

Description of La nueva proliferación nuclear
La política exterior de Donald Trump está generado tensiones con los aliados tradicionales de Estados Unidos en Europa, pero, al mismo tiempo está siendo muy bien recibida en Moscú. Este cambio tiene serias implicaciones para la seguridad europea, especialmente en Ucrania, pero también plantea riesgos aún mayores, como una proliferación nuclear desenfrenada. Aunque podría parecer que una relación más cercana entre Estados Unidos y Rusia reduciría el riesgo de guerra nuclear, la realidad es que las acciones de Trump incentivan a países con potencial nuclear latente, como Corea del Sur, Japón, Alemania, Bélgica, Italia, España y los Países Bajos, a desarrollar sus propios arsenales, aumentando los riesgos de un uso nuclear inapropiado, terrorismo y accidentes.
Durante ocho décadas Estados Unidos ha sido el garante de la seguridad de muchos países en Europa y Asia, a quienes ha ofrecido un "paraguas nuclear" que hasta la fecha ha limitado la proliferación de este tipo de armamento. Actualmente solo nueve países poseen armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. Hay 190 países que forman parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, que entró en vigor en 1970. Tras la implosión de la Unión Soviética y gracias a las garantías estadounidenses, países como Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia renunciaron a sus arsenales nucleares. Este sistema de garantías ha sido fundamental para la seguridad mundial, evitando que el número de potencias nucleares creciese.
Pero esta última encarnación de Trump está restando credibilidad a esas mismas garantías. Sus aliados sienten que se han quedado solos. Los miembros europeos de la OTAN temen a Rusia y, en el Pacífico, Japón, Taiwán y Corea del Sur hacen lo propio con China y Corea del Norte. Bastaría con que sólo uno de estos países decidiera desarrollar un programa nuclear propio para que se desencadenase de forma automática un efecto dominó que acabaría para siempre con la no proliferación de los años 60 y 70. En Europa, la situación es preocupante debido al auge de partidos identitarios de derecha en Francia, Alemania y Polonia, que quieren impulsar políticas nucleares independientes. Por ejemplo, Marine Le Pen en Francia ha expresado su rechazo a compartir armas nucleares, mientras que en Alemania y Polonia se debate el desarrollo de capacidades nucleares conjuntas.
Hay analistas que creen que no es del todo mala idea, que más armas nucleares podrían estabilizar el mundo y esgrimen la Guerra Fría como ejemplo. En aquel entonces la destrucción mutua asegurada evitó un conflicto directo entre las dos superpotencias. Pero fomentar la proliferación nuclear es extremadamente peligroso. La historia nos enseña que el desarrollo de armas nucleares genera desconfianza y tensiones, incluso entre aliados, como ocurrió con Francia y Estados Unidos en los años 60, o con China y la Unión Soviética en esa misma época. Además, más países con armas nucleares incrementaría los riesgos de lanzamientos accidentales, sabotajes o actos terroristas, especialmente en países con recursos limitados para garantizar la seguridad de sus arsenales.
El entorno global, en definitiva, se ha vuelto más inseguro y hoy por hoy la no proliferación nuclear se encuentra en peligro tras muchas décadas de estabilidad y cierto equilibrio.
En La ContraRéplica:
0:00 Introducción
4:11 La nueva proliferación nuclear
30:18 La Siria de Ahmed Sharaa
37:41 Trump para los estadounidenses
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Soy Fernando de Azuillanueva, hoy es 17 de marzo de 2025, y esto es la Contracrónica.
La política exterior de Donald Trump está generando tensiones con los aliados tradicionales de Estados Unidos en Europa, pero al mismo tiempo está siendo muy bien recibida en Moscú. Este cambio tiene serias implicaciones para la seguridad europea, especialmente en Ucrania, pero también plantea riesgos aún mayores, como una proliferación nuclear desenfrenada. Aunque podría parecer que una relación más cercana entre Estados Unidos y Rusia reduciría el riesgo de una guerra nuclear, la realidad es que las acciones de Trump incentivan a países con potencial nuclear latente y posibilidades de desarrollar un arsenal propio, como puede ser Corea del Sur, Japón, Alemania, Bélgica, Italia, España o los Países Bajos, a desarrollar sus propios arsenales, aumentando los riesgos de un uso nuclear inapropiado, de terrorismo o de accidentes.
Durante ocho décadas, Estados Unidos ha sido el garante de la seguridad de muchos países en Europa y en Asia, a quienes ha ofrecido algo parecido a un paraguas nuclear, que hasta la fecha ha limitado con bastante éxito a la proliferación de este tipo de armamento. Actualmente, solo nueve países en todo el mundo poseen armas nucleares. Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte.
Hay 190 países que forman parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, un tratado que entró en vigor en 1970, hace ya más de 50 años. Tras la implosión de la Unión Soviética y gracias a las garantías estadounidenses, países como Ucrania, Kazajistán o Bielorrusia, antiguas repúblicas soviéticas, renunciaron a sus arsenales nucleares, cual los arsenales nucleares soviéticos que estaban en su territorio. Este sistema de garantías ha sido fundamental para la seguridad mundial, evitando que el número de potencias nucleares creciese. Pero esta última encarnación de Trump, que está siendo algo distinta, bastante de hecho, a la primera, está restando credibilidad a esas mismas garantías.
Sus aliados sienten que se han quedado solos. Los miembros europeos de la OTAN temen a Rusia, y en el Pacífico, Japón, Taiwán o Corea del Sur hacen lo propio con China y Corea del Norte. Bastaría con que solo uno de estos países decidiera desarrollar un programa nuclear propio por su cuenta para que se desencadenase automáticamente un efecto dominó que acabaría para siempre con la no proliferación de los años 60 y 70. En Europa, la situación es especialmente preocupante debido al auge de partidos identitarios en Francia, Alemania o Polonia que quieren impulsar políticas nucleares independientes.
Por ejemplo, en Francia, Marine Le Pen ha expresado su rechazo a compartir las armas nucleares francesas, mientras que en Alemania y Polonia se debate el desarrollo de capacidades nucleares conjuntas. Hay analistas que creen que no es del todo mala la idea, que más armas nucleares podrían estabilizar el mundo y esgrimen la Guerra Fría. En aquel entonces, la destrucción mutua asegurada evitó un conflicto directo entre las dos superpotencias, pero fomentar la proliferación nuclear es extremadamente peligroso.
La historia nos enseña que el desarrollo de armas nucleares genera desconfianza y tensiones, incluso entre aliados, como ocurrió con Francia y Estados Unidos en los años 60 o con China y la Unión Soviética en esa misma época. Además, más países con armas nucleares incrementarían los riesgos de lanzamientos accidentales, de sabotajes o de actos terroristas, especialmente en países con recursos limitados para garantizar la seguridad de sus arsenales. El entorno global, en definitiva, se ha vuelto más inseguro y hoy por hoy la no proliferación nuclear se encuentra en peligro tras muchas décadas de estabilidad y cierto equilibrio.
El cambio un tanto radical en la política exterior estadounidense que ha propiciado Donald Trump en muy poco tiempo, en apenas dos meses, serán dos meses dentro de tres días. Esta misma semana cumplirá dos meses en la Casa Blanca, dos meses vividos muy a fondo. Dos meses que han sido tan intensos que los que nos dedicamos al análisis de política internacional casi no hemos podido dedicarnos a otra cosa más que hablar de todas las cosas que ha ido haciendo y sobre todo diciendo Donald Trump en estos últimos dos meses. Este cambio radical de política exterior está consiguiendo muchas cosas. Una de ellas es distanciar a los aliados.