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By CRÍMENES QUE MARCARON ESPAÑA CRÍMENES QUE MARCARON ESPAÑA
La masacre de Vigo. El infierno de la calle Oporto

La masacre de Vigo. El infierno de la calle Oporto

7/5/2025 · 24:42
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Description of La masacre de Vigo. El infierno de la calle Oporto

Vigo, julio de 2006. En la calle Oporto, el sol de verano ilumina las fachadas, mientras el rumor del mar se mezcla con el bullicio de la ciudad. En un piso alquilado, el eco de risas y platos resuena durante una cena improvisada. Dos jóvenes, llenos de vida, abren su hogar a un desconocido. Pero tras las paredes, algo oscuro crece. Un humo negro, un silencio mortal y una verdad aterradora están a punto de salir a la luz. ¿Qué convirtió una noche de confianza en una pesadilla?

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Vigo, 12 de julio de 2006.

La ciudad despierta bajo un sol de verano, ajena al horror que está por desatarse.

En un piso de la calle Oporto, dos jóvenes comparten risas y una cena con amigos.

Han abierto su hogar a un desconocido, alguien que conocieron en un bar horas antes.

Pero la confianza se torna en tragedia, un incendio, 57 puñaladas y una huida desesperada.

Lo que parecía una noche más de verano, acabó siendo el inicio de uno de los crímenes más violentos y estremecedores que se recuerdan en Galicia.

Y también uno de los más polémicos en la historia judicial reciente de España.

Esto es, Crímenes que marcaron España.

Hoy La masacre de Vigo, el infierno en la calle Oporto.

Detrás de los hechos, conozcamos las personas clave de este relato.

Jacobo Piñeiro Rial.

Jacobo tenía 28 años en 2006.

Originario de Cangas do Morrazo, una pequeña localidad costera de Galicia, Jacobo era, para quienes lo conocían de lejos, un hombre aparentemente tranquilo.

Era padre de un hijo pequeño, aunque no formaba parte activa de su vida diaria.

A simple vista, llevaba una vida discreta, sin grandes sobresaltos, sin llamar demasiado la atención.

Pero bajo esa superficie silenciosa, se ocultaban muchas sombras.

Jacobo era una persona introvertida, reservada hasta el punto de parecer distante.

Pero esa imagen fría escondía una inestabilidad profunda.

Consumía alcohol con frecuencia, y también cocaína, una combinación que alteraba su comportamiento, que potenciaba sus impulsos y que lo empujaba a situaciones cada vez más peligrosas.

Vivía atrapado entre lo que mostraba y lo que ocultaba.

Mantenía una vida secreta, marcada por una posible homosexualidad que no reconocía abiertamente, ni ante los demás ni ante sí mismo.

Esa represión, esa lucha interna, parecía crecer en silencio, alimentada por el miedo, la vergüenza y la rabia.

Una rabia que, en algún momento, estallaría con consecuencias devastadoras.

Tras su detención, lo que más impactó a quienes lo habían tratado fue su actitud.

Su frialdad, su falta de remordimiento, la violencia con la que actuó, tan desmedida y tan calculada, dejó a todos sin palabras.

Nadie imaginaba que aquel hombre tranquilo, casi invisible, pudiera esconder una capacidad tan brutal para hacer daño.

Isaac Pérez Tribiño.

Nacido en Santiago de Compostela, Isaac había hecho de Vigo su hogar desde hacía ya cinco años.

Allí encontró su lugar, su gente y su ritmo.

Trabajaba como camarero en el Bar Estrón, un local abierto las 24 horas, donde era conocido por su simpatía, su trato cercano y esa sonrisa que siempre parecía estar a punto de aparecer.

Isaac era carismático por naturaleza, tenía una energía contagiosa, esa clase de persona que hace que los demás se sientan cómodos, bienvenidos.

Con el tiempo, había construido una red de amigos sólida y leal.

Amigos que lo querían, que compartían con él risas, historias y planes de futuro.

Vivía junto a su pareja, Julio, con quien compartía mucho más que un piso.

Compartía sueños, uno de ellos era casarse, aunque aún no tenía fecha ni anillo, lo hablaban con la certeza de quienes saben que están en el camino correcto.

Su historia de amor era real, sencilla, sin artificios, y estaba llena de proyectos, de planes por cumplir.

Isaac tenía apenas 27 años cuando su vida fue interrumpida de forma violenta.

Pero más allá de cómo murió, lo que importa es cómo vivió, con alegría, con entrega, con la convicción de ser el mismo, siempre.

Su memoria sigue viva entre quienes lo amaron, y en esta historia, su voz también merece ser escuchada.

Julio Anderson Luciano.

Julio había nacido en Brasil, aunque llevaba ya varios años en España.

Se había instalado en Vigo buscando una vida mejor, una oportunidad para crecer, para construir algo propio.

Y lo estaba logrando, era cocinero, y no solo por trabajo, lo suyo era buscar la vida.

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