
No sólo seamos lectores de la Biblia, sino también hacedores de ella

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Santiago 1:22-25: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace”.
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No seamos lectores, no solo seamos lectores de la Biblia, sino también hacedores de ella. Ahí está la idea principal del mensaje de hoy.
¿Por qué celebramos el Día de la Biblia? Fíjense que esto nació allá por el año 1549. Un reformador inglés sintió en su corazón el promocionar un día para dar gracias a Dios por la palabra del Señor. Y el día domingo, segundo domingo de diciembre, es el que él promocionó y así a lo largo del tiempo ha sucedido. No omito decir que algunos lo celebran en el mes de septiembre. Hay denominaciones en particular que lo celebran en el mes de septiembre. Nosotros, como Asamblea de Dios, estamos suscritos al segundo domingo de diciembre, como nació en 1549.
La razón es porque sintió el reformador el valor y la importancia de poder valorar y considerar que este es un tesoro puesto en nuestras manos de parte de Dios. Y esta palabra, este tesoro, ha pasado por dificultades, por circunstancias adversas, buscando la manera de que no llegara esta palabra a sus manos. Pero la palabra de Dios dice para siempre, oh Jehová, permanecerá tu palabra.
Y si usted va a la historia, si usted va a la consideración de cuánto ha sufrido este libro, usted se va a extrañar, se va a admirar y al final podrá decir, te doy gracias Señor, porque la tengo en mis manos y la tengo en mi alma y me regocijo y me deleito delante de ti por lo que tú has expresado para mi bien, para mi propia vida espiritual y por qué no decirlo también de manera física.
La palabra de Dios en el Salmo 119, versículo 10, 11 y 12 dice, con todo mi corazón te he buscado, no me dejes desviarme de tus mandamientos, que equivale a su palabra. En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Jehová, enséñame tus estatutos. Sabe que para ese momento este compendio no existía. Sabe que para ese momento estaban dispersos los primeros escritos de Moisés y a eso es que está refiriéndose el salmista.
Ahora nosotros tenemos la dicha de tener la palabra completa y entonces tenemos más ventaja que los anteriores, los que nos precedieron a nosotros. Y ahora tenemos una variedad de versiones, hay que tener cuidado con la palabra traducciones. Nosotros tenemos una variedad de versiones, eso en algún momento ha facilitado la comprensión del lenguaje castellano primitivo, por decirlo.
Hay una palabrita que en algún momento a algunos nos moví y no la entendíamos, yo lo voy a decir así, insensato. ¿Y esto qué quiere decir? Una palabrita insensato, pero pasábamos de largo como insensatos y quedábamos insensatos. Pero la versión, Dios habla hoy, que es traducción al lenguaje sencillo y popular.
En un momento se dice la versión popular. Entonces la palabra, ¿cuál fue la que le dije? Insensato. Ahí dice no sean tontos. Ah, entonces ahora sí lo entendí. Vean ustedes entonces para qué sirven las versiones. Hay versiones que están con un lenguaje muy clásico, un lenguaje pero tan bueno para cambiar nuestro léxico, porque se dice que leyendo es que nosotros mejoramos nuestro hablar. Salimos de aquellas mil palabras que añoramos.