Muerte en la Vicaría, Agatha Christie (Avance)

Queridos oyentes, dicen que la verdad siempre encuentra su camino, al igual que
una anciana con buen ojo para los detalles y una taza de té en la mano. Me
complace anunciar que he vuelto al podcast de Olga, donde el misterio y la
astucia nunca pasan de moda. Como bien sabéis, los crímenes más desconcertantes
suelen esconderse en los lugares más inesperados. Y es allí donde una mente
observadora encuentra su mejor entretenimiento. Así que preparaos
queridos amigos, porque los enigmas no descansan, y yo tampoco. Con acepto, Jane.
Muerte en la vicaría, Agatha Christie. El asesinato del coronel Proderor
conmociona al pueblo de Saint Merimid, donde el principal entretenimiento
consiste en tomar el té y chismurrear. Entre los vecinos de Saint Merimid, la
persona más entrometida, observadora y sagaz es Miss Marple. Su intervención será
decisiva en la resolución de un crimen para el que no faltan sospechosos. ¿Me
acompañas? Capítulo 1. Es difícil saber exactamente dónde
empieza esta historia, pero he elegido cierto miércoles, a la hora de la comida,
en la vicaría. La conversación, aunque no relacionada
fundamentalmente con el asunto que nos ocupa, presentó algunos sugestivos
incidentes que influyeron más tarde en los acontecimientos.
Acababa de trinchar unos pedazos de carne de buey, bastante dura por cierto, cuando
al volver a sentarme observé con un espíritu que mal cuadraba a mi hábito
que quien asesinara al coronel Proderor prestaría un buen servicio a la
humanidad. Esas palabras pesarán contra usted cuando me encuentre al coronel
bañado en sangre, repuso inmediatamente mi joven sobrino Denys. Mary declarará
¿verdad Mary? y describirá la forma vengativa en que usted blandió el
cuchillo de trinchar mientras las pronunciaba.
Mary, que consideraba su servicio en la vicaría sólo como un primer paso hacia
cosas mejores y sueldos más elevados, se limitó a contestar. Narices, y puso de
mala manera delante de Denys una fuente llena de verduras.
¿Se ha vuelto muy difícil acaso? se limitó a preguntar mi esposa con simpatía.
No contesté inmediatamente, pues Mary, dejando la fuente de verduras sobre la
mesa, me ofreció otra fuente llena de carne, cuyo aspecto no resultaba muy
apetitoso. No gracias, dije, dejó la fuente en la mesa y se retiró. Es una lástima
que yo sea tan mala ama de casa, dijo mi esposa con un tono de pena.
Mi esposa se llama Griselda, nombre muy apropiado para la compañera de un
pastor, pero ahí termina la adecuación, nada tiene de humilde o sumisa. Siempre
he sustentado la opinión de que los clérigos deberían permanecer solteros.
Todavía no comprendo por qué pedía Griselda que se casara conmigo, al cabo
de 24 horas de conocernos. Sólo se debe uno casar después de larga meditación,
siendo la comunidad de gustos e inclinaciones un detalle de suma
importancia. Mi esposa es casi 20 años más joven
que yo, muy hermosa, totalmente incapaz de tomar cosa alguna en serio y
absolutamente incompetente, requiriéndose mucha paciencia para
convivir con ella. He tratado en vano de darle una formación espiritual. Ahora
estoy más convencido que nunca de que el celibato es el estado perfecto para el
clérigo. Se lo he insinuado a Griselda repetidas
veces, pero mis palabras únicamente la han hecho sonreír.
Si por lo menos trataras de tener algún cuidado, querida, le dije mirando la
fuente de pudding. Ya lo hago algunas veces, repuso. Sin embargo, creo que las
cosas se empeoran cuando...