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By Federación Espigas Vivencias, historias y costumbres
Vivencias, historias y costumbres
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Vivencias, historias y costumbres

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Con esta publicación, desde la Federación de Asociaciones Campos, Pan
y Norte del Duero “ESPIGAS”, hemos querido recoger y difundir algunos recursos culturales de contenido literario relacionados con la vida, pensamiento y tradiciones de nuestras comarcas. Nos proponemos despertar la posiblemente adormecida creatividad artística de sus cada vez más escasos habitantes y poner en primer plano tradiciones, usos y costumbres que nos hacen ser como y quienes somos.

Ofrecemos un elenco de documentos narrativos y poéticos que, potenciando las formas lingüísticas propias, las estructuras comunicativas peculiares y el decir genuino
del pasado y el presente, ayudan a valorar nuestro lenguaje y a preservar ciertos
contenidos léxicos de su prematura extinción. Al mismo tiempo, proporcionamos una
motivación suplementaria a los autores, más o menos profesionales o diletantes, que
tienen de alguna manera sus raíces en estas tierras de pan llevar; y un placer indeleble
a los posibles lectores presentes en nuestro espacio territorial o ausentes de él si
la vida les ha llevado por otros caminos, vicisitudes y derroteros. Estamos seguros de
que estos textos les colmarán de recuerdos y añoranzas, emociones y anhelos; que
evocarán vivencias personales impregnadas de sabores añejos, al tiempo que abiertas
a nuevos senderos, desde el cariño y reconocimiento por esta tierra de horizontes
abiertos, cielo nítido y “mares de espigas” con la que nos identificamos.

La escucha sosegada de los poemas y relatos publicados nos transporta, en muchas
ocasiones, a situaciones y momentos de tiempos pretéritos y a la vez nos instala en la
realidad cotidiana del presente de este nuestro mundo rural que se va diluyendo en la
globalidad impersonal y difusa del anárquico y desequilibrante desarrollo tecnológico
que hoy impera. La carga emotiva que se desprende, embriagadora y envolvente, en
el discurrir de los textos, debe contribuir a marcar la senda para que nos sintamos
orgullosos de lo que hemos sido y de lo que somos y para compartir este sentimiento
íntimo e intransferible con el reconocimiento y el respeto de otras culturas, entidades
y patrimonios.

Hemos de agradecer a los autores de los poemas, relatos y fotografías el regalo cultural y artístico de sus trabajos. Ampliamos el ámbito de este agradecimiento a todas las instancias, entidades y particulares que se involucran activamente en el enriquecimiento, desarrollo y conservación cultural de nuestros pueblos, contribuyen de una manera eficaz a la superación de la nostalgia que transmiten los versos de uno de los poemas publicados:

“Suenan campanas
cantares apagados;
soñando en los colores
silencios añorados.
¡Qué sola se nos queda
nuestra Tierra de Campos!”

Disfrutad, pues, de esta recopilación. Seguro que durante su escucha, con la emoción
muchas veces contenida, desde lo más recóndito de vuestro ser brota una fuerza
ancestral que contribuirá a mantenernos unidos, expectantes y preparados para el
futuro.

Desde la Federación os arengamos con estos versos que también encontraréis en las
siguientes páginas. ¡Nunca olvidéis que lo más importante y valioso que tenemos son
las personas!

“¡Alegrad los corazones!
¡Cubrid de sonrisas el semblante!
¡Volverán, de nuevo, las espigas
en vuestras tierras a granarse!”

Con esta publicación, desde la Federación de Asociaciones Campos, Pan
y Norte del Duero “ESPIGAS”, hemos querido recoger y difundir algunos recursos culturales de contenido literario relacionados con la vida, pensamiento y tradiciones de nuestras comarcas. Nos proponemos despertar la posiblemente adormecida creatividad artística de sus cada vez más escasos habitantes y poner en primer plano tradiciones, usos y costumbres que nos hacen ser como y quienes somos.

Ofrecemos un elenco de documentos narrativos y poéticos que, potenciando las formas lingüísticas propias, las estructuras comunicativas peculiares y el decir genuino
del pasado y el presente, ayudan a valorar nuestro lenguaje y a preservar ciertos
contenidos léxicos de su prematura extinción. Al mismo tiempo, proporcionamos una
motivación suplementaria a los autores, más o menos profesionales o diletantes, que
tienen de alguna manera sus raíces en estas tierras de pan llevar; y un placer indeleble
a los posibles lectores presentes en nuestro espacio territorial o ausentes de él si
la vida les ha llevado por otros caminos, vicisitudes y derroteros. Estamos seguros de
que estos textos les colmarán de recuerdos y añoranzas, emociones y anhelos; que
evocarán vivencias personales impregnadas de sabores añejos, al tiempo que abiertas
a nuevos senderos, desde el cariño y reconocimiento por esta tierra de horizontes
abiertos, cielo nítido y “mares de espigas” con la que nos identificamos.

La escucha sosegada de los poemas y relatos publicados nos transporta, en muchas
ocasiones, a situaciones y momentos de tiempos pretéritos y a la vez nos instala en la
realidad cotidiana del presente de este nuestro mundo rural que se va diluyendo en la
globalidad impersonal y difusa del anárquico y desequilibrante desarrollo tecnológico
que hoy impera. La carga emotiva que se desprende, embriagadora y envolvente, en
el discurrir de los textos, debe contribuir a marcar la senda para que nos sintamos
orgullosos de lo que hemos sido y de lo que somos y para compartir este sentimiento
íntimo e intransferible con el reconocimiento y el respeto de otras culturas, entidades
y patrimonios.

Hemos de agradecer a los autores de los poemas, relatos y fotografías el regalo cultural y artístico de sus trabajos. Ampliamos el ámbito de este agradecimiento a todas las instancias, entidades y particulares que se involucran activamente en el enriquecimiento, desarrollo y conservación cultural de nuestros pueblos, contribuyen de una manera eficaz a la superación de la nostalgia que transmiten los versos de uno de los poemas publicados:

“Suenan campanas
cantares apagados;
soñando en los colores
silencios añorados.
¡Qué sola se nos queda
nuestra Tierra de Campos!”

Disfrutad, pues, de esta recopilación. Seguro que durante su escucha, con la emoción
muchas veces contenida, desde lo más recóndito de vuestro ser brota una fuerza
ancestral que contribuirá a mantenernos unidos, expectantes y preparados para el
futuro.

Desde la Federación os arengamos con estos versos que también encontraréis en las
siguientes páginas. ¡Nunca olvidéis que lo más importante y valioso que tenemos son
las personas!

