Martes 21 de octubre - Lucas 12, 35‐38. Bienaventurados los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre e

Bienaventurados los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela.

Fijaos que el Señor llega muchas veces. Cuando hablamos de la venida del Señor, de la llegada del Señor, no sé por qué, pues pensamos en la muerte. No, cuando el Señor venga a buscarme, para llevarme, bueno, sí, que eso pasará.

Pero el Señor viene siempre. Y para darnos cuenta que el Señor viene, tenemos que estar en vela, es decir, tener los sentidos espirituales despiertos.

Porque si estamos tan distraídos, que tenemos solamente mente y corazón, para ver la última serie de televisión, para ver el último modelito de no sé quién, para contar el chascarrillo del último que ha pasado en el pueblo, o el último que ha sido del trabajo, y a veces tenemos el corazón tan lleno de cosas, que siendo entretenidas y buenas, pero que nos embotan los sentidos, pues claro, al final no podemos darnos cuenta que el Señor está llamando a la puerta y está diciendo, me dejas entrar dentro de ti.

Y por eso Jesús dice, dichosos los criados, o bienaventurados los criados, a quienes el Señor, al llegar, los encuentra en vela. Es decir, los encuentra atentos, pendientes, deseando que llegue el Señor, con la puerta abierta. Y a lo mejor el Señor llega nada más levantarte cuando te dice, no supera este dolor que tienes, esta pereza, que yo voy a estar contigo, y le dices gracias Señor.

Y a lo mejor el Señor llega cuando a lo mejor tienes que ir a trabajar, y hace mucho frío, o hay un atasco grandísimo, o tienes pocas ganas ese día, y te dice, déjame entrar contigo que lo vas a hacer por amor, y va a tener un valor grandísimo. Te darás cuenta como que si tú le invitas a entrar, al final el Señor está llamando muchas veces a tu puerta, porque lo que quiere hacer Jesús es dar un valor de eternidad a todo lo que haces en el tiempo.

Lo que quiere Jesús es dar un valor sobrenatural a todo lo que es natural en tu vida. Y ojalá que tengamos los sentidos del alma despiertos, que no es ni más ni menos que esa libertad para amar, esa capacidad de hacer belleza, y esa capacidad de unirnos o de hacer comunión con lo trascendente.

Mirad, las facultades del alma no son ni la inteligencia, ni la voluntad, ni la razón, son cualidades que se desprenden del cerebro. Ahora, el amor en el sentido sobrenatural es una cualidad espiritual. La libertad, por supuesto, y luego sobre todo la comunión con la trascendencia, y la capacidad de acoger la belleza del amor, y de hacer la belleza en el sentido de la belleza del corazón que se entrega, que piensa los demás, y que da la vida por los demás.

Y por eso sí, ojalá que seamos esos siervos, esos criados bienaventurados, que somos conscientes que el Señor está llamando cada instante de nuestra vida porque quiere hacer de nuestra vida una historia preciosa. No hay ninguna vida aburrida, no hay ninguna vida poco valiosa, no hay ninguna vida rutinaria si entra el amor de Dios dentro de esa vida. Tu vida para Dios tiene un valor infinito y es la más bella y la más importante.

Pero para eso es necesario que tengas los sentidos del alma despiertos y que cada vez que Él llame a tu puerta, que tú lo escuches y le invites a entrar dentro de ti.