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Socuéllamos al Día
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La actualidad de Socuéllamos y comarca contada en Ivoox
La actualidad de Socuéllamos y comarca contada en Ivoox
Sucesos en La Mancha. El asesinato de la niña de 14 años en Campo de Criptana en 2001
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Socuéllamos al Día
La localidad manchega de Campo de Criptana vivió uno de sus días más tristes, el 17 de marzo de 2001, después de que pasadas las doce y media del mediodía uno de sus vecinos hallara el cadáver de una niña. Se trataba de una niña de 14 años que el sábado no regresó a dormir a su casa después de salir a pasar unas horas de ocio. Horas antes de encontrarse el cuerpo, un hermano había alertado de su desaparición a la Policía Local.
Sobre las once de la mañana, un hermano de Inmaculada Arteaga López, acudió a las dependencias de la Policía Local para comunicar que la niña no había regresado a su casa a dormir después de que la tarde anterior saliera para pasar unas horas de ocio. El familiar explicó asimismo que la menor no tenía ningún problema con sus padres y que su comportamiento en todo momento era ejemplar, por lo que no había ninguna razón para que hubiese tomado la decisión de escaparse.
Rápidamente, los agentes de servicio de este Cuerpo se dieron cuenta de que algo grave podía haber sucedido, por lo que comenzó un intenso rastreo por el pueblo, al que se sumaron familiares de la niña. Sólo una hora y media después, también en las dependencias de la Policía Local se presentó un vecino, quien informó de que había encontrado cerca de la ermita de San Pedro, en la Sierra de los Molinos, el cadáver de una muchacha.
Informada la Guardia Civil, agentes de la Policía Judicial se trasladaron de inmediato al lugar del hallazgo, junto a varios policías locales. La escena que encontraron era estremecedora: el cadáver de una niña permanecía boca arriba, con el rostro completamente desfigurado y en medio de un impresionante charco de sangre. Junto al cuerpo había varias piedras de considerable tamaño, igualmente ensangrentadas, por lo que todo apunta que fueron el arma utilizada por el asesino para acabar con la vida de su víctima.
La identificación oficial del cadáver no se pudo realizar hasta media tarde, aunque el hecho de que las ropas que llevaba la víctima fueran reconocidas por sus familiares hizo que desde prácticamente los primeros momentos no existiera ninguna duda de que se trataba de Inmaculada Arteaga López. Fue el subdelegado del Gobierno en Ciudad Real, Jaime Lobo, quien finalmente confirmó la noticia.
Al lugar de los hechos acudió también el Juez de Guardia, quien a primeras horas de la tarde ordenó el levantamiento del cadáver y su traslado al depósito de Campo de Criptana para la práctica de la autopsia, que será realizada hoy por la mañana. Antes, los expertos de la Policía Científica de la Guardia Civil habían tomado las pertinentes muestras, que ahora serán analizadas en sus laboratorios, y realizado una inspección ocular de la zona en un intento de encontrar algún rastro que pueda llevar hasta el asesino o asesinos de la niña.
En medio de la conmoción que el asesinato de Inmaculada Arteaga López, de 14 años, ha provocado en Campo de Criptana, la investigación del suceso ha comenzado por el entorno de familiares y amigos de la niña.
El ADN FUE CLAVE
ADN cazó a Santiago, uno de los 350 jóvenes a los que se le pasó un bastoncillo por las encías para obtenerse su ADN. Cinco años después, el presunto asesino de una adolescente caía.
Santiago Muñoz-Quirós presunto autor de la muerte de Inmaculada, ha sido detenido cinco años después del asesinato.
Antes de detenerlo, los agentes de la Guardia Civil, vestidos de paisano, se sentaron junto a Santiago en la barra del Chaflán y esperaron a que apuraba su copa para abordarlo ya en la puerta.
Siendo viernes, sobre las nueve de la noche, no era difícil apostar a que el joven estaría allí. A Santiago Muñoz-Quirós, 24 años, se le puede ver en este local de Campo de Criptana todos los días a la hora del café y los viernes a la de los tragos.En el lustro transcurrido desde el asesinato de la niña Inmaculada Arteaga, Santiago ha llevado una vida de acompasada rutina y escasas estridencias. Obrero de albañil de la empresa que posee el novio de su hermana y cumplidor en su puesto. Jugador de la liga local de fútbol sala con el equipo Los Amigos-Renault Alcázar. Siempre ubicado en el bando de los jóvenes menos conflictivos de la zona, con un expediente limpio hasta de multas de tráfico. No más aficionado a la fiesta que el resto de su generación y, con pareja estable también de la localidad. Hijo de un soldador, jubilado por enfermedad, honrado y respetado en el pueblo... Ni el guardia civil con quien comparte equipo de fútbol sospechó de él.
No es extraño que la incredulidad prendiera en Campo de Criptana cuando el viernes 17 -justo el quinto aniversario de la muerte de Inmaculada- los agentes se plantaron, placa en mano, ante Santiago.
- Tienes que acompañarnos.
- ¿Y qué hago con mi moto?
- Déjala, no la vas a necesitar.
Hablaban de la misma vespino blanca, según contó Santiago después a los agentes, a la que habría invitado a subir a Inmaculada aquella tarde preprimaveral, cinco años atrás. Siempre según su primera confesión ante la Guardia Civil, Santiago habría conducido la motocicleta hasta la Sierra de los Molinos, discretamente apartada del pueblo, con la intención de mantener relaciones sexuales con la chica. Ella no quiso. Y Santiago, 19 años entonces, enloqueció. Luego pasó por su casa para cambiarse de ropa y salió con sus amigos de copas.