“¡Alegrad los corazones!
¡Cubrid de sonrisas el semblante!
¡Volverán, de nuevo, las espigas
en vuestras tierras a granarse!”

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La Música Divina
La Música Divina
Autor: José Carlos Iglesias Dorado 1er Premio de relatos Vivencias, Historias y Costumbres Locutor: Indalecio Alvarez Campano LA MÚSICA DIVINA Cuando llegaba aquel momento me sentía como Dios. Se me olvidaban los años, los achaques, la alopecia, la tos tabaquera desaparecía, la barriga se escondía y hasta la mala leche se me pasaba cuando Elena, la cantante, me señalaba con su brazo moreno de faraona verbenera y me cedía el centro del escenario. Entonces era cuando de verdad se paraba el mundo me dejaba disfrutar el destino de mis pequeños minutos de gloria, una gloria remota y arcaica, la misma que perseveraba por sobrevivir desde hacía tiempo en aquellos pueblos solitarios que luchaban cada día para no extinguirse. En ese mágico instante, en el que Elena, agitando brazaletes y moviendo el cuerpo serrano con gracia y picardía, me presentaba, era como si retrocediera en mi vida, y en la de todos los paisanos del pueblo donde estuviéramos tocando esa noche, veinte, treinta, cuarenta años tal vez, igual que decía la letra del tango si lo repetías dejándote arrastrar por la melancolía: “qué es un soplo de vida, que veinte años no es nada, qué febril la mirada errante en las sombras, te busca y te nombra”.
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La última trilla
La última trilla
Autor: Marcelo Alcalá de Caso 2o Premio de relatos Vivencias, Historias y Costumbres Locutora: Veronica Calvo LA ÚLTIMA TRILLAEl cuarto de la era estaba mucho más fresco que la calle, era un sitio muy recogido, el suelo era de tierra, un carro desvencijado, ya en desuso, ocupaba más de la mitad de la estancia, encima de él había muy colocadas hoces, bieldas, purrideras y algún madero carcomido, en la pared colgados los cribos, al lado un cántaro viejo, y en el suelo dos sacas llenas de paja que hacían de cama cuando el cansancio era insoportable, en los rincones alguna telaraña llena de polvo, junto a la pared estaban los amajes del carro, la red recogida con unos clavos colgaba al lado, el tejado era de teja árabe, hacían de vigas travesaños hechos de ramas no muy rectas y para sujetar la tela tobas de cardo, las paredes eran de tapial hasta un poco más de la mitad de su altura, el resto de la pared era de adobe, lo que daba a entender que alguna vez se había hundido y lo habían vuelto a levantar
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Una foto de boda para contar
Una foto de boda para contar
Autor:Benjamín Charro Morán 3er Premio de relatos Vivencias, Historias y Costumbres Locutora: Veronica Calvo UNA FOTO DE BODA PARA CONTAR Amaneció y quedó aquella mañana de otoño con olor a membrillos y manzanas en el aire. El sol, a lo lejos, parecía atusarse los últimos rayos para vestirse de gala. Presagiaba fiesta al repique mañanero de campanas. Yo, entretanto, me desperezaba y coleccionaba los últimos sueños de la noche. Una foto de los abuelos presenciaba la escena a los pies de mi cama en aquellos tiempos de rito y mito en los que todo se heredaba como le ocurre a los pichones en el palomar. Todo era rutina, santos, novenas, rosarios, bailes en el salón del señor Graciano y paseos por la calle “de afuera”. Tiempos en los que el barro se hacía forma entre juegos y silencios. Aquella estampa siempre vigiló mis sueños. Fue herencia del recuerdo en una alcoba austera con un catre con jergón de paja vieja de centeno. Os cuento: esta historia da comienzos entre cuatro paredes de barro y cuatro listones de madera que delimitaban la foto de mis abuelos. Foto que aún guardo como si de una boda real se tratase. Allí, rompiendo el cielo de cuartones, pendían cimbreándose, pendulonas, cuatro “latas” matanceras y un viejo canasto de mimbre donde solía guardar la abuela los bollos amasados con esas manos gastadas que guarda en el regazo. La foto me mira, la miro, le hablo y ella me habla de historias de guerra y cuentos de lobos. Sí, allí continúa el viejo camastro que pagara el novio para la boda, y hoy sigue siendo testigo de mis sueños cuando acudo al pueblo. Me devuelve imágenes que, salvo ésta que guardo como tesoro vital, sólo eran guardadas en la memoria. Sobre los ojos de la vieja foto intuyo las mismas pasiones y sueños de siempre. En su color sepia diluido sé que aún se esconden sombras y ecos de una guerra con maldiciones aún en el aire. La silla, semidesvencijada da testimonio de tiempos de hambre y necesidad. El Cristo, sobre la foto, es testigo.
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Sobremesa Decisiva
Sobremesa Decisiva
Autor: Andrés Domínguez Cabezón 4o Premio de relatos Vivencias, Historias y Costumbres Locutora: Veronica Calvo SOBREMESA DECISIVA Era domingo. Tres días antes, el jueves, Silvestre había recibido una carta de su amigo Jeremías quien meses antes había hecho mutis en el pueblo y se había marchado en busca de futuro a un pueblo de nombre casi impronunciable, en el norte. Jeremías fue uno de los pioneros en irse del pueblo en busca de nuevos horizontes y mejores oportunidades. Jornalero, de edad madura y soltero, no tenía nada que perder y decidió ir en busca de aires nuevos. Nadie supo qué viento le trajo esa idea a la cabeza porque Jeremías no era hombre de muchas ideas. Cada año servía en casa de unos labradores ricos cumpliendo, eso sí, honradamente, con el trabajo; pero nada más. No era persona de grandes iniciativas. Podría decirse, si tuviéramos que elegirle escudo de armas, que su tótem sería el canto rodado sobre campo de color gris. Cuando los hombres se reunían por las tardes en la solana a pegar la hebra o en la esquina de la plaza a la espera del coche de línea que traía el correo de la capital, Jeremías siempre se colocaba en uno de los extremos del grupo y se limita a afirmar o negar con la cabeza lo que los otros afirmaban o negaban; pero apenas metía baza en la conversación. Sólo una vez llevó la voz cantante en la tertulia. Fue el día en que sorprendió a sus contertulios diciendo que se iba a marchar del pueblo. Ese día estuvo inspirado para responder con evasivas a las preguntas que le hacían sobre los motivos de su marcha, el destino de su viaje o en qué iba a trabajar. Alguno incluso bromeó con él preguntándole, dado que era soltero, si se iba a meter a fraile.
