Sermones - Iglesia Bíblica de la Gracia

En el sermón de hoy, estudiaremos el pasaje de Santiago 1:1–4, donde se nos recuerda que las pruebas no son castigos, sino instrumentos divinos que Dios utiliza para fortalecer nuestra fe, formar nuestro carácter y enseñarnos a depender completamente de Él. A través de este texto, aprenderemos que la vida cristiana genuina se demuestra en la perseverancia y el gozo aun en medio de la dificultad. En este mensaje veremos: 1. Que Cristo mismo fue probado, 2. Que la prueba nos enseña a gozarnos en medio del sufrimiento 3. Que la prueba produce bendición en nuestra vida 4. Y que la prueba nos capacita para consolar y fortalecer a otros. ​Un llamado a confiar en el propósito de Dios en cada proceso y a reconocer que, aun en medio de la prueba, Él está obrando para nuestro bien y para Su gloria.

En este mensaje, el pastor nos recuerda que la vida cristiana no consiste solo en creer, sino en vivir de manera que refleje el corazón de Cristo. Somos llamados a andar en obediencia, fidelidad y reverencia, agradando a Dios en todo lo que hacemos. A través de 1 Tesalonicenses 4:1–2 y otros pasajes, aprenderemos los principios bíblicos que nos guían a servir con diligencia, congregarnos con compromiso y vivir con excelencia para la gloria de Dios. Un llamado a recuperar el amor, la puntualidad, la responsabilidad y la pasión por servir a Cristo y a Su iglesia.

La vida cristiana no termina en la salvación; comienza allí. En este mensaje, reflexionamos en 1 Pedro 1:13–16 y descubrimos que la respuesta que Dios espera del creyente es una vida marcada por la santidad y el temor reverente. La obediencia se convierte en el camino hacia una santidad práctica, y la santidad en la fuente de un gozo verdadero. Ser santos no es un deber pesado, sino el privilegio de reflejar el carácter de Aquel que nos llamó. ​ En este estudio profundizaremos en los dos últimos puntos de esta serie: la obediencia como medio de santidad y el llamado a vivir con temor reverente delante de Dios.

En este sermón estudiamos Efesios 3:7–13, donde Pablo explica su llamado a anunciar el misterio de la iglesia: que los creyentes, judíos y gentiles, forman un solo cuerpo en Cristo. A través de su ministerio, vemos la gracia de Dios que lo hizo siervo para proclamar las insondables riquezas de Cristo. ​Este pasaje nos enseña la multiforme sabiduría de Dios manifestada en la iglesia, el propósito eterno de su plan y el privilegio que tenemos de acceder confiadamente a su presencia.

En este sermón estudiamos Efesios 3:5–6, donde el apóstol Pablo revela el misterio que por siglos estuvo oculto: que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y copartícipes de las promesas en Cristo Jesús. ​A través del evangelio, Dios muestra su plan eterno de unir a todos los creyentes en un solo cuerpo, la iglesia, para reflejar la unidad, la humildad y el amor de Cristo al mundo.

En este sermón estudiamos Efesios 3:1–4, donde el apóstol Pablo se presenta como prisionero de Cristo Jesús por causa de los gentiles. A través de su ministerio, Dios reveló un misterio que estuvo oculto por siglos: que judíos y gentiles serían coherederos, miembros de un mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Cristo por medio del evangelio. Este misterio, antes desconocido, ahora ha sido manifestado para mostrar la multiforme sabiduría de Dios por medio de la iglesia. La enseñanza nos recuerda que nuestra unidad en Cristo es un regalo de la gracia divina y que estamos llamados a vivirla y proclamarla con fidelidad.

En este sermón estudiamos Efesios 2:16–22, donde el apóstol Pablo nos enseña que por medio de la cruz Cristo derribó toda enemistad y nos reconcilió con Dios en un solo cuerpo. Ya no somos extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, miembros de la familia de Dios y piedras vivas en un templo santo edificado sobre Jesucristo, la piedra angular. ​Este pasaje nos recuerda nuestra verdadera posición en Cristo y el llamado a vivir en unidad como iglesia, mostrando al mundo la paz que solo el evangelio puede dar.

