El perdón real de Dios
"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.", 1 Juan 1:9.
Un error muy común que cometen las personas es confiarse de lo que sienten en su corazón, es decir, basar la realidad de las cosas en sus sentimientos o emociones. De tal forma que llegan a concluir que “si algo se siente bien, es bueno”, y “si algo no se siente bien, no es bueno”.
De esta forma, quien confía en su corazón, tomará sus decisiones basado solamente en sus propias corazonadas. Sin importar lo que en realidad sean la cosas, su vida dependerá de lo que le dicte el corazón, e ira a donde el corazón le lleve.
La Biblia, por su parte, nos advierte el peligro de confiar en el corazón cuando dice en Jeremías 17:9 (NVI): "Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?". En otras traducciones inclusive dice que es “perverso”. Así que, de acuerdo con lo que dice Dios, quien confía en su corazón corre el riesgo de ser engañado.
Vivir engañado por su propio corazón, es decir, vivir autoengañado es como estar enclaustrado una fuerte y oscura prisión de la cual no se tiene la llave para salir. Una persona en esa condición no se da cuenta de que se ha encerrado a sí misma ni que ha cerrado la puerta por dentro. Sólo Dios tiene el poder para abrir esas cerraduras y sacar a las personas de su propio error y llevarlos a la luz de la verdad.
Por fiarse en su corazón una persona puede no sentirse culpable y en realidad ser culpable de condenación ante Dios. Por basarse en sus emociones, una persona puede sentirse perdonada y no estarlo en realidad. Por el contrario, una persona puede ya haber sido realmente perdonada por Dios y “no sentirlo”.
Así que, es muy importante que entendamos que no debemos basar nuestra vida en las emociones, ni en los sentimientos de nuestro corazón. Tampoco en nuestras imaginaciones, ni en lo que pensamos; sino en lo que dice Dios por medio de Su Palabra. Si confiamos en Dios, entonces no caeremos en el error de confiar en nuestro corazón.
En lo que se refiere al perdón de Dios aplica lo mismo: no debemos basarnos en lo que sentimos, sino en lo que dice Dios. Dios ha establecido las condiciones para ser perdonado: confesar, arrepentirse, poner la fe en Cristo y convertirse.
Además, entendemos, por el Espíritu que "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.", 1 Juan 1:9. Esto es, que el perdón de Dios no se basa en nuestras emociones, ni en lo que sentimos, ni en nuestra imaginación; el perdón real de Dios se basa en Sus condiciones, Su fidelidad, Su justicia, Su integridad, Su rectitud, Su amor, en Su Palabra.
Así como ante Dios o somos culpables o inocentes por lo que Él dice y NO por lo que sentimos o pensamos; igualmente: somos perdonados o no somos perdonados por Dios por Su voluntad.
Por supuesto que ese perdón de Dios producirá una paz que, como dice Filipenses 4:7: “es más grande de lo que el hombre puede entender”. Esa paz guardará nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús. Ese alivio que produce el perdón es espiritual y llegará al alma; pero, a veces, las personas se sienten tan mal por su pecado que les cuesta creer que Dios les ha perdonado. La carne, el Enemigo y el mundo tratarán de convencer a una persona que fue tan grave lo que hicieron que ni Dios les puede perdonar. Es cuando, nuevamente, debemos confiar en Dios y Su fidelidad.
Si nosotros obedecemos lo que Dios establece para alcanzar el perdón, Él es fiel y justo para perdonarnos, lo sintamos o no. Debemos confiar en Él (eso es fe), y si Él dice que somos perdonados, así es, entonces. Los sentimientos alcanzarán a la obediencia, pero no al contrario.
¡Bendiciones!
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