Ante la evidencia de las pruebas, Santiago optaría por llegar a un acuerdo con la fiscalía, además de expresar su arrepentimiento por aquel descorazonador suceso. A raíz del pacto al que llegó su abogado con el ministerio fiscal, aceptó una pena de 14 años de cárcel por el asesinato y violación de Inmaculada Arteaga López, además de afrontar una cuantiosa responsabilidad civil con la que resarcir a la familia de su víctima.
05:57
Titulares Socuéllamos al Día 12 de febrero
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Socuéllamos al Día
Titulares del martes 12 de febrero de Socuéllamos Al día
01:44
Socuéllamos al Día en Ivoox. Sucesos en La Mancha. El asesinato de Laura y Marina de Cuenca
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Socuéllamos al Día
Dos amigas, Laura del Hoyo y Marina Okarinskaya, salían de su casa un 5 de agosto de 2015. Esa fue la última vez que se las vio con vida. Después de denunciar su desaparición, los vecinos de Cuenca se volcaron en su búsqueda. Pero sus rostros no fueron los únicos que aparecían en los carteles, junto a ellas también aparecía la foto del exnovio de una de ellas, Sergio Morate. El joven musculado y asiduo al gimnasio que tuvo a agentes de la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Interpol siguiéndole la pista, sigue cumpliendo los 48 años de condena por los asesinatos de las dos amigas.
Cronología del caso
El 5 de agosto de 2015 Laura del Hoyo Chamón, de 25 años, y Marina Okarynskaya, de 26, desaparecen tras salir en dirección a la casa del exnovio de esta última, Sergio Morate, en Cuenca. Además de perder la pista de las dos amigas, ese mismo día tampoco tuvieron noticias del joven. Desde el principio, las sospechas se centraron en él y los vecinos y familiares se volcaron en tratar de encontrarlas, aunque las esperanzas de hallarlas con vida se iban menguando. Casi una semana después de que se las viera por última vez la opinión pública ya tenía más datos sobre los tres desaparecidos.
El primero de ellos es que las dos amigas salieron al domicilio del joven para que Okarynska recogiera unas cosas que había dejado allí cuando aún eran pareja — encontraron el coche de Chamón aparcado frente a la vivienda—. El segundo, que Morate, sospechoso número uno, tenía antecedentes de un delito de secuestro que denunció otra antigua novia.
Poco después de las denuncias por desaparición, el día 11, un testigo encuentra a orillas del río Huécar dos cuerpos abandonados que pertenecían a dos jovenes, como acabarían confirmando las autoridades. Los cadáveres presentaban quemaduras y estaban impregnados de cal, lo que a todos luces parecía una muerte violenta. En paralelo a la desaparición de las dos amigas, las autoridades de los municipios de Palomera y Chillarón dictaron una orden internacional de búsqueda al considerar que el fugitivo podría haber huido a Italia para viajar desde allí a Colombia, donde tenía contactos que forjó cuando estuvo preso.
Un par de días después, la autopsia practicada al cuerpo de las dos jovenes confirmaba el "carácter violento" y de "origen homicida" de ambas muertes y, según el informe, se descartaba cualquier indicio de delito sexual. Los resultados preliminares sugerían que del Hoyo y Okarynska habían fallecido por asfixia. Al tiempo que se dan a conocer estos exámenes forenses, las autoridades de Rumanía anunciaban que Morate era detenido en Lugoj junto a otros dos hombres que se encontraban en la misma casa en la que fue encontrado. Tras pasar a disposición del Tribunal de Rumanía, el joven se considero "no culpable" de los hechos, pero ingresó en prisión preventiva durante 15 días por orden del juez.
El lugar de la detención hizo despertar las alarmas de la Policía encargada del caso y comenzaron a trabajar con la hipótesis de que el acusado hubiera contado con la ayuda de un cómplice para salir de España y para trasladar los cuerpos hasta la poza — eran dos personas y él, pese a su musculatura, sufría un cáncer testicular que lo debilitaba —. Esta teoría los llevó hasta Istvan Horvath, un joven rumano con quien Morate compartió celda cuando cumplía condena por el secuestro y agresión a otra exnovia. Fue él quien aseguró a los investigadores que el principal sospechoso le confesó, cuando abandonó el país, que había asesinado a su expareja, Okarynska, y a su amiga. "No le creí (...) Siempre se hacía el machote delante de la gente", declaró entonces el exrecluso. Por este motivo, según él, no llamó a las autoridades.
La investigación continuaba con más avances hasta centrarse en el recorrido que hizo Morate desde Cuenca hasta la localidad de Lugoj. El viaje lo hizo en un magullado Seat Ibiza y salió de España por la frontera de Portbou (en Girona). En todo ese tiempo, el fugitivo se desprendió de sus tarjetas de crédito y no encendió el móvil en ningún momento para evitar ser localizado. Al menos así fue hasta que decidió hacer una llamada, haciéndole un flavo favor a las autoridades que finalmente pudieron localizarle en la localidad rumana y, por consiguiente, al domicilio en el que se escondía.
Solo unos días después de ser detenido, era extraditado a España — hay convenio entre ambos países —, en contra de los deseos del acusado, quien aseguraba que no quería volver a su país porque "temía por su vida". Una vez en manos de la Justicia española, el caso pasó por las manos del los juzgados de violencia de Género y la entonces delegada del Gobierno de dicho órgano, Blanca Hernández, se planteó pedir para él la prisión permanente revisable.
El 15 de septiembre de 2015, Morate pisaba suelo español, bien escoltado, y atravesó las puertas del Juzgado de Cuenca de madrugada, tratando de evitar a la opinión pública que, según él, ya lo había condenado. Sin embargo, no tuvo suerte y acabó topándose con los gritos de 'asesino' y miradas recriminatorias de una docena de personas que se personaron ante los juzgados para verle la cara al por entonces presunto homicida. A las 24 horas, el arrestado ya conocía los delitos que se le imputaban: dos asesinatos por los que ingresó en prisión provisional en la cárcel de Estremera, en Madrid. Las malas noticias continuaban para el sospechoso cuando se supo que sería juzgado por un jurado popular.
