La marcha triunfal de Trump

Soy Fernando Díaz Villanueva, hoy es 15 de octubre de 2025, y esto es La Contracrónica.

Donald Trump viajó personalmente este lunes a Oriente Próximo para cerrar el Acuerdo de Paz en Gaza. La operación fue meticulosamente planificada. Primero se liberaron los rehenes, una noticia que capturó la atención mundial mientras el Air Force One volaba hacia Israel.

Tras visitar Jerusalén, donde fue ovacionado en el NESET, Trump anunció el fin de la guerra en Gaza y su ambicioso plan para extender la paz a todo Oriente Medio. En su discurso calificó el acuerdo como el amanecer histórico de un nuevo Oriente Medio, aunque eso sí, reconoció la dificultad de pacificar una región tan conflictiva.

Lo de llevar la paz a esta parte del mundo ha sido un objetivo recurrente de varios presidentes de Estados Unidos, pero los resultados no siempre fueron los deseados. Jimmy Carter, por ejemplo, medió en el acuerdo entre Egipto e Israel en los años 70, pero al mismo tiempo se desató una crisis con Irán.

Bill Clinton impulsó los acuerdos de Oslo, que se vinieron abajo unos años después, con la segunda intifada. Los Bush, padre e hijo, intervinieron en Kuwait y en Irak. Esta última intervención fue el origen de una ocupación muy prolongada. Trump ha preferido valerse de sus relaciones personales y de su talante transaccional para presionar a Hamas y acercar el acuerdo a los principales gobiernos de la región.

Tras pasar por Jerusalén, voló a Sharm el-Sheikh en Egipto, en la península del Sinaí, y se puso al frente de una gran cumbre con mandatarios de Europa y Oriente Medio. Una cumbre en la que no estaba Netanyahu. Algunos países árabes tratan de que no se les asocie con el primer ministro israelí por temor a que eso les cree problemas en casa, o quizá porque no tienen del todo claro que esto vaya a funcionar. La cumbre culminó con un compromiso de paz, algo vago, que firmaron todos. El plan es un punto de partida muy positivo en una región que lleva dos años sumida en conflictos desde el Mar Rojo hasta el Líbano. El acuerdo de Gaza es un triunfo para Trump, pero aún queda mucho trabajo por hacer.

Hay que reunir a esa fuerza internacional que garantiza la seguridad en Gaza. Jamás tiene que desarmarse de forma efectiva y verificada, y aún no se sabe quién financiará la reconstrucción de la franja de Gaza. Trump, por su parte, quiere ahora conseguir un acuerdo regional mucho más ambicioso que incluya el programa nuclear iraní.

Ese plan parte del marco del Acuerdo de Abraham del año 2020, gracias al cual Israel pudo normalizar relaciones con los Emiratos Árabes Unidos, con Bahrein, con Sudán y con Marruecos, pero aún falta que se adhieran estados importantes como Arabia Saudí. A diferencia de Bush en Irak, Trump no quiere soluciones militares. Su intención es que los países árabes reconozcan a Israel por interés propio. Pero la historia de Oriente Medio está repleta de grandes planes fallidos, así que lo mejor será la cautela y la constancia.

Esto último le corresponde a Trump, que si quiere transformar Oriente Medio, deberá tener mucha paciencia y mantener el esfuerzo hasta el final de su mandato. Donald Trump viajó este lunes a Oriente Próximo, estuvo en Israel y luego posteriormente en Egipto para cerrar en persona el Acuerdo de Paz sobre Gaza, un acuerdo del que se ha hablado mucho en las últimas dos semanas, aquí mismo en la Contracrónica he hablado ya en varias ocasiones de él, y bueno, no se esperaba que fuese todo tan rápido, es decir, que tan pronto como se anunciase el acuerdo y lo aceptasen las dos partes, iba a tomar un avión Donald Trump y se iba a plantar allí. Esto se decidió un poco sobre la marcha este fin de semana. Todo estuvo muy bien planificado, la coreografía fue muy precisa.

Primero se liberaron los rehenes y los presos palestinos que estaban en Israel y que fueron devueltos a Gaza. Aunque realmente lo que esperaba la prensa era la liberación de los rehenes, quedaban sólo 20 de ellos con vida. Cuando la noticia copaba la portada de todos los periódicos del mundo y abría los informativos de televisión, justo en ese momento el Air Force One, el avión presidencial, ya había despegado de Washington y sobrevolaba el Atlántico en esos momentos.

Unas horas después aterrizó en el aeropuerto de Ben Gurion, en Israel, que está entre Tel Aviv y Jerusalén. Pasó primero por allí y luego volvió a Sharm el-Sheikh, en Egipto, donde se celebró una cumbre internacional muy esperada, también preparada con muy poquito tiempo. Nada más aterrizar en el primero de sus aviones,