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By Apsalar Las LLamas del Pecado
La Piel del Deseo. Capítulo final

La Piel del Deseo. Capítulo final

4/17/2025 · 02:26:33
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Description of La Piel del Deseo. Capítulo final

La violenta irrupción del padre de nuestro protagonista cambia las reglas del juego. Ha llegado el momento de ser un verdadero tigre.
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Hoy presentamos, La piel del deseo. Capítulo final.

Dante se había asumido en una sucesión de sueños inconexos en los que solo había un eje común, Cassandra. Cassandra rechazándole, Cassandra burlándose de él, Cassandra alejándose inexorablemente por mucho que luchase por acortar aquella distancia. Y luego, Cassandra follando con un hombre de rostro desconocido, luego con varios, todos sus agujeros ocupados por pollas enormes mientras ella gemía como nunca había gemido para él.

Se despertó con el corazón palpitando con fuerza en su pecho, los puños tan cerrados que se había clavado las uñas. Estaba en la cama de Lucía, con la joven dormida a su lado.

Dante se puso en pie, ignorando los murmullos somnolientos de la chica, se vistió con aquella ropa que olía a sudor y salió del cuarto. En el sofá, Ramón bebía cerveza. Le miró con ojos hinchados y ojerosos. «Esto no estuvo bien», le dijo. Dante supuso que esto era haberse follado la boca de su hija y luego haber dejado que le cabalgase mientras Dante la penetraba por el culo. «Pues suicídate», le espetó, saliendo de la casa.

La furia era una locomotora sobrecargada, a punto de escarrilar. Desde el momento en que había despertado, estaba convencido de que el cambio de actitud de Cassandra solo tenía una explicación lógica, se estaba follando a otro. Se había estado follando a otro tío mientras él se pudría en una celda. No le cabía ninguna duda. Había sido muy estúpido por su parte no haberse dado cuenta antes. Había llegado el momento de volver a controlar la situación.

Metería en vereda a Cassandra de una puta vez. No se había pasado cuatro años comiéndose su marrón para que ahora le mandase a la mierda. Y menos iba a aceptar que le dejase por otro.

Llegó a su casa en un tiempo récord. Casi chocó contra una de las columnas de la entrada.

Frenó con un chirrido. Salió del coche dando un portazo. Vio la luz de la sala de estar encendida a través de la ventana. Perfecto. A medida que se acercaba la puerta, la ira iba en aumento.

Estaba deseando empezar el conflicto. En cuanto esa zorra viera que no se iba a dejar mangonear y que sabía perfectamente que había otro tío, se le bajarían aquellos humos enseguida. Por supuesto, también tendría que confesar quién era el tipo al que se follaba. Dante no se iba a quedar tranquilo estaba a reventarle la cara a ese mamón, fuese quien fuese, y dejar bien claro lo que se podía tocar y lo que no. Entró como un vendaval y fue directo a la sala de estar, tan absorto en sus pensamientos que aún no había procesado los gemidos que llenaban la casa. Se quedó petrificado.

Descubrió el abismo que había entre la sospecha y el hecho confirmado. Allí estaba Cassandra prácticamente aullando de placer. La causa de semejante brote de gemidos desaforados era un desconocido, aunque había algo familiar en él, del cual sólo podía ver su espalda y su culo desnudos.

El tío la tenía agarrada por la cintura y la embestía como si la vida le fuese en ello, empujándola hacia adelante con cada penetración, haciendo chirriar la mesa en la que ella se apoyaba. Y Cassandra. Con la cara sobre la mesa, como desfallecida, abandonada por completo al placer, el pelo revuelto cubriendo parte de su rostro. Dante pasó de la niebla de la estupefacción a la tempestad de la furia. Cogió al tipo por el pelo y tiró de él brutalmente, obligándole a sacar la polla del culo de Cassandra. Del culo de su mujer. ¡Hijo de puta! Bramó, lanzándolo contra el mueble donde estaba el televisor.

El mueble se tambaleó, la televisión se volcó y quedó a punto de caer al suelo, solo sostenida por el cable de la corriente. El desconocido se volvió, aturdido y asustado. Y dejó de ser un desconocido. No puede ser. ¿Aaron? Cassandra miraba la escena como si estuviese despertando de un largo letargo, reubicando la realidad y colocando las piezas en sus lugares correspondientes. ¿En serio? Gritó Dante, sintiendo que todo aquello era demasiado grande para traspasar los filtros de su cerebro. Solo había un modo de gestionarlo. Solo deseaba dejarse llevar por una única emoción. La rabia. ¿En serio? ¿Con tu propio hijo? Y lanzó una patada al vientre de Dante.

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