El 21 de octubre del mismo año, Morate se libraba por un rato de las rejas para volver a su domicilio de Cuenca para presenciar un registro de su ordenador por parte de las autoridades. Allí, a las puertas de la vivienda — y escena del crimen — le esperaba otro grupo de vecinos que entonaban la misma acusación: 'asesino'.
El juicio: dos mujeres víctimas, un solo crimen machista
Dos años después, el día había llegado. Sergio Morate se sentaba en el banquillo de los acusados en la Audiencia Provincial de Cuenca el 23 de octubre de 2017. Previa a esta vista, se dio a conocer la petición de la Fiscalía: 48 años de prisión por dos delitos de asesinato y el pago de una indemnización de 50.000 euros al marido de quien había sido su pareja, 200.000 euros para sus padres y 30.000 euros para su hermana; además de otros 200.000 euros para los padres de Laura y otros 30.000 para sus hermanos: en total, más de medio millón de euros.
Tras seis horas de deliberación ese mismo día, el jurado popular ya tenía su veredicto y Morate era declarado de forma unánime, culpable de los hechos. Pese a todo, la sentencia para el acusado no llegó hasta el 7 de noviembre cuando, entonces sí, el Tribunal lo condenó a 48 años de prisión por asesinar a Laura del Hoyo y Marina Okarynska. El fallo, que fue leído en audiencia pública, reconocía a Morate como autor del asesinato de Okarynska, por el que lo condenaba a la máxima pena permitida, 25 años, y de del Hoyo, por el que fue condenado a 23 años de prisión.
La diferencia entre ambas penas residía en que el crimen contra Marina fue tratado como violencia machista al apreciarse en los hechos juzgados la agravante de parentesco y género, puesto que ambos mantuvieron una relación sentimental en el pasado. Mientras que el crimen contra Laura, amiga de la expareja del condenado, no fue procesado como un delito de violencia de genero. En ambos casos, no obstante, el juez destacó la "brutalidad y perversidad" de Morate al cometer los asesinatos.
Además de la pena privativa de libertad, fue condenado a pagar una indemnización de 650.000 euros (120.000 euros para cada uno de los padres, 40.000 euros para las hermanas y 50.000 euros para el marido de Marina), así como a la prohibición de residir en Cuenca, acercarse a menos de 500 metros de los familiares de las víctimas o comunicarse con ellos durante un plazo de 10 años tras el cumplimiento de la pena, en el caso de Marina, y ocho en el de Laura, así como el mismo periodo de libertad vigilada.
Pero, ¿qué pasó el día del crimen? Según el jurado popular, Morate planeó acabar con la vida de Okarynska cuando este le comunicó sus deseos de romper la relación. Un plan que llevaría a cabo cuando su expareja se presentase en su domicilio para recoger unas cosas. Sin embargo, el condenado jamás pensó en que la joven aparecería con una amiga. Con todo, su objetivo no cambió, solo se duplicó. Cuando las dos amigas llegaron a su vivienda, el acusado asesinó a quien fue su novia por asfixia mecánica por estrangulación. Para evitar cabos sueltos, también acabó con la vida de su amiga y trasladó sus cuerpos en su coche para enterrarlos en cal en un paraje de Palomera (Cuenca).
Ante la sentencia de la Audiencia Provincial, la defensa del procesado no presentó recurso, por lo que la condena fue firme. Pese a todo, y aunque los familiares de las víctimas celebraron que "se hiciera justicia", lamentaron que "nunca" podrán pasar página.
"Has detenido a un famoso"
Cuando todo el país supo de la desaparición de Okarynska y del Hoyo y de que el exnovio de la primera era el principal sospechoso, la imagen de Morate ya era de sobra conocida por la opinión pública, esa a la que el fugitivo tanto temía. Sin embargo, para algunos testigos fue toda una sorpresa saber las acusaciones que se vertían sobre él, ya que, a sus ojos, ese joven al que tildaban de asesino era "encantador".
Pero esta no era una opinión muy extendida, ya que la otra parte del vecindario pensaba que Morate era un autentico monstruo; una palabra con la que fue descrito por su propia familia. Así lo reflejaron en un comunicado los Morate y los Garcés después de que aparecieran los cuerpos de las dos víctimas en el cual destacaron que "no hay excusa ni perdón" para la "atrocidad" que cometió. Pero el inicio de la carta, destinada a los medios de comunicación, era mucho más doloroso: "No sabemos qué diablo o terrible demencia se apoderó de ti". A estas palabras le seguían los deseos de sus familiares por que lo encerrasen pronto "indefinidamente" y que "tu mente perturbada se recupere para darte cuenta de que también te mataste tú".
Por aquel entonces, el crimen había sido tan sonado que hasta el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, también se pronunció sobre los asesinatos a ambas jóvenes durante una rueda de prensa, calificando lo sucedido como un "crimen execrable que merece la más dura de las condenas”. Precisamente era eso, la máxima condena, lo que reclamaba gente del entorno de Laura y que manifestó a través de una petición en Charge.org tratando de recabar firmas para hacérselas llegar al Ministerio de Justicia.
Es por ello que Morate, cuando supo que iban a extraditarle a España tras capturarlo en Rumanía, pidió que no lo hicieran porque, según él, la gente ya le había condenado. Y era cierto. Su llegada al país y su regreso a Cuenca, el lugar en el que había arrebatado la vida a dos inocentes, no fue bien acogida por el vecindario y por eso se alegró de que el día en el que tuvo que atravesar las puertas del juzgado estuviera lloviendo: "Así habrá menos gente esperándome para insultarme".
