NO ANONIMOS 20-5-2025

Cuando venía hacia la iglesia, suelo hacerme el camino andando, son cuatro kilómetros y me viene bien para irme centrando un poco.

Venía lo primero acordándome del momento en el que me he puesto unas plantillas, se me doblan los pies para adentro, y me estaba haciendo daño el calzado y he tenido que parar en una farmacia y ponerme unas tiritas.

Comentaba antes al güey, yo siempre a cada cosa que te pasa lo intento sacar un punto positivo.

Dice, pues a lo mejor el positivo de hoy es que tienes que venir un poco haciendo penitencia.

Bueno, pues no tengo que venir haciendo penitencia, no sé.

Pero a esa penitencia que tenía andando con el calzado que me estaba molestando, de repente empiezo a oír un ruido, clac, clac, clac, clac, detrás de mí.

Y bueno, pues dices, viene detrás una chica seguramente, y este es el ruido de los tacones que está al andar.

Y claro, al cabo de un rato dices, pues lleva la misma velocidad que yo y sigo yendo los tacones exactamente igual detrás de mí.

Y siempre también intento trabajar un poco, intento trabajarme y decir, tolerancia, tolerancia, o sea, no pasa nada.

No pasa nada, ¿sí? Hasta que llega un momento en el que he dicho, él a la calle Goya, y la bajada es muy larga, y dices, tolerancia, pero es que esto ya no es tolerancia, ¿no? O sea, estoy sintiendo continuamente un ruido que es muy molesto, ¿y qué puedo hacer? Y algo tan simple como detenerte, pararte un momento, y acordarme de algo que el otro día escuché en una charla tuya.

Pararme y tomar distancia.

Tomar distancia y ver las cosas desde otro punto.

El otro punto era que la chica pasó y los tacones se fueron perdiendo, y ya el ruido desapareció.

Dices, bueno, pues esa distancia que en un momento determinado podemos tomar en nuestras vidas, tan solo parando, mirando qué es lo que está ocurriendo.

Verlo todo como un observador y tomar las decisiones adecuadas.

Yo antes, y creo que el güey estará muy de acuerdo conmigo, esa distancia la tomaba en un bar.

Ese parón lo hacía consumiendo.

Era la única manera de parar y de tomar distancia que yo tenía, que yo, no os voy a decir conocía, era en realidad lo único.

Y se convertía obviamente en el motivo principal de tu vida.

Cada vez que algo te molestaba, sabías cómo tomar distancia.

Y esa forma de tomar distancia que nosotros teníamos, con el tiempo se va convirtiendo en un hábito.

Con el tiempo se va convirtiendo en una adición.

Y con el tiempo te quedas en esa distancia.

Ya no es que quieras tomar distancia, no, no, es que estás a una distancia enorme del resto de la gente.

Del resto de la gente me refiero de tu familia, del resto de la gente me refiero de tus amigos, de tus compañeros de trabajo, de todo el mundo.

Te quedas a una distancia enorme que se va acrecentando con la adición.

Y tú tal vez no eres consciente, pero el resto sí, el resto cada vez te ven como más lejos.

El resto te verán como esa chica que dejé pasar, que seguía con los tacones andando, pero que efectivamente ha ocurrido algo en tu vida, de lo cual no somos conscientes o no queremos ser conscientes.

O perdonad, la enfermedad, porque la adición es una enfermedad, una enfermedad muy grave, no nos permite ser conscientes de ello.

Y claro, esto que os puede parecer como una tontería, el juego este de los tacones, de tomar distancia,