
El nuevo libro sobre José Bretón : PARTE 3

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Hizo una pausa y trató de buscar otras palabras, de decirlo más expresivamente, pero no supo.
Hay muchas parejas que se separan y a cabo de un tiempo se dan cuenta de que no pueden vivir uno sin el otro, o que pueden vivir pero mucho peor, y entonces se reconcilian. ¿Por qué no pensaste en eso? No lo sé. Ruth tenía muy claro que no había ninguna posibilidad, pero yo también lo pensaba. Nuestra relación sentimental se había acabado, ¿por qué, José? Bueno, por eso yo le propuse que convivieramos en la misma casa, que siguiéramos juntos aunque cada uno hiciese su vida. Ella podría estar con Alfonso, pero Alfonso se acaba de casar. O sea, Alfonso, antes...
O sea, estamos hablando del mismo mes, porque esto es en la línea temporal del mismo mes. Se acababa de casar y tú le estás diciendo que viva con Alfonso. Aquí hay algo que no me cuadra o algo que no me están contando. Aquí hay algo, sinceramente, no sé si a vosotros os pasa, pero esto que me está contando este tío no me cuadra. O sea, vamos a ver, me estás diciendo que te la encuentras un día triste porque Alfonso se acaba de casar. Alfonso es su antiguo novio. Y ahora vienes tú, en menos de un mes, a decirle que viva con Alfonso.
A ver, José, vamos a centrarnos. Yo no soy periodista como nos dice. A ver, José, acéntrate porque yo me estoy perdiendo. Aquí o las líneas temporales se cruzan o esto es un mundo paralelo. Pero explícame cómo Ruth iba a estar con Alfonso si Alfonso se acababa de casar. Lo ha dicho él, ¿no? Vamos a seguir en la vida de Alfonso. Si es que lo quería, claro, Alfonso se acaba de casar como lo quiere, vuelve con él. Y yo podría encontrar otra mujer, pero los dos tendríamos nuestros hijos.
Eso es lo que yo deseaba, que no se perdieran para ellos ansiedad de hogar y que pudiéramos vernos todos los días. O sea, es lo que le pedía ser felices los cuatro, como la canción de Maluma, ¿eh? Maluma. Maluma, ¿eh? Maluma. Maluma. Pues el Maluma ese, felices los cuatro, quería el tío, ¿sabe? Dudó durante un instante y se recorrigió. Se lo propuse en la carta que le escribí, pero no me atreví a proponérselo en persona. Cuando nos reunimos aquellos días, porque solo con verle la cara, me daba cuenta de que me iba a responder con una negativa profunda.
Rotunda, ¿no? Te iba a decir, José eres gilipollas, ¿no? O sea, vamos a ver, tú le llegas a tu mujer y le dices, cariño, mira, yo no quiero separarme de mis hijos. Tú vete con Alfonso, que se acaba de casar, pero en la misma casa, yo me busco otra mujer, nos metemos los cuatro en la misma casa y criamos a nuestros hijos, ¿no? O sea, ¿tú qué te crees? O sea, José, no rotundo, ¿qué crees que te hubiese dicho Ruth? Pensadlo vosotros.
Estaba claro que no quería negociar nada conmigo. Se sentía, se tenía que hacer todo como ella había decidido que se hiciesen. Hombre, si lo normal es eso, normalmente eran los cuatro allí con los niños, eso es lo más lógico. Por eso poco a poco me fui convenciendo de que la única salida era acabar con la vida de mi hija Ruth y mi hijo José. Bretón le propuso eso a Ruth, tácitamente, en la larga carta que le entregó el día antes de matar a los niños.
Nombró tonto a ese hombre porque es muy importante en tu vida y, por tanto, en la mía. Y no sé si es una comparación buena, pero yo voy a luchar por nuestra familia, como tú has luchado a lo largo de tu vida por él. O sea, tú fíjate cómo nada más que para de echar mierda con Alfonso. Él lo único que dice es que, Alfonso, Alfonso, Alfonso. Y como tú ibas con Alfonso, yo me tengo que cargar a mis hijos.
Sigue echándole la culpa a Ruth de lo que hizo, ¿vale? Tú y él sois importantes el uno para el otro, pero yo lo acepto y lo admito así. No nombraba a Alfonso, pero aceptaba que siguiera presente en su vida.
Aunque ese consentimiento estaba tan entrevesado en promesas de amor y en ruegos de todo tipo que no parecía muy decidido.
O sea, la carta sería para leerla. La carta se la habría escrito un zumbado. O sea, la carta yo me la imagino. Te quiero mucho, te amo, te deseo, vuelve conmigo, no sé qué, pero si quieres estar con Alfonso, porque no sé qué, porque tal.
Yo no leí la carta, pero viendo lo que está diciendo, me hago una idea de la paranoia que este tío tuvo que escribir en esa carta y me imagino la cara del psicólogo cuando vio la carta que había escrito éste.
Y le dijo la... Ruth le dijo al psicólogo, mira, ¿qué más te diría el psicólogo? Vete, lo dije. Ni de coña vuelvas con éste. O sea, me parece brutal, ¿no? Muchas de las mentiras de un ser humano son sinceras. Quien las repite, las cree con convencimiento. Es lo que pensé de José Bretón al oírla hablar.
Ya me había contado antes en sus cartas ese relato de los hechos, pero en la cárcel, al ver cómo lo explicaba personalmente gesticulando con los ojos enrojecidos, tuve la certeza de que lo creía de verdad.
Tal vez se lo ha contado a sí mismo tantas veces desde el 8 de octubre del 2011, que ha aceptado pensando que esa es la verdad.
A menudo no somos capaces de soportar nuestros errores o nuestros actos miserables e inventamos argumentos decorosos para justificarlos.
Si el día en que nuestra madre murió dejamos de visitarla en el hospital para ir a un hotel con un amante insustancial que estaba de paso en la ciudad, seguramente inventaremos que sentíamos por él un amor romántico, imperioso y que no había lujuria sino pasión.
Después, en los siguientes meses y años, nos repetiremos la historia de ese grandioso hombre.