Así lo expresó a uno de los agentes con los que compartió un viaje de una hora en avión desde el país del este hasta la península y a quien también confesó que "la había liado" y que aquel 5 de agosto la aparición de Laura fue un "contratiempo" por el que estuvo a punto de cancelar su plan criminal. "Cuando Marina me dijo que venía con Laura, le dije que no subiera — continuó relatando el agente haciéndose eco de las declaraciones del detenido — Le dije que fuéramos a tomar café, pero ella quería acabar con la historia". El policía, cuyo testimonio coincidía con el del jefe de la Policía Judicial, se sorprendía de estar escoltando al hombre que días atrás había sido el más buscado por las autoridades: "Ya ves la que he liado, has detenido a un famoso".
12:17
Socuéllamos al Día In the Mix. DJ Muñoz
Episode in
Socuéllamos al Día
Sesión duodécima de Socuéllamos al Día in the Mix realizada por DJ Muñoz.
36:35
Sucesos en La Mancha. El Fratricida de Criptana
Episode in
Socuéllamos al Día
Poco antes de las cuatro y media de la tarde del 2 de mayo de 2013, Florentino pisó el acelerador de su coche (un Chrysler 300) en una recta y lo empotró a 164 kilómetros por hora contra la furgoneta Renault Kangoo en la que viajaban su hermano Anastasio y su cuñada, Pilar G. M-Q., que murieron en el acto.
Después de brutal impacto que causó dos víctimas mortales, «simuló» un estado de «inconsciencia». Pero su cuerpo le delató. Tenía tono muscular, párpados apretados ante un estímulo y no presentaba lesión alguna. Así que se le trasladó en una ambulancia a Urgencias del Hospital de Alcázar, en lugar del helicóptero que enviaron al lugar del accidente porque no hacía falta. Dos personas habían muerto y una tercera no tenía ni un rasguño.
Una vez en Urgencias, el médico que le atendió tampoco observó en la exploración lesiones. Tenía una frecuencia cardiaca normal, una tensión arterial también normal y no presentaba dificultad en la respiración. El médico sospechó que fingía, pero para curarse en salud pidió una prueba radiológica: un TAC craneal que resultó normal. Ya no era una impresión del médico, por la prueba clínica y radiológica, el paciente «simulaba inconsciencia», concluyó.
Por si fuera poco, el facultativo también puso en práctica otras técnicas más rudimentarias: «Le quité la sonda y le puse suero en cantidad. O mea o revienta, y enseguida dijo quiero orinar. Estaba bien y se le dio el alta», declaró ante el jurado que ha considerado este informe como elemento de convicción. Del mismo modo, se ha basado en el informe pericial de la Guardia Civil: ausencia de huellas de frenada y de maniobra evasiva para evitar el choque o minimizar las lesiones por parte del conductor que en su descargo alegó que fue un accidente imprudente y temerario al tratar de adelantar la furgoneta de su hermano.
El jurado ha declarado culpable de dos delitos de asesinato al fratricida de Criptana tras cuatro largas y tensas sesiones en un proceso judicial complejo, uno de los más espinosos y peliagudo que han tenido lugar en la Audiencia Provincial con un importante rifirrafe entre el magistrado presidente y la defensa. Tras el veredicto, las acusaciones pidieron la máxima condena: 20 años por el asesinato alevoso de su hermano y otros 20 por el de su cuñada. Aparte de la pena privativa de libertad, los abogados que ejercen la acusación particular han solicitado 1,2 millones de euros en concepto de responsabilidad civil, por el daño causado a los tres hijos de las víctimas, uno de ellos menor de edad cuando su tío asesinó a sus padres.
El veredicto no fue unánime. Siete miembros del jurado votaron que era culpable de asesinato y dos de un delito de homicidio doloso. El jurado ha emitido este dictamen en base a las pruebas periciales: informes del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico de la Guardia Civil y conclusiones de los médicos del 112 y de Urgencias.
De este modo, juzga probado que Florentino M. M. «buscó el momento idóneo» para «causar el máximo daño»
Sin posibilidad de defensa. «Preparó la ocasión para matar, se aseguró el resultado y evitó cualquier posibilidad de defensa». Así lo aseguró el abogado Javier Fernández Ajenjo, que ejerce la acusación particular en representación de dos de los tres hijos de las víctimas.
El abogado José Macia, que defiende al encausado, mostró su disconformidad con el veredicto del jurado y, sin perjuicio de interponer un recurso contra el mismo, pidió la mínima pena por asesinato. Emitido el veredicto y solicitadas las condenas, el magistrado presidente del Tribunal del Jurado, Fulgencio Víctor Velázquez de Castro, disolvió el jurado tras reconocer y agradecer su labor.
A continuación entró en escena el abogado de la compañía aseguradora del vehículo empleado como arma en los asesinatos. En la causa ha hablado poco, pero ayer se desquitó. Las acusaciones piden 1,2 millones en concepto de responsabilidad civil. «Nosotros somos una aseguradora de accidentes de tráfico, pero parece que seamos coautores de dos asesinatos», subrayó el letrado tras aludir al vacío legal. A su juicio, debería pagarlo el culpable del delito
04:31
Entrevista al escritor Félix Mateo realizada por Iván Fresneda Lara
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Socuéllamos al Día
Entrevista al escritor socuellamino Félix Mateo realizada por su ex alumno Iván Fresneda Lara por la presentación de su nuevo libro
17:41
El entrevistador entrevistado. Pope Aijón, Director de Contenidos de Radio Televisión Socuéllamos
Episode in
Socuéllamos al Día
EL ENTREVISTADOR ENTREVISTADO
En Socuéllamos al Día, entrevistamos a Pope Aijón, Director de contenidos de Radio Televisión Socuéllamos y locutor de la Radio del Pueblo todas las mañanas en 107.7 FM
18:29
Sucesos en La Mancha. El asesino de Valdepeñas
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Socuéllamos al Día
Cuarta entrega mensual de nuestro espacio en Ivoox de Sucesos en La Mancha. En este mes de diciembre, hablamos del "Asesino de Valdepeñas".
