Mata Hari. Vida y final de una espía. [Capítulos de Historia 278]

Buenas y bienvenidos a Superbia in Proelio, podcast dedicado a la historia militar e historia contemporánea.

Justo antes de las seis de la mañana del 15 de octubre de 1917, una caravana de cinco coches se abrió paso por las calles iluminadas de París, transportando a una persona, Matajari, la mujer más famosa y escandalosa de su tiempo, nacida con el nombre de Margareta Nguer-Troida-Tsebe.

Este convoy avanzó lentamente por las amplias avenidas parisinas hasta llegar al antiguo castillo de Vincennes, al sureste de la capital francesa, donde un campo embarrado esperaba a esta condenada.

La escena era como un cuadro de contraste entre la belleza de la mujer y la crudeza de la guerra, soldados firmes en formación, oficiales, funcionarios e incluso un pequeño grupo de civiles observando.

Matajari descendió del coche, alta, elegante, vestida con un largo vestido gris perla, guantes y sombrero juego, y ayudó con ternura a una anciana monja que lloraba visiblemente mientras bajaba esta de segundo coche.

La acompañaban un sacerdote anciano y una monja más joven, ambos visiblemente afectados.

Un gendarme y un sequito de funcionarios del tribunal y oficiales del ejército contemplaban esta escena, listos para cumplir con la formalidad del procedimiento.

Como un jefe de estado de visita oficial, Matajari pasó entre los soldados, que se pusieron firmes automáticamente.

Tras despedirse de las monjas con un beso y dejar al clérigo rezando, avanzó sola hacia el poste improvisado.

Allí el secretario, jefe del tribunal militar, leyó la sentencia oficial.

En nombre del pueblo francés, Marguerite Gertrude Zelle había sido condenada a muerte.

Matajari rechazó la venda que le ofrecieron para sus ojos y enfrentó su destino con una dignidad casi teatral.

Un joven oficial levantó el sable con visible nerviosismo, mientras los zuavos del cuarto regimiento de zuavos levantaban sus armas.

Ella, consciente de su valentía, inclinó la cabeza y pronunció un delicado «merci, monsieur», lanzando un beso al velotón antes de que se cumpliera la sentencia.

Se cuenta que algunos soldados casi se desmayaron, pero que ella murió sin perder la compostura.

Su muerte se convirtió en un acto legendario, símbolo de su coraje frente a la muerte y la injusticia.

Buenas y bienvenidos a Superbia in Proelio. En este capítulo de su historia vamos a hablar sobre la vida y muerte de Matajari.

Nuestra protagonista, como ya hemos dicho, Margareta Gertruida Zelle, nació en Leeuwarden, los Países Bajos, el 7 de agosto de 1876, hija de un pobre sombrero.

Huérfana ya a los 15 años, su físico exáctico y su estatura, muy alta, poco comunes para estos estándares holandeses, la distinguieron desde temprana edad.

A los 18 años se casó con un tal Rudolf MacLeod, oficial colonial, 21 años mayor que ella, con quien pasó una década de abusos en las indias orientales neerlandesas hasta regresar a Holanda en 1902.

Tras la separación, en 1903, siguió un diplomático francés a París y se instaló en un elegante apartamento de los Campos Elíseos, donde comenzaba a intercambiar sexo por ingresos adicionales consolidando una estrategia de supervivencia y ascenso social.

En este París, Matajari reinventó su identidad como mujer misteriosa euroasiática utilizando sus conocimientos sobre la cultura y costumbres de Java para construir un pasado ficticio exótico y muy atractivo.

Comenzó a presentarse en veladas privadas vestidas con velos de seda y murmurando en malayo y también ejecutando danzas sensuales de su propia invención.

Su nombre artístico y con el que ha pasado a la historia, Matajari, que significa ojo del amanecer en malayo, pronto la convirtió en la mujer más célebre e infame de París, atrayendo a hombres ricos y poderosos que ella coleccionaba como joyas.

Entre 1905 y 1906 se presentó también en Madrid y Montecarlo y aunque con el tiempo la novedad de sus espectáculos desaparecía, su fama y su habilidad para cautivar a hombres poderosos permanecieron intactas en los salones privados.

Tras su temporada en Montecarlo, Matajari...