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Estampa Rural
Estampa Rural
Autor: Francisco Martín Álvarez 1er Premio de poemas Vivencias, Historias y Costumbres Locutor: Tomás Aguiar ESTAMPA RURAL En tibia tarde de adviento salí a ver una nacencia. Y del viento a la carencia en una tierra abrigada, me saltaba de la cama la liebre, casi a mis pies. Exclamé: ¡Qué buena es! Mientras, siguió mi mirada su saltarín retozón se ocultó en una hondonada con cierto trote burlón cual si de mí se mofara. De adviento la larga noche, nunca dejé de pensar, en qué sitio, en qué lugar fuese la liebre a dormir para poderla engalgar y a buen sitio dirigir. A la siguiente mañana había que madrugar, era el día de la semana para el quehacer de amasar, me levanté de la cama para verlos trajinar y vi que una buena helada caía esa madrugada, una ligera espiral de humo indició en el cielo al salir por el humero del horno que se arrosiaba esa dirección del viento que yo tanto deseaba. Razonando ya al momento a donde podría estar, así pensé en la telera que en una tierra en labor, antes de la sementera había puesto un pastor. Puse al caballo la silla, el cabezón, y el bocado aprentando bien la cincha, salí con él al corral, allí dentro del tenado quité al galgo el tarangallo, el galgo empezó a saltar, a piafar el caballo y cuando salí a la calle el suelo estaba vidriado por la helada que caía con su fina cenceñada dejando blanco el tejado. Inquiero el bruto y nervioso, antes de montar en él, piafó, se estremeció, hizo rugir los arreos trepidante y tembloroso,
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Regreso
Regreso
Autor: Manuel Terrín Venavides 2o Premio de poemas Vivencias, Historias y Costumbres Locutora: Mª José Gutierrez REGRESO Alargo el alma para hacerla puente sobre crenchas históricas de espuma. Alargo el alma para hacerla suma, siempre de contenido a continente. Borro después la línea divisoria del tiempo y me sorprende el transitivo reflejo de estas calles y este altivo llano crucificado por la historia. Derrotada a la espalda la mentira nace un lecho de verdes acuarelas. Villafáfila: aristas paralelas bajo las cuales nuestro honor respira. Salinas de conducta uniformada donde el salmo del tiempo se refleja. Aquí derramaré mi sangre vieja para hallarla después resucitada. Villafáfila: amor que purifica. Al alba, cuando Dios abre la puerta de esta luz infinita, magna oferta, la eternidad revienta y me salpica. Cómo brilla la calma, cómo suena río Esla de círculos festivos donde bañan sus pies aumentativos leves colinas a la luna llena. Miro el rostro de Dios en la pradera donde el cuervo levanta negras quejas, donde hermosos viñedos son guedejas rebeldes de una inmensa cabellera. Lo encuentro en el alado sentimiento de los pájaros - sueltos corazones - que persignan azules pabellones con alas timoneras frente al viento. Lo encuentro en el trigal que desafía marítimos naufragios mientras arde bajo sol que en los brazos de la tarde repite disciplina de agonía. Lo encuentro en los cipreses donde pido, delante de la tumba de una madre, ser polvo de esta tierra cuando ladre sobre mi honor el perro del olvido. Vivir esta ocasión, darle a la vida otro significado diferente. Llegar a Villafáfila, alto puente, siempre doblando el punto de . Castellanos honestos, espadañas sobre mar de semblanzas amarillas. Llevan de frente el sol y en las entreañas almanaques de lluvias y semillas. Poner los pies aquí con reverencia. Recorrer los caminos del pasado con paso firme, pero no firmado, que en esto puede estar la diferencia. Aquí, sobre el desierto de la pena donde entierro mi angustia y mi mentira, artesa soy de amor porque respira mi boca todo aquello que almacena.
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Sombras
Sombras
Autor: José A. Montecino Prada 3er Premio de poemas Vivencias, Historias y Costumbres Locutora: Veronica Calvo SOMBRAS Los gallos traen el alba, y todo nace. En ese mismo instante, nuestros ojos salen, como ateridos, tras los pasos del día, persiguiendo el reclamo sordo de la vida. Uno tras otro, los pies hacen camino sin pararse a pensar que el tiempo que nos vive va siempre por delante y, a veces, nos parece hasta mentira. El aire no es el mar, pero estos surcos se acaban escapando por la línea de fuga de las horas, como pájaros lentos que se funden despacio en el paisaje hasta hacerse de agua en las salinas. ¡Tanta luz nos alcanza, que apenas somos sombras a la orilla abisal del mediodía! Quietud, sin más, en la vasta oración de nuestros pasos. Nada nos ata tanto al aire como el beso desnudo de esta tierra, que nos regala siempre el sencillo artificio del pan a manos llenas. Únicamente sombras. Sombras que pasan, vuelan y se agotan, como el tiempo fugaz de la avefría. Ya sólo los pastores conocen la distancia que separan las huellas que hoy pisamos del cielo y la promesa de su altura. Su voz es un silencio que hace pequeño al hombre y esconde entre las manos el sueño de volar cuando la noche nos deje de nuevo a la deriva. Poner los pies aquí con reverencia. Recorrer los caminos del pasado con paso firme, pero no firmado, que en esto puede estar la diferencia. Aquí, sobre el desierto de la pena donde entierro mi angustia y mi mentira, artesa soy de amor porque respira mi boca todo aquello que almacena. Y aquí, junto a la calma silenciosa de los recuerdos, salmo de alegría, por el don del encuentro de este día se me abre el corazón como una rosa.
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02:19
El Pueblo en la distancia
El Pueblo en la distancia
