Ocupar el sitio de Dios: Tentación contra la esperanza

El Señor tentado por Satanás.

De las tres tentaciones que el demonio incita a Jesús, quizás la que más puede afectarnos a nosotros no es la tentación contra la fe, sino que quizás es contra la esperanza, el deseo del éxito, lo que San Juan cita como la concupiscencia de los ojos, o todo lo que se puede comprar en poner nuestras esperanzas en las cosas de la tierra.

Es que quizás eso puede ser que nos coja lejos, pero es que el corazón humano en esta tierra tiene unas ganas enormes de triunfar.

San Juan llama a este deseo concupiscencia de los ojos, como si el hombre se deslumbrara por los focos del éxito.

Bueno, las que habéis trabajado en colegios y tenéis sobrinas y preguntas a las niñas, te dirán muchas que quieren ser famosas, influencers, y los niños jugadores de un gran equipo de fútbol, que la camiseta con su nombre lo lleven, su número lo lleven los inmigrantes cuando llegan en padera.

Los adolescentes ya quisieran tener una estrella en una avenida de Hollywood, como las grandes actrices, y ellos desearían triunfar en una sola operación de bolsa, forrarse y tener de novia a una supermodelo.

Claro, eso quizás la gente más joven, los adultos, pueden desear que les toque la lotería para llevar una vida más desahogada, tener dinero, ganar unas oposiciones, disfrutar de una buena jubilación, para tener una buena calidad de vida.

El diablo, claro, sabe de esa ansia que tiene el hombre por triunfar y lo que quiere utilizarla para conseguir su objetivo.

Lo que busca con las tentaciones es que nosotros queramos ocupar el sitio de Dios.

Eso es lo que el enemigo quiso, como hacerse el amo.

Nos tienta para que nosotros nos parezcamos a él, seamos de su bando, ocupar la silla de Dios.

En la segunda tentación que Satanás dirige a Jesús en el desierto, se observa que lo que pretende el enemigo es que Jesús desee ocupar el sitio de Dios, porque bien sabe el demonio que el hombre tiene muy arraigado ese deseo de triunfar, de que todo salga bien, que todo sea positivo en su vida.

Y ya que el ser humano tiene muy arraigado ese deseo de triunfar, lo que pretende el demonio es que en vez de servir a Dios, nos sirvamos de Dios para conseguir todo, como si Dios fuera un anillo de poder.

Quiere el enemigo de nuestra alma que tomemos a Dios como un instrumento al servicio de nuestros fines.

Se trata de personas buenas, al servicio de fines espirituales y buenos, apostólicos y de todo tipo, pero al servicio nuestro.

Así rebajamos a nuestro creador, tratándole como un sirviente.

Algunas veces Dios sería tratado como un servidor importante, pero no dejaría de ser un criado al que utilizamos para nuestros fines.

Tienes que hacerme esto, tienes que hacerme lo otro.

En la segunda tentación, en el desierto, el diablo, al ver que Jesús era una persona virtuosa y llena de espiritualidad, la insinuación para que Jesús se pusiera en el lugar de Dios, porque Satanás no sabía que Jesús era Dios, sabía que era el Mesías, una persona virtuosa, pero quería tantearlo para ver.

No se podía imaginar que un hombre fuera Dios.

¿Cómo Dios va a humillarse tanto? Bueno, la tentación es bastante civilizada.