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By National Geographic España Curiosidades de la Historia National Geographic
María Antonieta, un ícono de la moda en la Francia del siglo XVIII

María Antonieta, un ícono de la moda en la Francia del siglo XVIII

4/4/2025 · 09:09
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Durante el siglo XVIII, las damas de Versalles y París competían por lucir los vestidos y los complementos más sofisticados. Entre ellas destacaba, como no podía ser de otro modo, la reina de Francia, la famosa María Antonieta.

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Hoy hablaremos de la pasión por la moda en la era de María Antonieta. En una ocasión, José II de Austria comentó que el complicadísimo tocado de su hermana, la reina María Antonieta de Francia, era demasiado ligero para sostener una corona.

Se refería a un sofisticado peinado creado por su peluquero, Leonard, llamado Pouf, y que consistía en una altísima peluca adornada con todo tipo de artificios. Lo cierto es que el emperador de Austria no andaba demasiado equivocado.

La pasión de María Antonieta por la moda fue una de las causas del odio que le profesaron los franceses y de su imagen de mujer frívola y derrochadora.

En realidad, María Teresa de Austria vio con preocupación cómo su hija María Antonieta, nada más llegar a Francia a los 14 años de edad para casarse con el futuro Luis XVI, se contagiaba del gusto francés por las modas más caprichosas.

Al recibir un retrato de María Antonieta, en el que ésta parecía adornada con las más vistosas galas, la emperatriz austríaca le escribió una carta de amonestación.

Ya sabes que siempre fui de opinión que se deben seguir moderadamente las modas, pero sin exagerarlas jamás. Una mujer joven y bonita, una reina llena de gracia, no necesita de esas locuras. Al contrario, la sencillez del vestido le sienta mejor y es más digna de la categoría de una reina. Yo, que quiero a mi reinecita y observo cada una de sus acciones, no debo vacilar en llamar su atención sobre esta pequeña frivolidad. Es evidente que el consejo materno cayó en saco roto, pero no sería justo hacer recaer sobre la reina de Francia toda la culpa de la extravagancia o la pasión por la indumentaria que reinó en Versalles.

Ya en el siglo XVII, la corte francesa se regía por una escrupulosa ley de la indumentaria que codificaba la forma de vestir para cada ocasión. En los últimos años del reinado de Luis XIV, predominaron los vestidos austeros, de colores oscuros, reflejo del rigor moral que quiso imponer el anciano monarca. Pero a su muerte todo cambió.

Hombres y mujeres se fueron olvidando de los tonos severos, como el negro o el marrón, para decantarse por otros tonos más llamativos. En lugar del paño, se introdujeron telas suntuosas e ilustrosas, como el terciopelo, la seda o el brocado. Los vestidos femeninos adquirieron líneas más sueltas y vaporosas, y también más insinuantes.

Esta nueva moda fue el reflejo de un cambio cultural más amplio, el de la transición del barroco al rococó, un periodo, este último, caracterizado por el espíritu exuberante y excesivo que invadió Versalles y París, la corte y la vila, y que desde allí se exportó al resto de las cortes europeas. En el siglo XVIII, la ambición de toda dama que se preciara era impresionar en la corte con su vestido, un empeño en el que la competencia era muy dura. El esplendor y la etiqueta de Versalles no permitían a las grandes damas utilizar el vestido más que una vez. En caso de querer repetir, debían introducir obligadamente alguna ligera modificación.

El gusto por los trajes femeninos espectaculares se tradujo en la vuelta a las faldas excepcionalmente amplias, sostenidas por un armazón interior.

El guarda infante, signo distintivo de la moda española del siglo XVII, diseñado en un principio para ocultar los embarazos, renació en la primera mitad del siglo XVIII en una modalidad francesa, el panier, término que en francés significa cesta, en referencia a la forma de cesta invertida que tomaba la falda.

El panier, llamado en castellano tontillo, podía alcanzar dimensiones considerables, hasta cinco metros de diámetro, algo que no dejaba de causar inconvenientes, como el que dos damas no pudiesen pasar a la vez por una puerta o no pudieran sentarse juntas en un carruaje. A diferencia del guarda infante español del siglo XVII, el panier francés desplazaba el volumen de la falda a las caderas, con lo que resaltaba la silueta de la mujer.

A esto también contribuía el uso del corsé, que elevaba el busto, ajustaba el talle y estrechaba la cintura. Iba atado con cintas a la espalda, por lo que una dama de la nobleza precisaba de la ayuda de una sirvienta para vestirse. En cuanto a la ropa interior, las damas solían llevar una larga camisola de tela ligera hasta las rodillas, así como en aguas, que iban desde la cintura a los tobillos. La variante más conocida de este tipo de moda cortesana fue el llamado vestido a la francesa, que triunfó en Francia la década de 1740, de la mano de Madame Pompadour, la favorita de Luis XV.

Se caracterizaba por una falda menos exagerada que vestidos anteriores, lo que permitía una mayor movilidad. Madame de Pompadour también puso de moda el uso de volantes.

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