Padre perdónalos
" Y Jesús decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.", Lucas 23:34(a).
Las primeras palabras que Jesús pronunció en la cruz fue una oración intercesora. Él oró al Padre para solicitarle que perdonara a todos aquellos que estaban consintiendo en su muerte.
Sabemos que Jesús pasaba mucho tiempo orando en privado y, seguramente, en esas ocasiones intercedía por sus enemigos. En la cruz Jesús estaba también rogando al Padre por sus enemigos. Sólo que, en esta ocasión, no fue una oración privada ya que, obviamente, no había cómo hacerlo en privado. La oración pública de Jesús fue un reflejo de lo que Él acostumbraba a hacer en privado.
Jesús, como hombre, estaba perdonando a sus ejecutores; pero dejó al Padre la decisión de perdonarlos divinamente. Él no les dijo “sus pecados son perdonados”, pero, rogó a Dios el Padre por el perdón de la multitud.
Durante su ministerio, Jesús perdonó sólo a quienes pusieron su fe en Él; así que, esta solicitud de Jesús al decir “perdónalos”, no significaba una orden de Jesús al Padre (te recuerdo que Jesús estaba sujeto al Padre, no al revés). No fue una orden, pero un ruego. Jesús no estaba pidiendo el perdón automático de todos los que estaban agraviando ya que, por supuesto, el perdón de Dios está condicionado a que el pecador se arrepienta.
Al decir Jesús “perdónalos”, estaba manifestando que en su corazón no había ni amargura, ni resentimiento, ni odio, ni falta de perdón hacía sus enemigos. Así que Jesús se mantuvo en perfecta santidad, es decir sin pecado, hasta su último aliento de vida.
En esta intercesión, Jesús cumplió Su propio mandato de Mateo 5:44: “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por los que les persiguen”. Jesús en la cruz estaba mostrando su amor hacía sus enemigos, orando por ellos.
También, Jesús reconoció la ceguera de sus enemigos en su oración, pero no por eso los estaba excusando de su culpabilidad. La ignorancia de los mandamientos de Dios no hace inocente al que los quebranta.
Jesús fue crucificado al lado de dos criminales como una evidencia más de que Jesús, en su muerte, se identificó con los pecadores. Sólo uno de los dos malhechores le reconoció como el Cristo, porque:
1. Le reconoció como Dios (v40): “¿Ni siquiera temes tú a Dios…?”.
2. Reconoció su propio pecado (v41): “Nosotros, a la verdad, padecemos con razón porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos”.
3. Reconoció la santidad de Jesús (v41): “pero este no hizo ningún mal”.
4. Depositó su fe en Cristo como Eterno y que volvería (v42): “—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.
Ese criminal alcanzó el perdón de Dios el Hijo, porque Jesús le aseguró: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. En el último instante de su vida ese pecador fue salvado. De hecho, fue el único caso documentado en el Nuevo Testamento que una persona es salvada en, prácticamente, sus últimos instantes de vida. En cambio, el criminal que estaba al otro lado de Cristo murió en pecado, condenado al tormento eterno.
Ahora Jesús, tal y como hizo en la cruz, sigue intercediendo por el pecador para que sea perdonado por Dios. Pero, nuevamente, no es un perdón unilateral sino condicionado a lo que Dios exige de aquel que quiera ser perdonado: el arrepentimiento.
¡Bendiciones!
Comments