El plan secreto detrás de la Identificación Digital

Este programa te interesa y mucho, porque está en juego tu libertad, tu libertad individual, tu intimidad, tu privacidad. Estamos hablando de la identificación digital. Esto de lo que hay muchos rumores, pero ¿en qué consiste exactamente la identificación digital y cómo nos va a afectar a nuestras vidas de una manera tremenda? Quédate, porque de verdad que este programa no te puede interesar más, porque va precisamente la identificación digital contra tu libertad.

Empezamos. La implantación en diversos países de la identificación digital procede de la iniciativa denominada Identidad Digital 2020, también llamada Alianza Digital por la Identidad.

Surgido en 2016, el proyecto fue presentado ante la Organización de las Naciones Unidas en 2017 y dos años más tarde en el foro de Davos. Casi nada. Es uno de los puntos destacados de la Agenda 2030 de la ONU, entre cuyos objetivos de desarrollo sostenible figura el de proporcionar acceso a una identidad legal para todos.

Según su web, la finalidad es más que loable, como siempre, pues no es otra que la digitalización global de todas las personas del planeta. De este modo, se facilitaría a todos y cada uno de los habitantes del planeta, y muy especialmente a los más de 1.100 millones de personas que todavía carecen de alguna forma de identificación, de una identidad digital internacional, más allá de la que proporcionan los Estados.

Para ello se emplearían las capacidades de las nuevas tecnologías como la biometría, el blockchain y la encriptación, abandonando así definitivamente los métodos actuales de identificación considerados como arcaicos, inseguros e irrespetuosos con la privacidad.

Con este sistema, teóricamente, las personas tendrían pleno control sobre su identificación y otros datos personales que se incluyeran, accediendo a ellos y gestionándolos a voluntad.

Eso es lo que nos cuentan, pero que sepamos que no va a ser así. Además, según declaraciones de algunos de los principales impulsores, ya os podéis imaginar quién es, Bill Gates y compañía, esta identidad digital, considerada un derecho básico y universal, es imprescindible para que los gobiernos puedan planificar y poner en práctica políticas sociales que beneficien a todos y cada uno de sus ciudadanos, lo que debe lograrse lo más tarde, para el año 2030.

El método empleado tendría, en todo caso, las características de ser permanente en el tiempo, eterno e imborrable, integral, que abarque desde el nacimiento hasta el fallecimiento de la persona, y portátil para el identificado. De este modo, y como algo propio de la era digital en la que estamos inmersos, mediante esta identidad digital se accedería, se va a acceder, a cualquier servicio social, sanidad, educación, pensiones, subsidios, y se ejercerían, se van a ejercer, derechos civiles como votar, y se efectuarán las gestiones financieras y bancarias.

En principio, nada haría recelar de este censo universal, pues sus patrocinadores argumentan, cómo no, que redundará en beneficio de las personas. Obviamente, aunque no fuera el caso y hubiera otros fines menos confesables, tampoco esperábamos que se manifestaran en sentido contrario. No nos iban a contar los fines espurios que hay detrás de todo esto. Pero el riesgo, sin duda, es grande, y ahí es donde debemos estar muy bien alertados.

No podemos obviar que esta identificación digital recogerá toda nuestra vida, incluso antes de nacer, por las ecografías que realicen a nuestras madres, cuando todavía estamos en sus vientres. Los datos más básicos, fecha y lugar de nacimiento, nacionalidad, padres, etc., y los biométricos, huellas digitales, ides oculares, configuración morfológica, etc., así como otros accesorios, pero no menos importantes,