Martes 17 de junio - Si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?

Si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? Cuando Jesús invita a amar a los enemigos, no está invitando que les demos un abrazo, ¡ay, qué bien me caís! No, una persona que me ha hecho daño, una persona que me ha decepcionado, una persona que ha roto cosas que para mí eran importantísimas, es muy difícil que la empatía, que ese es el fenómeno natural de los sentimientos hacia alguien, pues que se haya roto.

Pero nosotros también tenemos que aprender a amar no solamente a los que nos hacen el bien, sino también al que no nos lo hace. Por ejemplo, tú haces un favor a una persona, luego le pides el favor a esa persona y no te lo hace, ¿vas a dejar de amarla? Claro, porque al final podríamos caer en ese amor interesado.

No, yo solamente quiero a los que me quieren también, a los que me tratan muy bien, a los que siempre me están correspondiendo, a los que me valoran.

Una cosa es que digas, estoy a gusto con esas personas, bien, pero ¿por qué no intentar salir más allá de nuestro espacio de confort, más allá de esas personas con las que sabemos que sí, que si hacemos algo, nos lo van a corresponder, y atrevernos a amar a aquellos que no nos van a corresponder.

Primero, porque no tienen para correspondernos, porque a lo mejor no lo vamos a volver a ver en nuestra vida, o porque no tienen recursos, no digo económicos, incluso intelectuales.

Qué bonito es dar sin esperar, o simplemente dar porque no quiero recompensa, porque me gozo imitando a Dios que da todo y no espera nada, porque sabe que todo lo que le podamos devolver es con nuestra libertad, y no sería nuestro, sino incluso suyo.

Pues a veces somos muy selectivos en el amor, incluso podríamos ser clasistas o elitistas en el amor, en el sentido de sólo amar a mi pequeña élite, es decir, a mis pequeños satélites que giran, que son hijos, padres, cuñados, hermanos, compañeritos que me cambien de trabajo, amigos del deporte o del mercado, o de la parroquia, y no salirme de ahí.

Y yo, esforzarme por alguien desconocido, entregar mi tiempo a alguien desconocido, no me compensa, porque, como dicen los jóvenes, no me renta, y como no me renta, pues algo que no es rentable, como que de algún modo es inútil, ¿no? Y sin embargo Jesús, pues no vino a sacar rentabilidad a los hombres, vino a amarnos y a entregarse por nosotros sin rentabilidades.

Qué difícil, pero qué bonito es amar a los que sabemos que no nos pueden corresponder.

Por eso lo dice Jesús, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Eso lo hacen también los paganos, nosotros en cambio, porque somos hijos de un padre que nos ama gratuitamente, sin pasarnos factura, no esperando la correspondencia, Dios nos ama así.

Nosotros también podríamos amar así, y ser imitadores de Dios.

Y eso es lo que es bonito, eso es lo que tiene mérito, y eso es lo que realmente nos hace tener un premio en el cielo reservado maravilloso.

Revisa cómo es tu amor, revisa si es selectivo, y si sólo amas y quieres a los que te aman y te quieren.