Mentes en plural: El duelo después del diagnóstico de autismo.

Sofía es una mujer de 45 años que siempre se sintió diferente. Desde pequeña le costaba entender las reglas sociales no escritas, se agotaban las fiestas, el ruido la desregulaba y a menudo se sentía como si estuviera actuando en una obra de teatro sin tener un guión.

Durante años se culpó a ella misma, pensó que era tímida, antisocial o simplemente la rara del grupo. Probó terapias, leyó libros de autoayuda, se esforzó por encajar pero el sentimiento de no pertenecer persistía. Un día después de un agotador proceso de búsqueda y autorreflexión decidió hacerse un diagnóstico de autismo y dando como resultado positivo. En ese momento sintió una mezcla entre alivio y confusión. El alivio vino de la validación, finalmente había una razón para sus luchas, pero la confusión trajo consigo una ola de tristeza, ira, rabia, cólera.

El diagnóstico, que debía haber sido una respuesta, se convirtió en el inicio de un proceso de duelo. Y me encantaría decirte que esta historia es única, pero no. Esta historia se repite casi os diría a diario cada vez que entrego un diagnóstico de autismo. Ya no sólo como profesional, sino como persona dentro del espectro que lo ha vivido en sus propias carnes, nos centramos, siempre que tenemos este diagnóstico, a una pérdida de una parte de nuestra vida. Es una sensación de pérdida de identidad, porque realmente cuando os damos el diagnóstico, en realidad estamos dando la identidad.

Esa identidad que llevas buscando toda una vida. Esa identidad que decías, ¿por qué esto no encaja? ¿Por qué narices la gente ve rojo cuando yo veo verde? ¿Por qué no siento lo que los demás sienten? ¿Por qué en los funerales no siento lo que tengo que sentir? ¿Por qué cuando he hecho un polvo con el amor de mi vida, no siento lo que tengo que sentir? Es decir, cosas buenas, malas y regulares que te hacen sentir toda una vida invalidada.

El duelo en el autismo es un tema imprescindible para no sólo entenderte mejor a ti mismo, sino también para que puedas defenderte ante los demás, para que puedas entender que no venías defectuosa o defectuoso, para que tú puedas entender qué diferencia hay entre un cerebro neurotípico y un cerebro dentro del espectro de la vida. Porque el no tener, o estar dañada la teoría de la mente, el no tener esa inferencia social es lo que hace que tú no entiendas el código social. Que tú no entiendas por qué la gente dice hola y adiós tropecientas cincuenta mil veces, porque tú no lo tienes, no tiene sentido.

Porque tú no entiendes por qué la gente habla de fútbol o de política si no es un tema de interés.

Porque tú no entiendes por qué narices cuando viene una visita a casa, ahí lo hice, es educación, tú te tienes que levantar porque esa regla social no lo entiendes y te has llevado unas broncas sin parar. O tú no entiendes por qué tu amigo Pepito se enfadó cuando un buen día dijiste me aburro me voy y te cogiste y te fuiste, así sin despeinarte. Todo eso empieza a encajar, pero hasta que encaja hay que pasar por este proceso y me encantaría deciros que te puedes librar. No, no te puedes librar, no te puedes librar y aunque hayas hecho mil trabajos psicológicos, te hayas leído 20.500 libros de autoyuda, no, no te libras.

Cuando entrego un diagnóstico y me dicen no, pero yo estoy muy trabajada, digo sí, sí, pero la hostia realidad que te vas a llevar ahora mismo, yo te aviso. Es tan imprescindible ser conscientes de que todo en nuestra vida va a empezar a girar. Yo sé que tú lo deseas, yo sé que llevas toda una vida sintiéndote incomprendido, sé desde lo personal y lo profesional que hubieras pagado oro para que esto alguien te lo hubiera explicado antes, pero no ocurrió, está ocurriendo ahora y lo que vas a empezar a sentir es el reajuste de tu propia identidad. Yo esto muchas veces lo que digo es es que en el fondo es un proceso de construcción total, es decir, como si tuviera una torre.