Gustavo Romero Tercero nació el 16 de diciembre de 1971 en Valdepeñas (Ciudad Real), en el seno de una familia en la que los malos tratos y el uso de la violencia eran frecuentes. No existen muchos datos sobre su infancia, pero ya en su adolescencia destacó por ser mal estudiante y empezar a mostrar interés por la delincuencia.
Destacaba en él el desprecio que tenía por los demás y lo impulsivo que era, por eso antes de cumplir la mayoría de edad comenzó a perpetrar pequeños robos y a acechar a algunas mujeres. A pesar de esto contrajo matrimonio con Yolanda Sáez, con la que tuvo dos hijas, pero finalmente se acabaron divorciando tras haberla sometido a maltrato físico y psicológico durante años. De hecho sería ella la que ayudaría a dar con este asesino que quedó impune durante años en lo que podrían haber sido crímenes casi perfectos.
El crimen de los novios
Era 18 de junio de 1993 cuando Ángel Ibáñez y Sara Dotor, dos jóvenes que eran pareja, decidieron ir al Parque Municipal de Valdepeñas para sentarse a charlar en un banco. Eran las 21:00 cuando comenzaron a notar que alguien los vigilaba.
Gustavo llevaba horas en su bicicleta merodeando por la zona. Tras intentar cambiarse de banco en varias ocasiones para tener tranquilidad, la pareja decidió marcharse del recinto en torno a las 22:45 horas, pero Gustavo los detuvo, amenazándolos a punta de navaja.
Con el arma en la mano el criminal consiguió llevar a los dos jóvenes hasta la parte trasera del parque, a un sitio poco iluminado, para exigirles que le dieran todo el dinero que llevaban. Ángel llevaba encima, en ese momento, 3.000 pesetas (18 euros), pero esto no le bastó a Gustavo, que decidió ensañarse con él y apuñalarlo repetidas veces en presencia de Sara.
La joven lo había reconocido porque era el sobrino de su jefa pero esto no le hizo detenerse. Aunque ambos trataron de huir, Ángel murió casi en el acto y a Sara la alcanzó cuando corría hacia la estación pidiendo auxilio.
La dejó inmóvil asentándole un navajazo en el cuello. Luego la desnudó, la violó y la mató. Se deshizo de su ropa tirándola al río Jabalón (la Policía nunca la encontró) y ocultó el arma del crimen en una huerta de la localidad, a apenas 100 metros de su domicilio.
Cuando la Policía descubrió la escena y el crimen de hizo público los vecinos de la localidad organizaron concentraciones para pedir justicia. Entre esas personas que clamaban que se diera con el responsable y pagara por ello estaba Gustavo.
Traslado a las Islas Canarias
Cinco días después de cometer el doble asesinato, éste decidió marcharse a Las Palmas de Gran Canaria para distanciarse del pueblo. Allí estuvo viviendo hasta 1997, cuando decidió regresar a Valdepeñas. Como parte de su estrategia, hizo amistad con los hermanos de Sara, la joven a la que había asesinado cinco años antes. De esta forma podía controlar cómo avanzaba la investigación. Sin embargo esta se encontraba en punto muerto y la Guardia Civil no tenía ningún sospechoso a la vista.
Gustavo estuvo en la localidad haciendo vida con relativa normalidad, trabajando como cocinero en un club de alterne, montando estructuras de pladur o como trabajador en la industria cárnica. Hasta que el 25 de junio de 1998 volvió a delinquir.
Crimen de la joven Rosana Maroto
Ese día Gustavo había salido de trabajar y se puso a conducir sin rumbo fijo porque, según él, disfrutaba haciéndolo pese a no tener licencia. En su camino y sobre las 19:00 horas, se cruzó Rosana, una joven de 22 años que circulaba en bicicleta y que iba en dirección a casa de su padre, que vivía en una zona rural ubicada a siete kilómetros de Valdepeñas.
Según Gustavo la atropelló accidentalmente y al darse cuenta de que la había matado se deshizo de su cadáver arrojándolo a un pozo. Sin embargo la autopsia y todas las pruebas encontradas determinarían que, en realidad, Gustavo se sintió atraído por ella y la arrolló con su coche para aprovecharse de la joven. Tras esto, la introdujo con vida en su vehículo, se la llevó a un caserío abandonado y allí la desnudó y la violó.
A pesar de que dejó que esta se vistiera y ella le suplicara que la dejara marcharse, él la mató estrangulándola tras un violento forcejeo donde ella trató de defenderse como pudo. Después se deshizo de su cuerpo arrojándolo a un pozo y de sus pertenencias tirándolas al río dentro de una mochila que llenó con piedras para que se hundiera.
A pesar de que la bolsa fue localizada días después de su desaparición, no conseguían dar con el autor de los hechos. Durante cinco años la Policía estuvo buscando a Rosana incansablemente. Se revisaron hasta 300 aljibes cercanos a Valdepeñas pero no consiguieron encontrarla.
El chivatazo de su mujer
Mientras Rosana seguía desaparecida y Valdepeñas continuaba conmocionado, Gustavo seguía haciendo vida normal en el pueblo junto a su mujer y sus hijas hasta que Yolanda se cansó. Atemorizada por sus continuas amenazas y malos tratos físicos y psicológicos, se armó de valor y consiguió denunciarlo por violencia de género y Gustavo fue enviado a la cárcel de Herrera de la Mancha, también en Ciudad Real.