Autor: Andrés F. Rodríguez Blanco 4o Premio de poemas Vivencias, Historias y Costumbres Locutor: Veronica Calvo EL PUEBLO EN LA DISTANCIA Redobles de tambor entre dulzainas. La cáscara del orbe primitivo va perdiendo extrañeza y cae lentamente dejando al descubierto la esencia de la vida, luz de helechos y arces, pinzones y oropéndolas, sonido de cristal que cruza el aire y refresca en su risa la espesura. Redobles de tambor entre dulzainas. A lo lejos la piedra y la madera envejecidas, calles minúsculas que han visto transcurrir el paso de los siglos, interiores de humo y de utensilios que alumbran con su luz la poca luz. Hay un alto horizonte que todo lo protege, blancura de las cimas que rompen el azul y la distancia. El viento, como un sueño, va dejando anhelantes las hojas a su roce, acunando las briznas de una hierba que quiere dibujarse aún más verde. Pululan los insectos sobre el tapiz del bosque como brillos del iris y chispas de color entre zumbidos. La tarde va escapando hacia otro tiempo, un eco de otro tiempo, de otra vida. Redobles de tambor entre dulzainas. A lo lejos, un pueblo. Y un bosque. En calma la mirada hacia lo lejos.
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Vamos a Pollos
Vamos a Pollos
Autor: Jerónimo Cantuche Legido 1er Premio de relatos “Espigas” 2003 Locutor: Indalecio Alvarez Campano VAMOS A POLLOS A finales de los años 60 y principios de los 70, los niños no se parecía a los deahora ni en los nombres, todavía existía la influencia de los abuelos, los padrinos y el santoral que era válido para cuando ni unos ni otros llegaban al acuerdo en imponer el nombre de los hijos a unos padres, que por aquel entonces conocían bien el oficio de aumentar la población. Era normal que las familias tuvieran tres, cuatro o cinco hijos y tanto el padre como la madre bastante hacían con verlos a las horas de las comidas, el resto del tiempo, ellos campaban a sus anchas por las calles polvorientas en verano y embarradas en invierno. Igual se les veía en el arroyo cogiendo ramas, que por las rastrojeras corriendo los pollos de perdiz. Se movían al unísono con los elementos, interpretaban a la perfección los cambios de las estaciones y conocían la naturaleza igual que el astuto zorro que depende de ella. Su mundo era el viento, el sol, el agua, los árboles, las praderas, los tesos, la helada, el frío, los nidos, las ranas, los pájaros, el melonar, los almendros, las higueras, los pinos, las acederas, las sobarbajas, las uvas, ¡el campo!, ¡la libertad del aire!, este mundo era su vida. Cada amanecer traía a sus pequeñas vidas, una nueva aventura, un juguete infinito donde desarrollar su imaginación y su conocimiento de la naturaleza. - ¡Oye “Chupa”! ¿Por qué no vamos mañana a pollos? He visto un bando en Valcerbal y otro en Valcameñas “el Grande”, y va a hacer calor. - Hay que decírselo a Emilio, a Heliodoro, al “Tragedias”, a Ángel, y a Juan Carlos. Aunque, ¿podíamos quedar esta noche para ir a pájaros con la escopeta por los huertos? - No sé si me dejarán. - Bueno, quedamos a las once, yo llevo la escopeta y la linterna. Si tiene tu madre una pila de petaca que te la deje. - Vale. Yo se lo digo a Heliodoro, al “Tragedias” y a Juan Carlos.
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15:04
Sensaciones.
Sensaciones.
Autora: Araceli Turiel Ferreras 3er Premio de relatos “Espigas” 2003 Locutor: Mª José Gutierrez Cada mañana la señora María iba a lavar la ropa de sus adoradas nietas al río, pues hacía un par de años que su hija, Lourdes, había muerto de una penosa enfermedad. Tomás, el padre de las niñas, vivía en casa de su suegra y cada mañana se levantaba temprano, cogía el burrito y el arado e iba a arar la tierra ya que estaba en épocas de ello, pues había que sembrarla de trigo. Cada vez que sembraba, el arado removía la tierra de color ocre y cautelosamente hacía unos surcos casi perfectos para así sacar una buena cosecha de cereal para alimentar a su familia. Al lado del pueblo tenía una tierra más pequeñita en la que cultivaba maíz, era de regadío, ya que se encontraba a la orilla del Duero y daba mejor cosecha. Aquel día amaneció frío. María despertó a sus nietas y les preparó el desayuno, un buen tazón de leche migada con pan del día anterior y un poco de azúcar para cargar energía y aguantar un día más de escuela. Cuando se marcharon al colegio, ella cogió su balde de ropa y se encaminó hacia la Ribera del Duero para lavarla. La bajada hacia el río era muy angosta, pues sus débiles zapatos carcomidos por el desgaste del tiempo, la hacían tropezar con los pedruscos que se encontraba a su paso. Por el borde del camino comenzaban a brotar unos minúsculos cardos de color verde oscuro, alimentados por el agua de las lluvias de días anteriores. Cuando llegó al destino, posó el balde y se arrodilló en el lavadero de piedra. Sumergió sus blancas manos en el agua y un ¡ay!, se le escapó a María de su boca para decirse lo fría que estaba el agua hoy. Era el mes de octubre, el sol salía tenue entre vaporosas nubes y la ligera brisa que agitaba las ramas de los álamos que había a lo largo de toda la ribera, hacían caer las hojas e iban cayendo lentamente y algunas chocaban en el rostro de las señora, acariciándoselo y del cosquilleo de la hoja le hacía sacar la mano del agua para rascarse el rostro y a la vez se lo mojaba sin querer. Al cabo de un rato lavando, apareció su vecina, Vicenta la “Tuerta”. La apodaron así desde el accidente que sufrió jugando cuando era pequeña: -¡Buenos días, María!
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Sangre de jornaleros
Sangre de jornaleros
Autor: Marcelino Díez Arteaga 2o Premio de poemas “Espigas” 2003 Locutor: Mª José Gutierrez SANGRE DE JORNALEROS Cuando a la muerte me abrace tras el suspiro postrero me encontrarás, si me buscas, maldibujado en mis versos; si quieres saber quién fui y está recientemente mi entierro, si quieres saber de mí mecido entre crisantemos no preguntes a la gente que no te serán sinceros: nadie hay bajo la tierra que en ella no fuera bueno. Me encontrarás entre líneas, entre romances disperso, disgregado como un puzle entre sentires y afectos. Descubrirás que fui niño, un joven rebelde luego; la madurez fue llegando, como la helada en enero, cubriendo de certidumbres los infantiles resuellos; después hallarás vejez, si es de ley que llegue a viejo, y junto a ella el regusto a tierra, mar y sosiego. Hijo soy de la pobreza, la casa humilde y el dueño, que mi padre fue albañil, sangre en sus venas de obrero; y mi madre… segadora, a la cabeza un pañuelo, cargado con la preñez entre cebada o centeno: ¡segadora entre dos luces, espigadora de sueños! Anega mi corazón la sangre de jornaleros que si un abuelo entre piedras, toda su vida cantero, el otro rindió a la tierra los sudores del labriego; ninguno fuera jamás hombre de Don y sombrero, ni hacendado, ni doctor, ni sabio en leyes y pleitos; jamás aspiró ninguno a alcaldías ni concejos: justo daba pa comer trabajar el día entero, y si más horas hubiera para el amo aún más tiempo. Ásperas manos obreras encallecidas al viento rudas con la dura piedra, con el arado y los sueños; algodonosa ternura mesando a un niño el cabello. La hacienda que me dejaron fueron historias y cuentos en lo oscuro de la tarde, al amor de algún brasero; y un poco de la cultura que luce el hombre del pueblo. Si quieres saber quién fui y duermo entre crisantemos no preguntes a la gente: nadie soy… más que unos versos.
