Por encima de sus aspectos guerreros Mitra es señalado como el “genio
puro de la luz”. Mitra encarna la pureza del espíritu luminoso, la luz
contenida en la luz podría decirse, y esta será la característica que lo
definirá por encima de cualquier otra. Mitra y el Sol llegan a conformar
una sola entidad. Así aparece en su iconografía y en la propia raíz de
su nombre, mir, que quiere decir “sol”. Mitra también significa “lluvia”, al igual que Metatron, el “ángel de la Faz” de la Cábala, pero una lluvia que no es sino descenso vivificador de las influencias emanadas del Sol espiritual.1 Mitra es en sí mismo ese Sol metafísico manifestándose en el mundo del hombre, y es en este sentido que se le ha identificado también con Apolo, y con Cristo, cuya palabra es igualmente luminosa y salvífica. Ante su potencia luminosa nada puede Ahriman o cualquier otra entidad que pretenda oponerse al orden interno del mundo, del que Mitra es un protector y al mismo tiempo esa “luz
dentro de la luz” que anuncia misterios aún más profundos, simbolizados en la “luz más que luminosa” que está en el núcleo más interno de las enseñanzas de Mitra, y que un neoplatónico cristiano como Dionisio Areopagita, en el siglo VI, convertiría en el eje central de su pensamiento, influido también por Proclo y su desarrollo de los misterios órficos contenidos en la filosofía de Platón. El emperador Juliano, neoplatónico e iniciado en los misterios de Mitra por el filósofo Máximo de Éfeso, se dirige a Mitra en estos términos:
Este Sol que el género humano contempla y honra desde toda la eternidad, y cuyo culto hace su felicidad, es la imagen viva, animada, razonable y bienhechora del Padre Inteligible.
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