Con el asesino en prisión su mujer dejó de tenerle miedo y el 8 de agosto de 2003 se acercó a la comisaría de Policía y confesó que su marido, Gustavo Romero, de entonces 32 años, era el asesino de los novios Ángel y Sara y contó dónde estaba escondida el arma del crimen.
Paralelamente se cotejaron las muestras de ADN del criminal con las de la pareja. El resultado fue positivo, por lo que el 9 de octubre de ese mismo año lo detuvieron por este crimen en Herrera de la Mancha.
Durante su toma de declaración ante la policía, Gustavo terminó derrumbándose y confesando no solo el ‘Crimen de los Novios’ sino también el asesinato de Rosana Maroto. Una nueva prueba de ADN confirmó que el perfil genético del detenido coincidía con el encontrado en la mochila de la joven.
Fue el propio Gustavo quien junto a la comitiva judicial, la Guardia Civil, un equipo de los GEO (Grupo Especial de Operaciones) de la Policía Nacional y agentes de la Comisaría General de la Policía Científica y de la comisaría de Valdepeñas,condujo a los investigadores hasta el lugar donde lanzó el cuerpo de la chica.
Trastorno de la conducta
Tras ser encarcelado por los tres asesinatos, los exámenes psicológicos que los forenses le hicieron a Gustavo mostrarían que el delincuente tenía “una personalidad afectada por el trastorno antisocial de la conducta”.
Sin embargo estos estudios también determinaron que en el momento de cometer los crímenes “se encontraba en perfecto uso de sus facultades mentales”, con “una capacidad intelectual normal”, y “sin que se hubiera detectado enfermedad mental”, por lo que sabía lo que estaba haciendo.
La condena
Los juicios por los dos casos de asesinato se celebraron por separado en la Audiencia Provincial de Ciudad Real en abril de 2005. En total el ya conocido como ‘Asesino de Valdepeñas’ fue condenado a 103 años de prisión.
A pesar de que lo han tenido que trasladar a varios centros penitenciarios por haber tenido problemas con otros presos, en la actualidad Gustavo Romero cumple condena en la cárcel de Herrera de la Mancha, en régimen de aislamiento y sin posibilidad alguna de tener contacto con otros esos. Aunque puede ir al gimnasio o salir al patio, siempre ha de hacerlo solo y en horario distinto al resto de internos.
08:25
Sucesos en La Mancha. El Crimen de Cuenca
Episode in
Socuéllamos al Día
Tercera entrega mensual de nuestro espacio en Ivoox de Sucesos en La Mancha. Esta vez, vamos a hablar del caso más mediático en nuestra tierra. En este mes de noviembre, hablamos del "Crimen de Cuenca"
Para entrar en contexto, El crimen de Cuenca o caso Grimaldos fue un caso de torturas por la guardia civil dando un supuesto caso de asesinato que nunca tuvo lugar y que, por la relevancia de la negligencia judicial y policial cometida, ha pasado a la historia del derecho español. En teoría el crimen había tenido lugar entre las localidades de Tresjuncos y Osa de La Vega en la provincia de Cuenca en el año 1910.
El caso inicialmente se cerró por falta de pruebas, aunque poco después se volvió a reabrir. En esta nueva apertura del caso las investigaciones policiales y judiciales fueron irregulares desde el primer momento, y la misma incluyó tortura, numerosos abusos policiales y finalmente penas de prisión para los acusados. Sin embargo, años después se descubrió que la persona supuestamente asesinada continuaba con vida, por lo que la Justicia hubo de intervenir nuevamente para anular las condenas y dictaminar la indemnización de los acusados. Así, el crimen de Cuenca ha pasado a la historia del derecho español como un caso paradigmático de error judicial.
En 1981 se estrenó El crimen de Cuenca, película dirigida por Pilar Miró. Basada en estos hechos, la película causó un gran impacto en la sociedad española de entonces.
Los hechos
José María Grimaldos López, un joven pastor natural de Tresjuncos, de veintiocho años y apodado El Cepa (al parecer por su baja estatura y pobre entendimiento) trabajaba en la finca El Palomar de Francisco Antonio Ruiz, alcalde de Osa de La Vega. Era objeto de continuas burlas por parte de León Sánchez Gascón, apodado "El Pastor", mayoral de la finca, y también por el guarda Gregorio Valero Contreras, apodado "El Varela", ambos con fama de anarquistas y vecinos de Osa de La Vega.
El 20 de agosto de 1910 José María vendió unas ovejas de su propiedad y desapareció. Posteriormente se averiguó que fue a tomar unos baños a «La Celadilla», laguna cuyas aguas y barros con los que se embadurnan los bañistas, se creía que poseen propiedades curativas ("Baños medicinales La Celadilla"), y que se encuentra situada en el término municipal de El Pedernoso a unos 4 km de la población. Después de varias semanas desde su desaparición, comenzaron a correr rumores por los alrededores del pueblo de Tresjuncos sobre el posible asesinato de José con objeto de robarle el dinero que había obtenido por la venta de las ovejas. Al tener conocimiento los familiares de las burlas que José María recibía, puesto que él mismo las comentaba continuamente cuando estaba en casa, decidieron presentar denuncia de la desaparición en el juzgado de Belmonte. Acusaron a León y a Gregorio de haberlo matado, por lo que fueron detenidos para ser llevados a juicio. Tras interrogar a los detenidos, se instruyó el sumario y el juez puso a los acusados en libertad por falta de pruebas. En septiembre de 1911 la causa fue sobreseída.
Nueva acusación y encarcelamiento
Al cabo de un par de años, en 1913, por insistencia de los familiares de Grimaldos se reabrió el caso. La familia de José María volvió a denunciar coincidiendo con la llegada del nuevo juez a Belmonte, Emilio Isasa Echenique. Nuevamente se volvió a cursar orden de detención a los mismos sospechosos iniciándose así un largo proceso de calvario para ellos.
