Entonces la joven los miró, le pareció que en efecto tenían maneras de mercaderes y un aspecto muy respetable, por lo cual fue a buscar a sus dos hermanas para pedirles parecer. Y ellas le dijeron: Déjales entrar. Entonces fue a abrirles la puerta, y le preguntaron: ¿Podemos entrar, con vuestro permiso? Y ella contestó: Entrad. Y entraron el califa, el visir y el portaalfanje, y al verlos, las jóvenes se pusieron de pie y les dijeron: ¡Sed bien venidos, y que la acogida en esta casa os sea tan amplia como amistosa! Sentaos, ¡oh huéspedes nuestros! Sólo tenemos que imponeros una condición: No habléis de lo que no os importa, si no queréis oír cosas que no os gusten. Y ellos respondieron: Ciertamente que sí. Y se sentaron, y fueron invitados a beber y a que circulase entre ellos la copa. Después el califa miró a los tres saalik, y se asombró mucho al ver que los tres estaban tuertos del ojo izquierdo.
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