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Parábola de Castilla y el mar
Parábola de Castilla y el mar
Autor: Andrés Domínguez Cabezón 1er Premio de poemas “Espigas” 2002 Locutor: Tomás Aguiar PARÁBOLA DE CASTILLA Y EL MAR Nací entre vosotros -en la tierra del pany el barco de la vida me hizo navegar por mares y tierras lejanos… Y al final, al final, con las manos pobladas de callos con la piel cargada de sal vuelvo de nuevo al puerto donde aprendí a caminar. Fatiga en el cuerpo y en el alma… paz. Son las riquezas que he conseguido después de tanto bregar. Si tenéis paciencia para oírme, -si me queréis escuchar-, os contaré todo cuanto he visto por esas tierras del mar. Apenas levamos anclas mi amigo se puso a cantar “Castellanos de Castilla, no sabéis lo que es el mar”. Y no quise contradecirle porque éramos mitades de la misma soledad. Pero hice votos de que aquel cantar pronto sería testigo ante el mundo de su propia falsedad. Después de fijar rumbo, después de que las velas se llenaran de vientos temblorosos y crujieran los mástiles y se tensaran al máximo las cuerdas… Después de que las olas ya hubieran paseado por cubierta y después, después, después… después que las estrellas ya hubieran comenzado a hacernos guiños, invité a mi amigo a que se sentara a mi vera para hacerle saber que en Castilla también somos de raza marinera. Pasamos toda la noche -la noche enteraen amigable charla haciéndonos preguntas y dándonos respuestas. Y cuando al romper el alba las estrellas se habían transformado en gaviotas, ya sabía mi amigo que esta tierra tiene mucho de mar a pesar de su apariencia. Ya le había hablado a mi amigo de los surcos que en la tierra deja la acerada quilla de las rejas. Y de cómo las negras yuntas son aquí como ballenas que al ascender por las lomas sus lomos de sudor platean y lanzan el cielo chorros de vaho que el cielo se hace niebla. Le había hablado también, largo y tendido, de cómo se eleva la tierra hasta la altura del pecho cuando la luna la encela.
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Relaciones internacionales
Relaciones internacionales
Autor: Lorenzo Delas Gómez 2o Premio de relatos “Espigas” 2001 Locutor: Tomás. Aguiar RELACIONES INTERNACIONALES Allí viene alguien. ¿Habrá pasado algo? Pero si no vienen del pueblo. Son dos. ¿Quiénes serán? Vienen a las luces del tractor. A ver si vienen a armarme alguna. También yo por acabar la parcela estar aquí a estas horas. ¡Son ya las once! Vienen por lo levantao en vez de venir por las pajas. ¡Serán gilipollas! Pues anda, que no hace frío ni ná. Aunque traigan los plumas tienen que venir jodidos de frío. Voy a abrir la puerta y no me bajo, a ver que quieren. ¡Hola! Buenas noches. ¿Quéee? Me cago’ en diez. ¿En qué hablará este tío? ¡Qué rubio es! Este es un ecologista que se ha perdido. Que no te entiendo ni torta, galán. Voy a parar, que no le entiendo y además el ruido del motor… ¡A ver! Eso, a lo mejor por gestos. Te entiendo algo. ¡Un volante! Conduces. Coche. Vale. P’ arriba y p’ abajo, nada. ¿Qué haces ahora? Que patinas. ¡Qué te has atrancao! Y querrás que vaya a sacarte, claro. Ya, ya, que sí hombre, que sí. Bueno, subid. Tú ahí. Tú al otro lao, que esto no es un B.M.W. Anda, si esta es una tía. Y es más rubia que él, si parece que tiene el pelo blanco. Y está como un cangrejo. Claro, con este aire de Marzo… Seguro que le ensarea la cara. Tía, mañana se te empieza a pelar el “cutis”. Vaya sonrisa más tonta que pone, mírala. No tiene ni zorra de lo que digo, pero parece simpática. Y dónde vamos, que esa es otra. A ver, ¿por ahí? Si vienes de ahí, por ahí habrás quedao tollao. Aunque a lo mejor estás en Castronuevo, y me das la noche.
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19:48
El día de la Matanza.
El día de la Matanza.
Autor: Manuel A. Huertas Fernández 3er Premio de relatos “Espigas” 2001 Locutora: Veronica Calvo Madrugada de frío intenso, la helada había dejado sus restos transparentes en el tejado de la vieja casa del pueblo, los pinganillos colgaban erguidos de los extremos del tejado, el naciente musgo se dejaba adivinar entre los recovecos más escondidos que formaban las entrelazadas tejas, era la geografía climatológica de los Valles. A las seis de la mañana estaba todo preparado, aquel no era un día normal para la familia Fernández, tampoco era un día muy especial, simplemente era el día de la matanza, como todos los años, (y la costumbre se remontaba ciento cincuenta años atrás) ese día coincidía con el día de Nochebuena. La familia Fernández se reunía, hacía la matanza y finalmente organizaban una gran cena, surtida espléndidamente con los manjares que proporcionan los cerdos, y no carente de la exquisiteces del mar. La matanza se organizaba el primer día de diciembre, y se confirmaba la víspera, para realizar tal confirmación bastaba una llamada de teléfono, que hacía la hija y última persona que llevaría con orgullo y altivez el apellido de los Fernández, a su padre. - Buenas noches “jefe”, soy Avelina, mañana estaremos allí para matar sobre las seis, tengo todo preparado - ordenaba ella sabiéndose la dueña y controladora del patrimonio. - Vale, vale - respondía siempre el “jefe”, cuyo nombre era Antonio Augusto Fernandes, era un hombre de pocas palabras, taciturno, pero que a todo respondía de forma favorable, con la resignación y las tablas que te dan una vejez bien llevada, Antonio o el “jefe” era portugués, y su familia no era la familia Fernández, sino la familia Fernandes, pero después de tantos años aquí se había castellanizado, como todos los que se fueron de sus casas como él. Las conversaciones entre padre e hija eran terriblemente cortas, preocupantemente breves, pero ellos se entendían, existía complicidad, que los no iniciados no podían entender. A las cuatro de la mañana en alguna ciudad, lejana, lejana y sola, una familia se ponía en pie, los padres eran los primeros en realizar tan rutinaria acción, les seguían los tres hijos, no sin antes poner demasiadas trabas al hecho de madrugar, era el pequeño el más ilusionado por el acontecimiento, ocurría una vez al año y era comparable al día de los reyes o al día de su cumpleaños.