En Efesios 3:17-19 el apóstol Pablo ora para que los creyentes podamos comprender “la anchura, la longitud, la profundidad y la altura” del amor de Cristo, un amor que excede todo conocimiento y que nos llena de la plenitud de Dios. Este sermón nos lleva a reflexionar sobre lo incomprensible del amor de Jesús, un amor que desciende hasta lo más bajo para transformarnos y levantarnos hacia la vida eterna y lo veremos a través de estos puntos: 1. Nuestro Señor Jesucristo cambió su lugar de residencia A) Entre gentiles B) Entre sepulcros C) Entre cerdos 2. Nuestro Señor Jesucristo cambió su forma A) A quien corresponde la gloria B) Quien es realmente el hombre frente a ellos C) Por quien está determinada su condenación eterna D) De quien es toda autoridad 3. Nuestro Señor Jesucristo aceptó el desprecio

​La salvación es el mayor regalo de Dios: perdón, adopción y vida eterna. Pero este regalo demanda una respuesta del creyente. Pedro nos enseña que esa primera respuesta es vivir con esperanza. No una esperanza incierta, sino firme, completa y enfocada en la gracia que será revelada cuando Cristo regrese. ​Esa esperanza nos sostiene en medio de pruebas, nos da gozo en la aflicción y nos mantiene perseverando hasta el final. Lo veremos en: I. El creyente debe responder con esperanza A. Una esperanza completa B. Una esperanza expectante C. Manteniendo la esperanza

El apóstol Pedro anima a los creyentes a mantener sus ojos en la esperanza eterna de la salvación, recordándonos que nuestra herencia en Cristo es incorruptible y segura, sin importar las pruebas o dificultades que enfrentemos. La Biblia entera gira en torno a este glorioso plan de redención: Dios, en su gracia, proveyó salvación a través de Jesucristo, asegurando el perdón de pecados, la reconciliación con Él y una herencia eterna para los que creen. Pedro nos muestra la grandeza de esta salvación desde cuatro perspectivas: 1. La salvación fue el tema de estudio de los profetas 2.La salvación fue el tema de la inspiración del espíritu 3. La salvación fue el tema de la predicación de los apóstoles 4. La salvación es tema de asombro para los ángeles En estas cuatro dimensiones vemos que la salvación de Dios es más grande que cualquier circunstancia terrenal, y por eso debemos vivir con gozo, gratitud y esperanza firme en Cristo.

El día de hoy estaremos estudiando sobre la Unidad en Cristo, basada en Efesios 2:11-15. Pablo nos recuerda que antes estábamos separados social y espiritualmente: sin Cristo, sin ciudadanía, sin pactos, sin esperanza y sin Dios. Pero ahora, por la sangre de Cristo, hemos sido hechos cercanos y unidos en un solo cuerpo. Jesús derribó la pared de separación, abolió las enemistades y creó de judíos y gentiles un solo y nuevo hombre en paz. Como iglesia debemos reflejar esa unidad, no vivir en divisiones, sino mostrar al mundo la gracia y misericordia de Dios siendo uno en Cristo. Y estudiaremos dos puntos para profundizar en el mensaje: 1. La separación social de los gentiles. ​2. La unidad social y espiritual en Cristo.

​​En este mensaje profundizamos en la realidad de nuestra condición sin Cristo: muertos en delitos y pecados, siguiendo la corriente de este mundo y siendo por naturaleza hijos de ira. Pero también descubrimos la obra gloriosa de Dios, quien por su gran amor y misericordia nos dio vida juntamente con Cristo, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales. ​ Este pasaje nos enseña que la salvación: Es del pecado. Es por amor. Es para vida. Tiene un propósito eterno. Es a través de la fe. Es para buenas obras. Un recordatorio poderoso de que la salvación no es por obras humanas, sino un regalo de Dios, que transforma nuestra vida y nos lleva a vivir para su gloria.

En la segunda parte de esta predicación, el apóstol recuerda a los creyentes que, aunque ahora enfrentan diversas pruebas que causan dolor, las cuales son temporales y tienen un propósito eterno: probar la autenticidad de la fe. Así como el oro se purifica en el fuego, la fe se fortalece y se muestra más valiosa que cualquier riqueza terrenal. Esta certeza produce un gozo profundo, incluso en medio del sufrimiento, porque nuestra mirada está puesta en Cristo, a quien amamos sin haber visto, y en la salvación que recibiremos al final.

