Miércoles 23 de abril - Lucas 24, 13-35. Lo reconocieron al partir el pan.

Lo reconocieron al partir el pan.

La escena evangélica de hoy es de las más entrañables, el camino de Maús.

Cómo Jesús se pone a caminar con dos de los discípulos que ya se marchaban, desanimados, cómo el sácerdote en contradizo, les pregunta de qué habláis, en fin, y consigue ya centrar la conversación en cómo tanto las Escrituras, los profetas, Moisés, cómo hablaban de que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria.

Y, de hecho, empieza una catequesis, el mismo Señor resucitado, que no le reconocieron al principio, y al final, cuando ya hace ese ademán de marcharse, le invitan a parte el pan, le invitan a quedarse, parte el pan, y se le abren los ojos en la Eucaristía.

Lo reconocieron al partir el pan e incluso en la Eucaristía se dan cuenta que ardía su corazón cuando Jesús les explicaba las Escrituras.

Es muy bonito saber que Jesús camina a nuestro lado invisible, o por lo menos visible pero no de un modo reconocible, porque Jesús se hace el encontradizo con cada uno de nosotros en cada momento de nuestra vida y nuestro problema es que no tenemos ojos de fe.

Ahora, si acudimos a la Eucaristía, si en la fracción del pan, que es el primer nombre que recibió la Eucaristía en la primitiva comunidad cristiana, en esa fracción del pan estamos, ahí Jesús se va a dar a conocer.

Hay muchas presencias de Cristo en la tierra, está en la Sagrada Escritura, está en los sacramentos, está en las personas más pobres, más necesitadas, pero entre todos los sacramentos la presencia más maravillosa, la presencia que llena más el corazón y que hace incluso arder nuestro corazón es la presencia eucarística.

El tiempo de Pascua es un tiempo profundamente eucarístico porque Jesús quiso el Jueves Santo adelantar sacramentalmente lo que iba a suceder en la Santa Cruz y en la Resurrección, Él quiso adelantarlo en la Eucaristía y cada vez que estamos en la Eucaristía, cada vez que celebramos la Eucaristía o que vamos a adorar, ahí está toda la fuerza del amor de Dios, toda la pasión de Cristo, la pasión del sufrimiento y la pasión del amor, hay en ese momento y por eso sí, nosotros somos personas eucarísticas, nosotros sin la Eucaristía no podemos vivir, sin la Eucaristía no podemos nutrir nuestra fe, aunque la gente vea la misa como un rollo, el domingo, qué aburrimiento, cuánta gente, cuánto hay que esperar, qué pesado el cura, cuánto habla, es que si no entendemos lo que es la Eucaristía, efectivamente nos aburriremos porque es siempre igual, pero si entendemos que la Eucaristía es el lugar donde a mí se me caen las escamas de los ojos y puedo reconocer a Jesús, que arda mi corazón, entonces cambia completamente.

Pregúntate cómo vivimos nuestras misas, qué actitud tenemos si vamos cada domingo con un deseo de encontrarme, no de cumplir, sino de encontrarme con el resucitado y efectivamente si vamos con ese deseo, yo estoy convencido que aunque estés en casa, no puedas salir, veas la misa desde un sillón, desde la cama, Él se va a hacer presente y se va a manifestar.