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Los Duros de Genaro
Los Duros de Genaro
Autor: Balbino Blanco Vicente Accesit “Espigas” 2001 Locutor: Tomás Aguiar LOS DUROS DE JENARO Comenzaba a transcurrir la primera mitad del siglo XX. Casi todos los días eran para Jenaro muy parejos en aquel pueblecito de la comarca sayaguesa en la provincia de Zamora. Apoyado en su cayada, contemplaba el rebaño de más de cien ovejas que tenía pastando tranquilamente en uno de los rastrojos del cuartel que le había correspondido en aquel año para el aprovechamiento de los pastos vecinales. Si en algún momento cualquiera de aquellas ovejas, a las que conocía una a una a la perfección y que, además, les había puesto nombre, se le alejaba del grupo, inmediatamente daba órdenes a su perro “Chispa”, que permanecía echado a sus pies, diciéndole: ¡vete a por la “Lucera”! El can se erguía rápidamente y corría en pos de la oveja descarriada, a la que le bastaba oír un solo ladrido para saber que debía volver al rebaño sin pérdida de tiempo. Mientras sacaba su petaca de “Ubrique” y echaba sobre la palma de la mano una porción de tabaco de picadura, suficiente para liar un cigarro, extendía Jenaro la vista hacia el horizonte y se recreaba en divisar, allá a lo lejos, la torre del campanario de la iglesia de su pueblo. También alcanzaba a ver algunos de los tejados de las casas que había en la zona más elevada del lugar. Más acá, estaban las cortinas, con su cerca de piedras colocadas, sabe Dios cuántas generaciones haría, formando paredes de poco más de un metro de altura, en cuyo acotado terreno cada vecino cultivaba un pequeño huerto con ánimo de que le produjera el apaño de muchos días para el sustento de toda su familia. Cuando Jenaro hubo embutido el puñado de tabaco en el papel de fumar, con aquella destreza que habían adquirido sus dedos por la mucha práctica a que los tenía acostumbrados, sacó de uno de los bolsillos de su raída chaqueta de pana un trozo de mecha y uniéndolo al pedernal, hizo saltar chispas de éste mediante el roce con el eslabón que también llevaba al efecto. Cuando consiguió prender la mecha, se acercó al cigarrillo que mantenía en la comisura de los labios y mientras aspiraba el humo, meditaba sobre el desarrollo de los aconteceres que marcaban su existencia. Se había quedado viudo el año anterior. Sus dos hijos varones hacía ya bastante tiempo que emigraron a América y recibía noticias de ellos muy de tarde en tarde. Vivía en la soledad de su humilde casa o en la del campo con su perro y sus ovejas. Pensaba que se le estaba echando encima la vejez y que, con ella llegaría el momento en que no tendría más remedio que vender las ovejas porque estaba perdiendo las necesarias energías para atenderlas. Pero el retiro tendría que esperar.
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Un Pueblo de Campos
Un Pueblo de Campos
Autor: Valentín Cañibano Junquera 1er Premio de poemas “Espigas” Locutor: Tomás Aguiar UN PUEBLO DE CAMPOS Silencios acompasados con los ladridos de un perro, el ruido de algún tractor, de los pájaros o el viento; paseos, una parlada, monótono aburrimiento. una partida de cartas, de garrafina o chamelo; un juego, que yo no entiendo, que chinchón llaman por cierto; tranquilidad que se palpa con la yema de los dedos. Aire puro y polvo pardo; el senado de los viejos, de tercera edad llamado hoy, en lenguaje moderno; “un calvario” de estaciones, no de cruces y de rezos, si no por los pocos bares de vinos y de tapeo. La piscina, las bodegas, un verano de jaleo y un invierno, por las calles, de solitarios encuentros. Todo esto enumerado, y poco más es un pueblo. Horizontes infinitos, árboles pocos, dispersos; sol y luz que invaden todo, y unas noches de misterio, en que brillan las estrellas, incontables en el cielo. ¡Qué grande es tierra de Campos!, aunque no la comprendemos. Con suerte una biblioteca, un reloj, que marca el tiempo, en la torre de la iglesia o en la del ayuntamiento. Digo torre o bien fachada, que al fin y al cabo es lo mismo. Un jardín no bien regado, salvo en casos muy concretos. Un alguacil sin corneta, porque ya no hay pregonero; alguacil que hace de todo, hasta de sepulturero. ¡Si lo hay, que es mucha suerte, llevaran al cementerio al muerto, porque a este paso, tendrá que ir, dando un paseo! ¡Pobre Tierra abandonada por sucesivos gobiernos!
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Oasis de Castilla
Oasis de Castilla
Autor: Álvaro Gaspar Martínez 2O Premio de poemas “Espigas” 2001 Locutor: Tomás Aguiar OASIS DE CASTILLA Recostado en la ladera de los Montes de Taraza, al sol y al viento que pasa, sueña y se afana mi aldea. Todo a sus pies verdeguea, porque el Sequillo abundante, deja al paso, exuberantes colores de primavera. Campiña, monte y pradera, en sin apenas letargo, favorecen el milagro que hace parir a la tierra. Trigo, cebada y avena, de sus campos ondulados, aquí y allá salpicados de copiosas alamedas. Valle por cuyas veredas, apacientan sus ganados y trabajan afanados, los hombres de nuestra tierra. Suelo verde y alfombrado, tierra de pan y de vino, donde el almendro y el pino delimitan el sembrado. Tierra de arcilla o de barro, molinos de río y viento, que archivó el libro del tiempo para recuerdo sagrado. Junto al puente me he parado, para ver correr el agua, y el remolino que baila, los mimbres alborotados. Y allí, pensando y fijado del pretil o barandilla; soñé como era esta Villa, en otro tiempo pasado. En un instante llegaron a mi mente, lo que vieron mis ojos, y como fueron episodios ya lejanos. Los “criados” y los “amos”. Arandas y sementeras, y en el estío, las eras y el polvo al cuerpo pegado. Las ovejas en los prados, vacas de leche en la dehesa, y las mulas en la viesa trazando surcos templados. .....
