La Armada de la Especiería

En este último capítulo, grabado a bordo de la réplica de la Nao Victoria, se da respuesta a algunas de las incógnitas que dejó el viaje: ¿Qué ocurrió con los marineros apresados en Cabo Verde? ¿Regresaron los tripulantes de la Trinidad? ¿Qué fue de Elcano y de Pigafetta? ¿Cuál fue el destino de la primera embarcación que dio la vuelta al mundo?\r\n\r\n

Pigafetta y Elcano acuden a Valladolid para narrar ante el emperador Carlos V y ante el Consejo de la Corona el viaje completo que constituyó la primera circunnavegación del planeta, durante más de tres años. \r\n\r\n

Después de tres años de viaje y de recorrer más de 14.000 leguas y de haber circunnavegado el mundo, dieciocho hombres llegan al puerto de Sanlúcar de Barrameda. La nao Victoria está en condiciones pésimas, por lo que ha de ser remolcada por otro navío hasta el Puerto de Sevilla, donde esperan a Elcano los oficiales de la Casa de Indias. \r\n\r\n

Una de las chalupas enviada a recoger provisiones al puerto de la isla de Santiago es apresada por los alguaciles portugueses. Uno de los marineros levanta sospechas al tratar de pagar con especias la compra de un esclavo. Elcano decide retornar a España sin los trece hombres que iban a bordo del batel. 

La nao Victoria atraviesa tempestades en su singladura, hasta llegar al también conocido como Cabo de las Tormentas. Hasta nueve semanas deben esperar frente a la costa a que rolen los vientos y sean favorables. Vuelve el hambre y vuelve la muerte a la tripulación, que trata de convencer a Elcano para que tomen rumbo a Mozambique y se entreguen a los portugueses.

Después de seis semanas en Tidore, la armada emprende el regreso, pero una vía de agua impide que la Trinidad pueda hacerse a la mar. Deciden entonces que la nao será reparada en la isla hasta que pueda partir hacia el estrecho de Magallanes. La Victoria, con Elcano como capitán, zarpa entonces con rumbo al Cabo de Buena Esperanza, arriesgándose a surcar los dominios marítimos de Portugal.

Los marineros de la armada se admiran de ver por primera vez el árbol del clavo. Confirman así que el proyecto de Magallanes era posible; que se podía llegar a la Especiería navegando desde España con rumbo a poniente. De los claveros nacen auténticas fortunas.

Las islas que visita la flota de las especias en su derrotero al Maluco están habitadas por pueblos que conocen la civilización occidental, como demuestran en las visitas que los nobles hacen a los navíos. Es la constatación de que se acercan al destino soñado.

Una emboscada de más de un millar de indígenas de Mactán hace caer a Fernando de Magallanes y a buena parte de los cincuenta hombres que le acompañan para someter al caudillo Cilapulapu. El almirante portugués se queda así a las puertas de culminar su proyecto.

Enrique, el esclavo de Magallanes, es capaz de entenderse con algunos de los pueblos que encuentran en la travesía del Océano Pacífico. La tripulación entabla relaciones con ellos, y trata de evangelizarlos y de tenerlos como aliados ante los problemas que puedan surgir.

Después de tres meses de hambre y frío y sin pisar tierra, surcando el Pacífico, las tres naos que restan de la armada fondean frente a dos islotes deshabitados. Pasará aún un mes más hasta que alcancen la primera isla habitada, donde podrán reponer fuerzas y confirmar que llegar al mar de la Especiería siguiendo esa derrota es posible.

La flota de las Molucas, conformada ya solo por tres navíos, atraviesa el estrecho y llega al Océano Pacífico. Los víveres escasean y la tripulación comienza a acusar los efectos del escorbuto. Mueren muchos hombres, y en todos ellos vuelve a instalarse el desánimo después de semanas sin ver tierra firme.

Comandada por el capitán Serrano, la carabela Santiago es enviada a reconocer la costa más al sur del Puerto de San Julián. Después de casi una semana de exploración, la nave es atrapada por un temporal que la arroja contra los escollos, destrozándola. El incidente mina la moral de las tripulaciones del resto de embarcaciones y caldea aún más el ánimo de quienes cuestionan la autoridad de Magallanes.

Dos giros inesperados en las negociaciones con la Corona impulsan el proyecto. Por un lado, la aparición de un rico armador que presta apoyo financiero, y por otro, el hecho de que Ruy Faleiro decida no embarcarse, reservándose para comandar la primera misión al Maluco por la nueva ruta, al regreso de Magallanes. Mientras tanto, el Rey de Portugal, informado por los espías con los que cuenta en Sevilla, insta a sus embajadores a desmontar a toda costa el plan.

Fernando de Magallanes conoce a dos hombres esenciales para el viaje, y los enrola en su tripulación: Juan Sebastián de Elcano y Antonio Pigafetta. Decide además el portugués enviar la armada a Sanlúcar de Barrameda para que las naos sea aprovisionadas, mientras que él espera unas semanas más en Sevilla, y aprovecha para hacer testamento.

El suegro de Magallanes envía una rápida carabela para interceptar a la flota de la especiería en las Islas Canarias. Ha conocido la trama de los capitanes castellanos para amotinarse contra él y pretende advertirle con un mensaje. El almirante decide entonces no compartir más información de la necesaria, pero no consigue con ello disipar los aires de sublevación en la armada.

La expedición cree haber encontrado el ansiado paso cuando la costa que iban siguiendo desde Brasil con rumbo sur comienza a escorar su perfil a poniente. Los capitanes castellanos siguen urdiendo el levantamiento contra Magallanes, y comienzan a hacer gestos evidentes de que niegan su autoridad. El navegante portugués identifica a los oficiales que están con él, y prepara la respuesta ante un posible motín.

La expedición llega a la bahía de San Julián y se prepara para pasar el invierno en tierra. Los tripulantes contrarios al mando de Magallanes tratan de hacerse con el control de la armada para relevar al portugués de la capitanía general y reorientar los objetivos de la misión.

Gracias a la intervención de un oficial de la Casa de Contratación, que decide participar particularmente en la misión de Magallanes y Faleiro, estos llegan a exponer su proyecto al Consejo de la Corona de Carlos I. Allí encontrarán un inesperado apoyo: el del obispo Fonseca, que años antes había protagonizado una severa enemistad con Cristóbal Colón, que incluso le llevó a perseguir al almirante. 

Continúa la aventura. En este episodio, Magallanes se dirige a Sevilla acompañado por su socio, el cosmógrafo Ruy Faleiro, dos cartógrafos y su esclavo Enrique. Pretenden presentar en la Casa de Contratación de Indias su proyecto de llegar al Maluco navegando hacia poniente, encontrando un paso a través de las nuevas tierras descubiertas por Colón treinta años antes. En la capital del Guadalquivir, además de numerosos impedimentos a la realización de su proyecto, el navegante portugués encontrará el amor, y contraerá matrimonio con Beatriz, hija del alcaide de las Reales Atarazanas, persona principal de la ciudad.