​ En estos versículos, el apóstol Pedro anima a los creyentes a regocijarse a pesar de las diversas pruebas que puedan enfrentar en sus vidas y a no perder el gozo de la salvación. Él explica que estas pruebas son temporales y sirven para refinar la fe de los creyentes, demostrando su genuinidad y valor ante Dios. ​Pedro enfatiza que, a pesar del sufrimiento presente, los creyentes tienen una esperanza viva y segura en Cristo, que los sostiene y fortalece a través de las pruebas. Este pasaje ofrece consuelo y aliento a aquellos que enfrentan dificultades, recordándoles que su fe en Dios resultará en alabanza, gloria y honor cuando Jesucristo sea revelado.

En esta porción de la palabra, el apóstol Pablo eleva una ferviente oración por los creyentes, agradeciendo a Dios por su fe y amor, y pidiendo que sean llenos del espíritu de sabiduría y revelación para conocer mejor a Dios. Pablo desea que los ojos del corazón de los creyentes sean iluminados para que comprendan tres verdades fundamentales: la esperanza a la que han sido llamados, las riquezas de la gloria de su herencia, y la grandeza incomparable del poder de Dios, el mismo poder que resucitó a Cristo y lo exaltó por encima de todo. Esta prédica invita a los oyentes a profundizar su conocimiento de Dios y a vivir con la convicción de que el poder de Cristo está actuando en sus vidas hoy.

En esta predicación reflexionamos sobre una verdad poderosa: en Cristo hemos sido hechos herederos de Dios. No se trata de una herencia cualquiera, sino de las promesas eternas que Él preparó desde antes de la creación. Esta porción nos recuerda que nada de esto es casualidad: fuimos escogidos con propósito, conforme a Su voluntad. Además, se destacó el papel del Espíritu Santo como garantía de esa herencia. Al creer en el evangelio, fuimos sellados por Él, lo cual nos da seguridad, identidad y esperanza. Esta herencia no depende de nuestras obras, sino del amor y la fidelidad de Dios. La predicación nos anima a vivir con gozo, sabiendo que somos parte del plan eterno del Padre y que nuestra vida tiene un destino glorioso en Él.

En la segunda parte de la predicación, en 1 Pedro 1:3-5, el apóstol enfatiza las bendiciones extraordinarias que los creyentes reciben como herencia por su fe en Cristo. Él comienza celebrando la misericordia de Dios, quien, por Su gran amor, nos ha dado un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Esta esperanza no solo es segura y firme, sino que también nos garantiza una herencia incorruptible, incontaminada y que nunca se marchitará, reservada en los cielos para aquellos que son guardados por el poder de Dios mediante la fe. A través de esta herencia, somos protegidos y fortalecidos para alcanzar la salvación que está lista para ser revelada en el último tiempo.

En este mensaje podrás profundizar cómo el apóstol Pedro alaba a Dios por la gran misericordia que ha mostrado al dar nueva vida a los creyentes mediante la resurrección de Jesucristo. Esta nueva vida les da acceso a una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos. Es una promesa divina que no se desgasta con el tiempo ni puede ser destruida. Una herencia que tiene origen en Dios y es brindada por el Padre.

En este mensaje podrás profundizar cómo el apóstol Pedro alaba a Dios por la gran misericordia que ha mostrado al dar nueva vida a los creyentes mediante la resurrección de Jesucristo. Esta nueva vida les da acceso a una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos. Es una promesa divina que no se desgasta con el tiempo ni puede ser destruida. Una herencia que tiene origen en Dios y es brindada por el Padre.

En este mensaje abordamos los versiculos del 6 al 10 del primer capitulo de efesios, en los cuales se destaca cómo somos aceptados por Dios a través de su gracia, la cual nos ha sido otorgada gratuitamente en Cristo. La redención que experimentamos en Cristo es el resultado del sacrificio de su vida por nosotros, un acto que revela el amor insondable de Dios por su creación. Esta redención no solo perdona nuestros pecados, sino que también nos permite comprender el plan divino que se revela en Cristo, un plan que abarca toda la creación y nos lleva a una plena reconciliación con Dios.