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Tierra de Campos
Tierra de Campos
Autor: Florencio González Hernández 1er Premio de relatos “Espigas” 2000 Locutor: Tomás Aguiar TIERRA DE CAMPOS Descanso sentado sobre la silla. Estoy aquí para manifestar la agria soledad. La extrema y áspera vivencia a la cual estoy pegado hace concebir una única esperanza a la imaginación. Los días son pesadas losas, abismos inexcusables para proferir endiabladas réplicas al destino. Quien no te conoció pudiera pensar en la reticente -locura-. Si bien el desconocimiento es tan producto. A veces confundo la realidad con la ficción. Estoy obligado a darle el aliento robado por la naturaleza. ¡Soy, tu propia ausencia!, aquella -Tierra de Campos- olvidada y marginada. ¡Soy, tu alma! Como dormida serpiente transito de pared en pared, jugando con los gatos de peluche. Aquel Duero inmemorial y cansino, siempre esperando. Aquí miseria e infierno intento recobrar al aliento. Te marchaste una noche de abril, sí huiste cual veloz arrebato de tiempo. No hubo posibilidad de soñar. No hubo solución para que tus campos y tu cosecha miraran al Norte del Duero, como fiel atalaya en el destino. En unos instantes todo se rompió, el calendario se quedó solo… solo. ¡Me dejaste! Tu ajuar colgado, bajo la sorprendente mirada de la habitación. Los vestiditos de azul celeste convertidos en ratones dormilones quedaron sobre la cama. Sí Duero, me dejaste solo, cuajado de cobardía, perdido dentro de esta inmensidad de los mares -Tierra de Campos-, que al igual que tú rubrican las historias de los hidalgos poetas del Duero, de los insignes aprendices de la comarca del -Pan-. Al compás del viento
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El Regreso
El Regreso
Autor: José A. Muñoz Matilla 2o Premio de relatos “Espigas” 2000 Locutor: Indalecio Alvarez Campano EL REGRESO Dedicado a las personas que añoran su tierra Por fin aparece el letrero verde con el cambio de provincia: ZAMORA. Vuelvo a casa. ¿Cuántos años hace que me marché? Casi ni me acuerdo. Peo mira, tengo sesenta y dos años y cuando me fui tenía veintidós. Así que, a razón de catorce, siete la media. Si estamos en el años dos mil… debió allá por el cincuenta, después de licenciarme. Por entonces nos fuimos muchos: Faustino, Pascual,, los del “ti” Nicanor, Benito, no sé cuántos más. Casi se quedó el pueblo sin mozos para poner el mayo y correr las cintas. Y ahora regreso para quedarme. Aquí, donde descansan mis antepasados, donde está enterrada Rosa, mi mujer, y donde he pasado los mejores momentos de mi vida, al menos los más añorados. Tengo una casa que heredé de mis padres; sigue siendo de adobe y barro aunque la he arreglado un poco, tiene calefacción, cuarto de baño y está amueblada con lo que nos sobra allí. Total los trastos viejos ya no los quiere nadie. Como a mí. Aunque mis hijos me dicen que me quede con ellos, que me puede pasar algo… Ellos y yo sabemos el final. Lo que quiero es estar aquí los últimos meses o años de la mejor manera posible, con mis recuerdos y mis boticas. Qué verde está todo, da gusto ver las parcelas tan grandes. Antes eran pequeñas, de media fanega las mayores. Ahora, con la concentración, todo se ha vuelto más grande: las tierras, los tractores, los remolques, hasta las deudas. El cielo está gris. Amenaza lluvia. Al principio, en Bilbao, escuchaba el parte todos los días. Me alegraba al oír: “Chubascos dispersos por la cuenca del Duero”. Yo pensaba, “A ver si cae algo en mi tierra”. Cuando llegue a casa casi habrá anochecido. Me voy a bajar en Toro. Con lo de la próstata no aguanto más. Llamaré a mi sobrino Francisco para que me vaya a buscar. Así utilizaré el móvil que me han regalado los nietos. Para tenerme localizado, dicen. ¡Cosas de los tiempos! Lo primero que veré será la ermita de la Virgen del Tobar. Es como si me estuviera esperando. La espadaña parece un dedo levantado hacia el cielo. Le he rezado en los momentos más difíciles: cuando nacieron los chicos, durante la enfermedad de Rosa,… Es como de la familia. Encenderé la chimenea francesa. Nunca he sabido por qué la llamaban por ese nombre. Antes no había. La construcción también ha cambiado, no había chalets como ahora con tejados de pizarra. Todas las casas tenían la misma distribución: un portal a la entrada donde se dejaban las caballerías atadas junto a la puerta, después un pasillo a cuyos lados se encontraban las habitaciones. Ya en el interior la cocina y de allí a la cuadra con una ventana que, curiosamente daba a la habitación de los padres. Sencillamente había que escuchar el ruido de las mulas, si comían o se enrrataban con el ramal. Era fundamental que no les pasara nada, si no, te metías en una deuda Vivencias, Historias y Costumbres con prestamistas que podía durar años o llevarte a la ruina. Por eso se vigilaba su dormir, como ahora se cuida con esos aparatitos: si lloran enseguida los oyen sus padres en la habitación o en el salón. Pero entonces hijos había muchos, mulas sólo dos, a veces una. En casa de mi padre, cuando yo andaba por los cinco o seis años se murió una de un torzón. Nunca lo había visto llorar hasta entonces. Se juntaron los vecinos como en un velatorio, los hombres en el portal, las mujeres en la cocina. Los más fuertes sacaron a la mula a la calle desde la cuadra, por el corral. Les costó mucho. Tiraban con sogas de la telera del carro a la que habían sujetado a la mula muerta. Aquel año no pudo tener otra. La sustituyó por una burra grande que compró en el mercado. Así pudo hacer la sementera. La llamaba la pareja del diablo porque nunca hicieron buenas migas. Con mucho esfuerzo al año siguiente adquirió la pareja natural. Aquello no lo sacó de pobre. La cocina que recuerdo no estaba como ahora. Tenía una chimenea en un rincón, rodeada de azulejos muy decorados. Junto a la mesa un escaño. En las paredes una cruz hecha el domingo de Ramos y unas hojas de higuera bendecidas para que no se quemase la casa.
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Llanto por un terracampino
Llanto por un terracampino
