ND PREMIUM (14x25) - MISTERIOS EN LAS CATACUMBAS

Aquí comienza NUEVA DIMENSIÓN Con Juan Gómez Muy buenas noches amigos.

Estamos a principios de la década de los años 90 del pasado siglo.

En las entrañas, bajo la ciudad de París, un grupo de personas entran de forma ilegal en sus catacumbas.

Son conocidos como los catafiles o catafilios.

Personas que, atraídas por el misterio, por lo lúgubre y lo desconocido, exploran de forma clandestina los túneles que hay bajo el subsuelo de una ciudad que muchos, o al menos según muchos dicen, está sustentada bajo millones y millones de huesos humanos.

Estamos hablando amigos de más de 300 kilómetros de túneles subterráneos.

Así es, más de 300 kilómetros de una vasta red formada principalmente por antiguas canteras de piedra que comenzaron a explotarse en la época romana y que se expandieron durante la Edad Media para construir los edificios que luego serían los que todo el mundo fotografía, los edificios de la ciudad de París.

De esos 300 kilómetros, sólo aproximadamente no llega dos están abiertos al público.

El resto son para muchos un absoluto misterio donde nadie sabe exactamente qué se encierra en ellos.

Es tanta la extensión que aún hoy en día hay zonas que no han sido mapeadas, otras por ejemplo han colapsado y otras zonas están absolutamente restringidas.

Bien, ese día de 1990, uno de estos catafilios, uno de estos exploradores, se adentra en una de las zonas más profundas y desconocidas de las catacumbas de París.

El suelo está encharcado y entre las paredes y también por el suelo hay una visión dantesca.

Huesos humanos están desperdigados por todas partes.

Si en la zona visitable esos huesos están, vamos a decir, escrupulosamente colocados creando muros o extrañas columnas donde los huesos casi forman en ocasiones un simétrico mosaico, una especie de extraño o extraña obra de arte, aquí están todos tirados por el suelo, carcomidos por la humedad y quizá por alguna que otra limaña.

En varias zonas esos huesos están amontonados, casi escondidos, como si sus dueños hubieran sido emparedados, todos rotos, los cráneos se mezclan entre el resto de quién sabe cuántos y cuántos individuos.

Cada pisada de uno de estos exploradores ilegales se convierte casi en un acto de valentía, cuando bajo sus pies crujen algunos por lo inevitable que tiene que ser el hecho de pisar sin en ocasiones encontrar el suelo de hormigón.

Hay en ocasiones varios centímetros de huesos entre los pies de los que caminan por esa zona y el hormigón que sustenta ese mismo suelo.

De repente, uno de estos exploradores encuentra algo.

Entre el amasijo de restos humanos hay una cámara de vídeo.

Sé que esto parece, amigos, el guión de una clásica película de terror, pero fue absolutamente real.

¿Qué hacía esa cámara en ese lugar? ¿Quién la llevó hasta allí? ¿Y por qué estaba allí? Sin saber muy bien qué hacer, el explorador decide salir de ese lugar para revisar su contenido y lo que ve el impacto le sobrecoge.

La sensación es tan desconcertante que decide entregar el vídeo a las autoridades para que indaguen lo que aparece en su grabación.

Solo una única grabación, pero una grabación digna, como digo, del inicio de una auténtica película de terror.