
Martes 6 de mayo – Juan 6, 30-35. No fue Moisés, sino que es mi Padre el que os dio el verdadero pan del cielo.

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Meditación del día 6 de mayo de 2025 Palabra de Vida
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No fue Moisés, sino que es mi padre el que os dio el verdadero pan del cielo.
El pueblo de Israel llamaba al maná el pan del cielo.
Cuando ellos atravesaban el desierto de Egipto, se quedaron sin alimento y Dios hizo descender efectivamente como un maná, un polvo que recogían por las mañanas, que lo amasaban y nutrían.
Pero eso era un símbolo, era una señal del verdadero alimento que iba a dar Dios a través del sacramento de la Eucaristía.
Por eso para nosotros la Eucaristía no es un recordatorio, la Santa Misa no es decir que recuerda la entrega de Jesús, que recuerda lo que Jesús nos quiso.
Para nosotros, cada vez que participamos en la Santa Misa, estamos participando en la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Es como si pudiéramos hacer un agujero en el tiempo por hablar así, con símbolos, y aquello que sucedió en el monte Calvario, aquello que sucedió en el santo sepulcro, es decir, lo más grande que ha sucedido en la historia de la humanidad, sucede en el momento en el que el sacerdote, después de proclamar la palabra, toma un trozo de pan, coge un cáliz con vino y dice, tomad, comed, esto es mi cuerpo, tomad, bebed, esta es mi sangre, este es el pan que ha bajado del cielo.
Moisés dio el maná y los padres de Israel fallecieron, se quedaron en el desierto, pero Jesús lo dirá más adelante, el que come de este pan, vivirá eternamente porque está comiendo y bebiendo la eternidad.
De estos días que vamos a escuchar este discurso de Jesús sobre la Eucaristía, nos tiene que llevar al asombro, qué grande es la misa, qué importante es la misa, si fuéramos capaces de comprender de lejos las gracias, el milagro que supone que Jesús e Eucaristía esté cada día con nosotros, que venga a cada altar, que venga a cada corazón, si supiéramos lo que significa que es un Dios que le importamos tanto, que quiere quedarse con nosotros, caminar con nosotros, vivir entre nosotros.
Por eso sí, para nosotros, entre todos los sacramentos, siendo el bautismo efectivamente el más primero y el más necesario para nuestra salvación, el fin, la razón de ser de la Iglesia, la meta es la Santa Misa, el cielo será una misa, porque el cielo será el desbordamiento del amor de Dios a toda la creación.
Pues toda la fuerza del cielo, todo el amor del corazón de Cristo, todo el amor del Padre, todo el poder del Espíritu Santo, se encierra en ese pan que ha bajado del cielo.
Por eso Jesús anuncia esto, con toda la ilusión, con toda la grandeza, a sus apóstoles y a quien le quisiera oír en aquella sinagoga de Cafarnaum, no le entendieron muy bien, pero no por eso dejó de decir la verdad.
¿Cuánto amamos la misa? ¿Nos parece un rollo? ¿Nos parece algo obligatorio que si no vamos es que nos podemos condenar y podemos acabar mal nuestra historia eternamente hablando? ¿O realmente reconocemos que la misa es un poco de cielo que baja a la tierra? El pan que ha bajado del cielo para que vivamos eternamente y no la obligación para quitarnos un rato de nuestro, entre comillas, importantísimo domingo que utilizamos para nada.
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