Autor: Agapito Modroño 3er Premio de relatos “Espigas” 2000 Locutor: Tomás Aguiar LLANTO POR UN TERRACAMPINO La historia que voy a contar puede que sea verdadera, puede que sea inventada. Si fuere lo segundo, habrá uno y mil Terracampinos a quien poder atribuírsela. Sus padres eran labradores, como sus abuelos y sus bisabuelos. Labranza del “parcico” de mulas, no bien apiensadas; tierra en “colonia”, unas cuantas “viesas” en “El Raso” y unos cachicos aquí abajo. Una vaca y algunos jatos, pa’ ayudar a sacar la familia; la indispensable burra pa’ llevar la simiente, las cebaderas, los cuévanos con el agua y la comida en la siega. Un “roto” con cuatro hortalizas y alfalfa pa’ la vaca, unos majuelicos en Las Urnias; el herreñal del centeno. La casa de tapial, con la cuadra cerca de la cocina, separadas por el cabañal, debajo de la tenada la pocilga con el gallinero encima. El corral con el muladar eternamente “esparramau” por las gallinas, la conejera con los conejos alimentado de grama y “cogido”. En el cabañal el carro, el arau, la rastra y los arreos. En el portalón la limpiadora y la segadora. Y ya está descrito todo el patrimonio. A los once años su padre ya lo saca de la escuela: “¡Qué me ayude, que ya va siendo mocico!”. Empieza a arar “al rebezo”, cuando apenas alcanza a la “manjera”, más de un golpe le dio en la barbilla al chocar el dental, con algún morrillo. A esa edad se acabaron para él, junto con la escuela, los juegos. Pa’ aprender las cuatro reglas tuvo que ir a la clase nocturna de D. Julio, “El Maestro”. Brega de todo el año: relvar, binar, terciar, cuartear la barbechera. Hacer el verano: siega, atropeo, acarreo, trillar, aparvar, las limpias. Sacar y esparramar el estiércol, escardar, gradear, sembrar a voleo y tapar con el cubre en sementera. Alumbrar o socavar, apañar vides, hacer los manojos, arar, azufrar, vendimiar los majuelos. Cavar, plantar, escabuchar, regar con la noria en el huerto. En el invierno, cuando el campo se cerraba, andar a la piedra, pa’ la carretera. El esfuerzo era grande, la recompensa pequeña. Empiezan a dejar de escasear los alimentos. El trigo no sube como la vida. En el pueblo no había comodidades ni perspectivas. Comienza la desbandada. Los primeros que emigraron vuelven por San Roque con gafas y pantalones vaquero, con el pelo cortado a navaja, con aires de ciudad. Los de aquí seguimos con los pantalones anchos, la camisa con el cuello de tirilla, el torrado de los Barriales y sin haber oído cantar a Elvis Presley. Éramos unos paletos. Un día de esos ásperos de marzo, cuando “el burgalés” sarea rostros y besanas, poniendo vides en “vástiga”, una le restalló en la cara. Tiró la manada y le plantó a su padre: “Me marcho a trabajar a Bilbao”. Ni siquiera esperó a tener cumplida la mili. ..........
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Vivencias, Historias y Costumbres (Vol 2)
Vivencias, Historias y Costumbres (Vol 2) Vivencias, Historias y Costumbres Con esta publicación, desde la Federación de Asociaciones Campos, Pan y Norte del Duero “ESPIGAS”, hemos querido recoger y difundir algunos recursos culturales de contenido literario relacionados con la vida, pensamiento y tradiciones de nuestras comarcas. Nos proponemos despertar la posiblemente adormecida creatividad artística de sus cada vez más escasos habitantes y poner en primer plano tradiciones, usos y costumbres que nos hacen ser cómo y quienes somos. Ofrecemos un elenco de documentos narrativos y poéticos que, potenciando las formas lingüísticas propias, las estructuras comunicativas peculiares y el decir genuino del pasado y el presente, ayudan a valorar nuestro lenguaje y a preservar ciertos contenidos léxicos de su prematura extinción. Al mismo tiempo, proporcionamos una motivación suplementaria a los autores, más o menos profesionales o diletantes, que tienen de alguna manera sus raíces en estas tierras de pan llevar; y un placer indeleble a los posibles oyentes presentes en nuestro espacio territorial o ausentes de él si la vida les ha llevado por otros caminos, vicisitudes y derroteros. Estamos seguros de que estos audios les colmarán de recuerdos y añoranzas, emociones y anhelos; que evocarán vivencias personales impregnadas de sabores añejos, al tiempo que abiertas a nuevos senderos, desde el cariño y reconocimiento por esta tierra de horizontes abiertos, cielo nítido y “mares de espigas” con la que nos identificamos. La escucha sosegada de los poemas y relatos publicados nos transporta, en muchas ocasiones, a situaciones y momentos de tiempos pretéritos y a la vez nos instala en la realidad cotidiana del presente de este nuestro mundo rural que se va diluyendo en la globalidad impersonal y difusa del anárquico y desequilibrante desarrollo tecnológico que hoy impera. La carga emotiva que se desprende, embriagadora y envolvente, debe contribuir a marcar la senda para que nos sintamos orgullosos de lo que hemos sido y de lo que somos y para compartir este sentimiento íntimo e intransferible con el reconocimiento y el respeto de otras culturas, entidades y patrimonios. Hemos de agradecer a los autores de los poemas, relatos y fotografías el regalo cultural y artístico de sus trabajos. Ampliamos el ámbito de este agradecimiento a todas las instancias, entidades y particulares que se involucran activamente en el enriquecimiento, desarrollo y conservación cultural de nuestros pueblos, contribuyen de una manera eficaz a la superación de la nostalgia que transmiten los versos de uno de los poemas publicados: “Suenan campanas cantares apagados; soñando en los colores silencios añorados. ¡Qué sola se nos queda nuestra Tierra de Campos!” Disfrutad, pues, de esta recopilación. Seguro que durante su escucha, con la emoción muchas veces contenida, desde lo más recóndito de vuestro ser brota una fuerza ancestral que contribuirá a mantenernos unidos, expectantes y preparados para el futuro. Desde la Federación os arengamos con estos versos que también encontraréis en las siguientes páginas. ¡Nunca olvidéis que lo más importante y valioso que tenemos son las personas! “¡Alegrad los corazones! ¡Cubrid de sonrisas el semblante! ¡Volverán, de nuevo, las espigas en vuestras tierras a granarse!” Por la Federación “ESPIGAS” y su Junta Directiva Updated
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