La Guardia Civil comenzó a torturar y maltratar a los detenidos a fin de conseguir las confesiones de la muerte de José María y averiguar también el paradero de su cadáver. Separados el uno del otro en diferentes celdas de la prisión de Belmonte eran alimentados solo a base de bacalao sin desalar y privados de agua. Fueron sometidos a interrogatorios en los que recibieron palizas, fueron colgados en vilo por los genitales y les extrajeron dientes, uñas y vello facial con tenazas de herrar. Terminaron por confesar, culpándose el uno al otro. Entre diversas versiones sobre el paradero del cuerpo (unas veces dijeron que lo habían quemado, otras enterrado en el cementerio), este nunca se halló, ante lo cual confesaron haberlo descuartizado, dado los pedazos a los cerdos y después machacado los huesos hasta pulverizarlos.
El 11 de noviembre de 1913 y por orden del juez de Belmonte, el juez de Osa de La Vega levanta acta de defunción haciendo constar que José María Grimaldos López, natural de Tresjuncos, había fallecido el 21 de agosto de 1910 a las 8.30 o las 9.00 de la noche a consecuencia de haber sido asesinado por Gregorio Valero y León Sánchez. El acta recoge la anotación marginal: No ha podido ser identificado el cadáver por no haber sido hallado.
En 1918, después de cuatro años y medio encarcelados, comienza el juicio en la Audiencia Provincial con un sumario plagado de contradicciones y diligencias sin esclarecer. La vista se solventó en siete horas. El jurado que condenó a los acusados apenas deliberó durante treinta minutos y los doce miembros los consideraron culpables de la muerte de José María. La labor de la defensa consistió en limitarse a evitar la pena de muerte, el garrote vil vigente en esos días. Gregorio cumplió condena en el penal de San Miguel de Los Reyes en Valencia, mientras que León la cumplió en la prisión de Cartagena.
Indulto y salida de prisión
El 4 de julio de 1925 y como consecuencia de dos decretos de indulto, salieron de la cárcel recuperando la libertad tras haber cumplido doce años y dos meses de condena. Tras salir de prisión comprobaron las dificultades de sus familias, apartadas de la sociedad y tuvieron problemas para hallar trabajo por ser asesinos confesos y penados.
Aparición de José María Grimaldos
Mientras, eran diversos los rumores que aseguraban haber visto con vida al difunto, incluso se decía que había visitado a su madre y hermana. El 8 de febrero de 1926, el cura de Tresjuncos, Pedro Rufo Martínez Enciso, uno de los mayores instigadores de la culpabilidad de los acusados, recibió una carta del cura del cercano municipio de Mira en Cuenca, en la que solicitaba la partida de bautismo de José María Grimaldos a fin de celebrar el matrimonio de éste. El cura de Tresjuncos, sin salir de su estupor ante semejante noticia, decidió no responder y ocultar la carta. Impaciente por el retraso de su matrimonio, Grimaldos decidió partir hacia Tresjuncos y se presentó sin más en el pueblo. Los vecinos no daban crédito al ver vivo a José María y todo el pueblo y sus alrededores se conmovieron ante la noticia. Entonces, el juez de Belmonte intervino y ordenó detener al supuesto José María Grimaldos. En las siguientes horas, la noticia llegó a la prensa y a la opinión pública y alcanzó enorme trascendencia. El supuesto difunto arguyó que al ver en sus bolsillos el dinero de la venta de las ovejas, le había dado "un barrunto" y decidió marcharse. Dijo no haber tenido noticia del caso.
Tras la indiscutible identificación de Grimaldos, el asunto fue utilizado en la prensa opositora a la Dictadura de Primo de Rivera. El ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte y Escartín, ordenó la revisión de la causa y mandó al Fiscal del Tribunal Supremo interponer recurso de revisión contra la sentencia de la audiencia de Cuenca. En dicha orden se anota que «hay fundamentos suficientes para estimar que la confesión de los reos Valero y Sánchez, base esencial de sus condenas, fue arrancada mediante violencia continua inusitada». (...) Según el Tribunal Supremo: «en vista del error de hecho que motivó la sentencia, se declara la nulidad de la misma, por haberse castigado en ella delito que no se ha cometido, afirmándose así la inocencia de Gregorio Valero y León Sánchez» (Tribunal Supremo, sentencia del juicio de revisión de 10 de julio de 1926). La sentencia publicada por el Tribunal Supremo declara nula la resolución dictada en Cuenca en 1918, estableciendo así la inocencia de Sánchez y Valero; al mismo tiempo establece la nulidad en el acta de defunción de José María Grimaldos, y determina las indemnizaciones correspondientes que el Estado debe abonar a los presos en estos casos.
Sánchez y Valero acabaron sus días en Madrid, lejos de su pueblo y de las gentes que los habían condenado. Allí se les ofreció un trabajo de guarda jurado en el Parque del Retiro al servicio del Ayuntamiento. En el año de 1935 el Estado español concedió a Gregorio Valero y León Sánchez una pensión vitalicia de tres mil pesetas anuales con retroactividad de cinco años.
Proceso a los responsables
El juez instructor de Belmonte, Emilio Isasa Echenique, murió en su casa de Sevilla pocos días después de conocerse la sentencia rectificativa de 1926, oficialmente a causa de una angina de pecho aunque bajo sospecha de suicidio. Quién sí murió oficialmente por suicidio fue el cura párroco de Tresjuncos, Pedro Rufo Martínez Enciso, ahogado en una tinaja de vino.
El 17 de mayo de 1935 se inició en la Audiencia provincial de Cuenca juicio contra el resto de los responsables del error judicial. El fiscal pidió ocho años de prisión y multa de veinticinco mil pesetas por un delito de coacciones, mientras la acusación particular les acusó de coacción, amenaza y falsificación de documento público. Todos ellos fueron absueltos.
