.

Pero en el momento en que tú tienes un edificio montado para una escuela de yoga, en que es absolutamente todo madera, que está todo aislado, y el calor se da a partir de unas estufas de pele, que yo no sabía ni lo que era, que es madera prensada.

Entonces, el calor es muy sano.

Yo nunca he tenido problemas con la voz.

Solamente una vez en toda mi trayectoria profesional.

Y llevo muchísimos años dando clases de Bikram.

Y ahí te das cuenta que puedes dar cuatro y cinco clases y en ningún momento sufre la voz, porque la garganta está completamente hidratada.

No es como meterte en una sala en la que hay placas y a lo mejor la sala no se humedece de la misma forma, no hay esos aparatos a nivel de hidratación, por así decirlo, y de unificar la sala.

Una decía Fabiola Mosa, que desde aquí le voy a mandar un saludo y luego le voy a mandar esto, que teníamos o que tenían la mejor escuela del mundo, la mejor sala del mundo.

Y yo tengo que decir que Salvando, aunque me vayan a matar en Madrid, es una de las mejores salas del mundo.

Eso es muy bueno, porque tú hablas desde la propia experiencia.

Sí, es una de las mejores salas del mundo.