

Description of El Padre-Cosa, de Philip K. Dick
La historia de hoy nos nos sumerge en la vida de Charles Walton, un niño que comienza a notar comportamientos extraños en su padre. Lo que al principio parecen ser pequeñas anomalías pronto se convierte en una aterradora revelación: su padre ha sido reemplazado por una réplica alienígena.
"El Padre-Cosa" explora temas profundos como la desconfianza, la pérdida de la inocencia y el miedo a que nuestros seres queridos no sean quienes aparentan ser. Publicada por primera vez en 1954, esta obra refleja las ansiedades de la época respecto a la identidad y la invasión, temas recurrentes en la ciencia ficción de mediados del siglo XX.
Además, este relato ha trascendido el papel, siendo adaptado en 2017 como un episodio de la serie "Philip K. Dick's Electric Dreams", protagonizado por Greg Kinnear en el papel del padre.
Prepárate para adentrarte en una historia que desafiará tus percepciones y te hará cuestionar la realidad que te rodea.
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¡Anda, Olga! ¿Cómo estás? ¿Cómo tú por aquí?
Hola, Juan Carlos. Buf, qué día llevo. Hoy necesito concentrarme, pero entre el ruido
de la calle y los vecinos es imposible. Por suerte tengo solución a eso. Pasa, te
invito a un café en mi refugio. ¡Ostras! Aquí el mundo se detiene.
Así es. Este es mi espacio, mi tranquilidad. Claro, así sí.
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Los cuentos de la Casa de la Bruja presentan El Padre Cosa, de Philip K. Dick.
La cena está preparada, dijo la señora Walton. Ve a buscar a tu padre y dile que se lave
las manos. Aplícate el mismo cuento, jovencito. Trasladó una cacerola humeante a la mesa.
Te encontrarás en el garaje. Charles vaciló. Solo tenía ocho años y el problema que le
atormentaba habría confundido a Hillel. Joe empezó titubeando. ¿Qué pasa? June Walton
percibió el tono inquieto de la voz de su hijo y su busto maternal se agitó de alarma.
¿No está Ted en el garaje? Por el amor de Dios, estaba afilando las tijeras de podar
hace unos minutos. No habrá ido a casa de los Anderson, ¿verdad? Le dije que la cena ya estaba
en la mesa. Está en el garaje, contestó Charles. Pero está… está hablando consigo mismo.
¿Hablando consigo mismo? La señora Walton se quitó el delantal de plástico y lo colgó en el pomo de
la puerta. ¿Ted? Nunca habla solo. Ve a decirle que ya puede venir. Vertió café humeante en las
tazas de porcelana azul y blanca y procedió a servir el maíz cubierto de crema. ¿Qué mosca te
ha picado? Ve a avisarle. No sé a cuál de ellos decírselo, farfulló Charles desesperado. Los dos
son iguales. John Walton estuvo a punto de soltar la cacerola de aluminio. Por un momento el maíz
cubierto de crema se tambaleó peligrosamente. Jovencito. Empezó en tono de irritación, pero
Ted Walton entró en la cocina. Aspiró el aroma de la cena y se afrotó las manos. ¡Ajá! exclamó.
¡Estofado de cordero! ¡Estofado de buey! murmuró John. Ted, ¿qué estabas haciendo ahí fuera?
Ted ocupó su puesto y desdobló la servilleta. He afilado las tijeras de podar como una hoja
de afeitar, engrasadas y afiladas. Será mejor que no las toques o podrías quedarte sin mano.
Era un hombre atractivo, de treinta y pocos años, abundante cabello rubio, brazos fuertes,
manos grandes, rostro cuadrado y brillantes ojos castaños. ¡Caramba! ¡Qué buen aspecto
tiene este estofado! Menudo día he tenido en la oficina. Como todos los viernes, ya sabes.
El trabajo se amontona y las cuentas deben estar terminadas a las cinco. Alma Kinley afirma que el
departamento podría encargarse de un 20% más de trabajo si organizáramos la hora de comer,
haciendo turnos para que siempre se quedara alguien. Se dirigió a Charles. Siéntate y
empecemos. La señora Walton sirvió los guisantes congelados. Ted dijo mientras se sentaba,
¿tienes algo en mente? ¿En mente? parpadeó. No, nada fuera de lo normal. ¿Por qué?
John Walton miró a su hijo inquieta. Charles estaba sentado muy tieso, inexpresivo,
blanco como la tiza. No se había movido ni desdoblado la servilleta, ni siquiera