PI 7X07 Los Nazis ocupan Francia Y planean invadir Gran Bretaña (1940) PRIMERA PARTE

Y hoy en Planeta Invierno vamos a ver un poco de memoria que hace falta.
Hablaremos de la brutal ocupación que Hitler planeó en Inglaterra.
Bienvenidas a Planeta Invierno. Un podcast que digievoluciona.
¿Por qué está tan oscuro? Al principio, siempre está oscuro.
No te digo que entres porque estoy enrollada con el punto. Paso total de vosotras.
¡Aléjate de ella, puerca!
Creado y presentado por Penny Lane, BCN.
Lilu Dallas, multipase.
El ministro de propaganda, Joseph Goebbels, el del principio de transposición que tanto
utilizan, tanto el PP como Vox, como Trump, como Israel, como Musk, como Ayuso, como Abascal, etc.
Es que son tantos ya que llega un punto que ya no te caben en la frase.
Pues este señor, Joseph Goebbels, que era ministro de propaganda de Hitler, se aseguró
de que todo el mundo tuviera acceso a la radio cuando Hitler subió al podio de la ópera
Kroll de Berlín el 19 de julio de 1940.
En las butacas de la sala de conciertos, sus compañeros de partido escuchaban atentos
cuando el líder nazi, con ese habitual tono que tenía, tan dramático y esos gestos
tan hiperbólicos, empezó alabando al pueblo alemán por sus esfuerzos en la reciente victoria
sobre Francia, que ahora veremos.
Para el público, ya fuera en la sala o en sus hogares, lo que percibió el público
es que Hitler, o al menos era la percepción que quería trasladar, es que estaba apelando
a la razón de Gran Bretaña y a su voluntad de negociar la paz.
Señala Mette Iversen que aunque las divisiones blindadas alemanas habían expulsado a las
tropas británicas al norte de Francia desde Dunkerque, menos de dos meses antes, el discurso
de Hitler subrayó que su régimen nacional socialista tenía importantes objetivos de
política exterior y que ahora perseguía para lograr supuestamente un entendimiento
y una vista verdaderos con Italia y con Gran Bretaña.
Decía, me comprometí inmediatamente tan pronto como el pueblo alemán me confió su liderazgo
a lograr en términos prácticos estos viejos objetivos de la política exterior nacional
socialista. Todavía hoy me entristece que a pesar de todos mis esfuerzos no haya conseguido
esta amistad con Inglaterra que creo habría sido una bendición para ambos pueblos.
Pero claro, junto a esta petición de amistad, Hitler no hacía ningún esfuerzo por ocultar
la amenaza de que si la propuesta de la Alemania nazi era rechazada, el primer ministro británico
Churchill podía contar con la continuación de la guerra y con más soldados muertos
que los 70.000 hombres que Gran Bretaña ya había perdido en la Blitzkrieg de Alemania
en Francia. Continuaba Hitler diciendo, y el señor Churchill debería hacer una excepción
y confiar en mí cuando como profeta reclamo y proclamo ahora, un gran imperio mundial
será destruido. Un imperio mundial que nunca ha tenido la ambición de destruir, ni siquiera
de dañar. Por desgracia, soy plenamente consciente de que la continuación de esta guerra
sólo terminará con la completa destrucción de una de las dos partes en conflicto. El señor
Churchill puede creer que es Alemania, yo sé que es Inglaterra. En esta hora me siento obligado
ante mi conciencia a dirigir otro llamamiento a la razón de Inglaterra. Creo que puedo hacerlo,
ya que no pido algo como vencido, sino que como vencedor. Hablo en nombre de la razón.
No veo ninguna razón de peso que pueda forzarme.