iVoox
iVoox Podcast & radio
Download app for free
Summer days: ¡Disfruta de 1 año de Plus al 25% de dto! ¡Lo quiero!
By Apsalar Las LLamas del Pecado
Memorias de Verano. Capítulo 3

Memorias de Verano. Capítulo 3

6/19/2025 · 01:37:34
2
1.6k
2
1.6k

Description of Memorias de Verano. Capítulo 3

Mis padres llegan de visita. Mamá duerme conmigo.
_____________________________________________
Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces:
*Premium Anual
https://www.ivoox.vip/premium?affiliate-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e
*Premium Mensual
https://www.ivoox.vip/premium?affiliate-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38
*Plus
https://www.ivoox.vip/plus?affiliate-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c

Read the Memorias de Verano. Capítulo 3 podcast

This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.

Las Llamas del Pecado, tu programa de relatos eróticos más caliente en español.

Si te gusta el contenido, suscríbete. Y si te encanta, hazte fan desde el botón azul, apoyar y accede a todo el contenido extra. Ahora, disfruta del episodio.

Hoy presentamos, Memorias de verano.

Capítulo 3 Como es lógico y normal, al día siguiente nos levantamos más tarde de lo habitual.

Serían las 10 de la mañana cuando entré en la cocina silbando una alegre melodía, algo cansado, pero con el ánimo por las nubes. Mi abuela estaba preparando el desayuno, con su bata floreada cubriendo ese conjunto de mareantes curvas que yo ahora conocía tan bien.

No se resistió cuando la agarré por la cintura y pegué mi cuerpo al suyo, aunque miró al techo y soltó un suspiro de contrariedad cuando le di un rápido beso en los labios. Carlitos, por favor. ¿Qué te pasa? ¿Estás enfadada conmigo? Pregunté. Suspiró de nuevo y me miró. Tenía un saludable rubor en las mejillas y sus ojos verdes brillaban. A pesar de su expresión seria estaba resplandeciente y una sonrisa luchaba por aparecer en sus labios.

No se podía negar que le había sentado bien terminar con esos años de autoimpuesto celibato.

Ni siquiera acusaba la falta de sueño y eso que había dormido aún menos que yo.

Después de nuestro apasionado polvazo, había lavado mano las sábanas para eliminar cualquier rastro de nuestros fluidos y se había dado una larga ducha. No, no estoy enfadada. Pero no hagas tonterías donde alguien nos pueda ver, dijo al fin. Preferí no discutir sobre lo exagerado de su cautela. Estábamos solos en la casa, y si aparecía alguna visita escucharíamos abrirse la pesada cancela de hierro, si era alguien de la familia, o el estridente timbre si era alguien del pueblo o un extraño.

Me aparté de ella para complacerla y miré las tostadas casi con tanto deseo como miraba la cocinera. Mi estómago rugía, reclamando repostar el combustible que había gastado horas en la cama de matrimonio. Lo que dijo mi abuela a continuación casi me provoca un infarto. He hablado por teléfono con tu madre. ¿Qué? ¿Cuándo? Exclamé, tan alarmado que di un paso atrás. Hace un rato, antes de que te despertases.

¿Le has contado lo de anoche? Pues claro que no. ¿Estás loco? De eso no se puede enterar nadie, ¿me oyes? Dijo, mientras me servía el café y nos sentábamos a la mesa.

Asentí y le di un largo sorbo a mi taza. Cuando el corazón volvió a latirme de forma normal comencé a untar una tostada y miré a mi compañera de mesa. Desayunaba como si nada, más deprisa de lo habitual debido a la hora y con una avidez sin duda causada también por el ejercicio nocturno.

¿Y de qué habéis hablado? Pregunté. ¿Van a venir a mediodía? ¿Me ha llamado para avisarme de que no preparase comida porque va a traer unos conejos que le ha regalado tu padre un amigo suyo que es cazador? ¿Recordé lo que me dijo mi viejo antes de marcharse en su taxi y dejarme allí? Tu madre y yo vendremos este fin de semana o el siguiente. Caí en la cuenta de que ya era sábado, llevaba en la casa solo seis días, y todo lo que había ocurrido hacía que me pareciese mucho más tiempo.

Era habitual que durante el verano pasáramos algún fin de semana en la casa del pueblo y mis queridos progenitores habían elegido precisamente aquel. Si quería repetir la hazaña de sustituir a mi abuelo en la solitaria cama de su viuda tendría que esperar a que se marchasen. Al menos podría ver a mi madre en bikini, cosa que añadiría material a las numerosas pajas que tendría que hacerme durante su estancia.

Imaginar a mamá bronceada y con su piel brillante cuando salía del agua me hizo pensar en la piscina y entonces mi abuela habló como si me leyese el pensamiento. Hay que limpiar la piscina, que está hecha un asco, dijo. Últimamente no tengo muchas ganas de bañarme y la tengo un poco abandonada. Pero hoy sí te bañarás, ¿no? Pregunté. Verla en bañador ocupó de pronto uno de los primeros puestos en mi lista de deseos.

Ya veremos. ¿Te encargas tú de limpiarla? Claro. No hay problema. Gracias, cielo, dijo. Engulló el resto de su desayuno y se puso en pie. Voy a dar de comer a las gallinas, que hoy estarán muertas de hambre las pobrecitas. No quería que se fuese sin antes sondear sus pensamientos sobre lo ocurrido por la noche. Estaba claro que los efectos del tónico habían desaparecido y su actitud no era tan negativa como yo había temido.

Comments of Memorias de Verano. Capítulo 3

A
We recommend you
Go to Relationships