La mirada inocente (Rosamari)

En el día de hoy, nuestra querida hermana Rosa Mari nos invita a darnos cuenta de cómo expresar la mirada inocente. Una mirada sincera, transparente y desnuda. Habla lenguaje del alma y del amor que lo impulsa. Es la mirada inocente del niño que te regala el juego y la ilusión sin necesitar palabras. Los ojos, la puerta del alma donde todo se dice, donde nada se habla. Pero sabes y comprendes que el silencio te regala la apertura de esa puerta donde la calma se instala.

Detente un instante y mira los ojos de tu amado o tu amada, tu amigo o compañero, tus padres o tu hermano o hermana. Y mírate al espejo y siente las palabras silenciadas que hablan de gozo, de esperanza y calma, de miedo y cansancio, de ilusiones renovadas, de alegrías y llantos, de confianza frustrada, de vida y renacimiento, de hastío y de desgana, de riqueza y de grandeza, de inocencia renovada, de abundancia y entrega, de perdón y desaliento, de entusiasmo y alabanza, de sueños y de juegos y de risas contagiadas.

Y ahí, cuando sientas el lenguaje sin decir una palabra, tu silencio va envolviendo y respetando su cara. Los latidos se hacen uno y comprendes lo que pasa. Se dice que una imagen vale más que mil palabras, y una mirada sincera te está abriendo su alma, y en esa desnudez es cuando el ser te abraza. Recuerda, el cuerpo refleja el estado del alma. El cuerpo manifiesta una verdad más elevada. La materia se expresa y toda ella es sagrada. Es pura y es bendita, es inocente. ¡Cuidarla! Puedes sanar tu cuerpo y limpiar heridas desde el amor sincero que en ti nace y habita. Reconoce que estás unido a la vida.

Formas parte del océano y a la vez eres gotita. Eres un ser hermoso, sin malicia, bondadoso, que se ama y que se cuida, luminoso, con una fuerza creativa, armonioso, que va aceptando sin prisas.

Eres pasión y gozo, alegría compartida, un ser feliz que abraza cada día, un ser completo que integra a lo que mira, un ser abierto que expande su energía, un ser poderoso que inspira con sus caricias. De corazón a corazón, por nuestra querida hermana Rosamari Ramírez del Cerro. Un fraternal saludo.