En concreto se sentaron en el banquillo de los acusados las siguientes personas:
Gregorio Regidor – teniente de la Guardia Civil
Juan Taboada – sargento de la Guardia Civil. Posteriormente se encontró con los acusados en Madrid, desatándose una refriega en la que tuvo que intervenir la fuerza pública. Murió asesinado durante la Guerra Civil
Telesforo Díaz – Guardia Civil.
Manuel Rodríguez – actuario del Juzgado de Belmonte.
Juan José Jáuregui – médico forense. Posteriormente reconocería haber presenciado la tortura a Valero y Sánchez.
Baldomero Labarga – médico forense.
Este caso dio lugar a varios libros como el que escribió Ramon J. Sender, titulado El lugar de un hombre (1939), en la que además de las torturas denunciaba las redes caciquiles. El escritor conquense Luis Esteso y López de Haro, natural de San Clemente, le dedicó unas coplas bajo el título El crimen de Cuenca que editó en una de las numerosas recopilaciones de sus escritos (Madrid, G. Hernández y Galo Sáez, 1927). El matemático Carlos Maza Gómez estudia también el caso en su libro Crímenes de 1926.
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Sucesos en La Mancha. La desaparición de Ana Belén Jiménez Armiñana
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El 8 de julio de 1994, Ana Belén Jiménez Armiñana abandonaba su casa en Villarrobledo (Albacete), inicialmente solo por unos días, ya que había discutido con sus padres. Desde aquel día de verano de 1994, la familia de la chica que hoy tendría 48 años, siguen buscándola con la esperanza de encontrarla. volver pasados un par de días. Nunca lo hizo. El padre de Ana Belén falleció a causa de un cáncer en 2006, pero su madre y sus hermanas Mari Carmen y María José no cesan en su intento de encontrarla volver a abrazarla.
El día de su desaparición, Ana Belén tenía 17 años. En su día —tal y como figura en la ficha de la desaparición que aparece en varios portales de personas desaparecidas—, Ana Belén medía 1,60 metros, pesaba 55 kilos y tenía el pelo largo y liso de color castaño. Los ojos, verdes. Uno de sus rasgos más distintivos es una cicatriz que posee en el maxilar izquierdo a causa de una operación.
Cuando Ana Belén salió de casa aquel 8 de julio lo hizo con lo puesto, sin documentación, 1.100 pesetas en el bolsillo y medicación para la epilepsia —enfermedad que sufría— para tres días, según relató su hermana al periódico El digital de Albacete.
Por el protocolo de la época, había que esperar 48 horas antes de denunciar una desaparición. Además, el caso de Ana Belén, que comunicó su intencionalidad de marcharse, se consideraba como ausencia voluntaria. Este dato es la clave del caso.
Nos ceñimos a la desaparición de Ana Belén
Natural de Villarrobledo (Albacete), Ana Belén vivía con sus padres. El 8 de julio de 1994, según relató su hermana, había tenido una riña con sus padres. El motivo es que Ana Belén quería ir a tomar un café. A pesar de que su madre intentó que no fuera debido al calor, Ana Belén salió. Prometió volver pronto, pero lo hizo cerca de las 11 de la noche. Esto provocó una pequeña discusión con sus padres que se solucionó rápido, según su hermana.
No obstante, unas horas después, en plena madrugada, su hermana Mari Carmen recibió una llamada de Ana Belén en la que le confesaba que necesitaba irse de casa un par de días. Llevaba medicación para ese tiempo, 1.100 pesetas y lo puesto. Pasados esos días, Ana Belén todavía no había vuelto.
Las pistas no cesaron de aparecer. Muchas personas dijeron haber visto a Ana Belén formando parte de una secta, entre las paredes de un prostíbulo y en diversas ciudades. Una de las más recurrentes: Valencia. Una de las últimas pistas ubicaba a Ana Belén en esta ciudad en el año 2015. Fueron varias personas las que dijeron haberla encontrado en el supermercado Mercadona de Patraix, en la calle de Sagunto, en la calle Játiva y en el Mercado de Ruzafa.
Otra de las pistas fue que alguien contactó con el Registro de Villarrobledo, cuando todo era en papel y presencial. Alguien llamó para pedir documentación de Ana Belén. El funcionario no supo gestionar la llamada. Era una buena oportunidad de recabar información, y sin embargo, le dijo que no podía darle ningún dato porque tenía que ir en persona. No volvió a llamar.
Los padres de Ana Belén, que se volcaron en buscar a su hija, fueron a Valencia así como al resto de lugares en los que diferentes testigos habían indicado que habían visto a Ana Belén. Ni rastro. Su padre, incluso, llegó a crear la Asociación de Desaparecidos de Castilla-La Mancha (AFADECAM) y a conseguir que el caso se moviera en los diferentes medios de comunicación.
En la época de las niñas de Alcàsser
Cuando Ana Belén desapareció, se investigó en los medios de transporte de la zona para ver si la joven había podido comprar un billete. Ni rastro. Eso llevó a los padres a pensar que se subió al coche de alguien. En aquella época, en el año 1994, el crimen de las niñas de Alcàsser todavía estaba fresco en la memoria, y los progenitores de Ana Belén tenían miedo de que la joven hubiera sufrido el mismo destino.
El terrible crimen marcó a la sociedad española de la época. Ana Belén desapareció poco más de año y medio después de hallar los cadáveres de las niñas. A diferencia de estas, no hay pistas sobre qué ocurrió con Ana Belén aquel día. Y 30 años después, su familia sigue luchando por encontrarlas y poder ver a la joven que desapareció con 18 años y que ya tendría 48.
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