La portentosa Babilonia

LA CONTRAHISTORIA Un programa presentado y dirigido por Fernando Díaz Villanueva Babilonia, la mítica ciudad mesopotámica a orillas del Eufrates, trasciende con mucho su realidad histórica. Encarna en el imaginario colectivo el caos, la corrupción y el lujo desmedido. Calificar a una ciudad de ser una Babilonia es sinónimo de que allí reina el desorden, la anarquía y los placeres mundanos. Esta imagen tan poco favorecedora viene del Apocalipsis, un libro en el que el autor identificaba a Babilonia con una Roma decadente. Pero también del cautiverio judío, que aparece en el libro del Génesis y que aconteció a mediados del siglo VI a.C. Pero sus orígenes son mucho más antiguos.

La ciudad como tal data de finales del III milenio a.C. Está documentado en una tablilla su surgimiento como centro religioso que fue creciendo hasta transformarse en una ciudad importante. Tras pasar por muchos avatares históricos, emergió en el siglo XIX a.C. como una ciudad de estado independiente dando lugar al llamado Imperio Paleobabilónico, que pervivió durante tres siglos. Fue aquí ya la Babilonia del rey Amurábiz, que promulgó un código legal que es el más antiguo del mundo. Luego cayó ante los asirios y los elamitas, pero resurgiría siglos más tarde con el Imperio Neobabilónico, que alcanzó su apogeo con el rey Nabucodonosor II.

Nabucodonosor levantó unas imponentes murallas y embelleció la ciudad con un gran zigurat y los célebres jardines colgantes, algo que debió de ser tan llamativo que los antiguos griegos los incluyeron en la lista de las diez maravillas del mundo antiguo. La Babilonia de Nabucodonosor era la mayor ciudad del mundo en aquella época. Se estima que llegó a alcanzar los 200.000 habitantes.

En esa ciudad tan grande se desarrolló una cultura muy sofisticada. Los babilonios no sólo eran grandes soldados que llegaron a construir dos imperios, también brillaron en disciplinas como las matemáticas y la astronomía. La observación continua de la esfera celeste les llevó a predecir con gran precisión los eclipses y los movimientos de los astros. Sus matemáticas, las más avanzadas del mundo en aquel entonces, eran de bases hexagesimal, algo que aún hoy perdura en nuestros minutos de 60 segundos y nuestras horas de 60 minutos. Calcularon también con exactitud el número pi y la raíz cuadrada de 2.

Pero no eran científicos en el sentido contemporáneo del término. Como todos los pueblos del mundo antiguo, los babilonios eran extremadamente supersticiosos. Cultivaron la astrología, la numerología y la adivinación hasta el punto de que vivían siempre pendientes de sus augures. Esa Babilonia de Nabucodonosor, que guerreó contra sirios y egipcios, se rindió poco después de su muerte ante los persas, pero la ciudad no desapareció. Fue decayendo lentamente durante siglos, hasta que con la invasión islámica del siglo VII se quedó completamente despoblada y convertida en una inmensa cantera de adobe a cielo abierto.

Pasarían mil años antes de ser redescubierta. Desde entonces ha sido excagabada con gran detalle y profundidad, y buena parte de la antigua Babilonia es hoy visitable por los turistas. No es una ciudad cualquiera, es la primera gran metrópoli de la historia de la humanidad.

Todos hemos oído hablar alguna vez de Babilonia. Es un término relativamente común en nuestra lengua que no solo se refiere a una ciudad antigua del creciente fértil. Si decimos, por ejemplo, que una ciudad cualquiera es una Babilonia, nos referimos a que vive esencialmente en el caos y la confusión. Sirve también como metáfora para la corrupción, para el lujo excesivo y, sobre todo, para la decadencia moral. En el siglo XVII, Quevedo decía que Madrid era la Babilonia de los vicios, donde la fortuna reparte sus dones con desigualdad.

López de Vega, poco antes, también había identificado a la corte de Felipe III en aquella época como la Babilonia de las Españas, por las mismas razones. Esa imagen de Babilonia como lugar de pecado, de pervisión, de corrupción, aderezado siempre por un poder político omnímodo, viene directamente de la Biblia. En el Apocalipsis, Babilonia la Grande simboliza todo lo malo, todo lo decadente que hay en el mundo, y se identifica con Roma. El Apocalipsis forma parte del Nuevo Testamento, pero quien lo escribió seguramente era judío y conocía bien la Torah.

A finales del siglo VII a. C., el reino de Judá se reveló contra Babilonia.