

Description of Primero una puta y luego mi hermana.
Primero una puta y luego mi hermana.
Contrato una bella meretriz para pasar la noche. Cuando mi hermana se cruza con ella en el ascensor decide liberar todo el deseo reprimido que había entre nosotros desde años antes.
si quieres y gustas aportar al canal puedes contactarnos por o el pay pal
masterchif6302@gmail.com
paypal.me/relatossex
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Gracias por estar en sintonía. Si aún no estás suscrito, te invito a hacerlo y no te pierdas ninguno de nuestros episodios.
Ahora sí comencemos.
Primero una puta y luego mi hermana.
Contrato una bella meretriz para pasar la noche.
Cuando mi hermana se cruza con ella en el ascensor decide liberar todo el deseo reprimido que había entre nosotros desde años antes.
Después de más, más de diez años de casado llega el divorcio.
Como mi trabajo no da para mantener dos casas me he tenido que refugiar en el piso de mis padres.
Menos mal que ellos ya no están, han pasado a mejor vida.
No pienses mal, un apartamento en la costa donde disfrutar sus años dorados.
Pronto me adapté a vivir en mi antigua habitación, no me parecía bien ocupar su cama de matrimonio.
A no ser que consiguiera un ligue o me trajera una prostituta a casa.
Que no es que ese fuera el caso con frecuencia.
A los pocos meses mi hermana, Sandra, se vio en una situación similar.
Una enorme pelea con su novio y se presentó con dos maletas a la puerta del piso donde yo me había refugiado.
Con la intención de quedarse en su antigua habitación donde todavía estaban colgados en las paredes los posters de los cantantes que le gustaban de adolescente.
Nunca nos habíamos llevado mal del todo para ser hermanos.
Tuvimos nuestras peleas, pero en general nos manteníamos como amigos.
Y no es porque no nos echáramos buenos vistazos.
Desde que le empezaron a crecer las tetas estaba buenísima.
Había desarrollado un culito redondo y firme y unos pechos cónicos y duros como piedras.
Y sus muslos, que podría decir de ellos, interminables.
Era la envidia de todos mis amigos, un montón de pajeros.
Su melena negra como ala de cuervo enmarcaba una carita dulce de ojos azules.
Era alucinante verla cruzar del barrio y ver a su novio.
Era alucinante verla cruzar del baño a su habitación solo con unas braguitas.
Material para pajas que me duró años.
En esa época yo salía con la bici y a nadar, bueno sigo haciéndolo pero menos.
Y mantenía un cuerpo que era la envidia de mis amigos.
Ella también me miraba a mí sobre todo cuando mi polla dura se marcaba en las mallas de ciclista o en mis bañadores tipo slip de natación.
Podía ver cómo sus ojos me seguían por la habitación.
Y sé que algunas de sus amigas también me miraban y no solo eso.
Conseguí pasarme por la piedra a algunas de ellas.
Fue una época divertida.
Pero maduramos, pasó el tiempo y nos liamos con otras personas.
Así que esas ligeras tendencias incestuosas pasaron a la historia.
Pero ahora volvíamos a coincidir viviendo juntos en el mismo piso.
Y ambos estábamos solos en esta ocasión.
La mentalidad de los dos había evolucionado.
A mí me encantaba el sexo y por la ropa que ella usaba parecía que también le había cogido cierto gustillo.
Al menos a juzgar por su manera de vestir.
Sus mallas parecían aplicadas con pintura en spray sobre un culo que no había cambiado ni un ápice en 20 años.
Las minifaldas y shorts que habían salido de esas dos maletas descubrían sus piernas tan cerca del culo que menos mal que esas braguitas que recordaba se habían reducido a tanguitas porque si no las iría enseñando.
Los tops y camisetas que usaba mostraban buena parte de unas tetas que habían crecido bastante con los años.
Sandra con 37 estaba a cañón.
Así que en general descubrí que mi hermana me ponía más palote a mis 40 años que cuando tenía 20.
Y encima no parecía que lo hiciera adrede, era una actitud natural.
Yo había seguido practicando algo de deporte con lo que mantenía a raya la panza cervecera y el resto de mi cuerpo.
Aunque no le estaba sacando tanto partido como me gustaría.
Al fin y al cabo tampoco tenía otra cosa que hacer en mi tiempo libre.
A pesar de su indumentaria sexy ella también parecía estar en un periodo de sequía.
Por lo menos no tenía que aguantar el interminable desfile de chulitos que la seguían como perrillos falderos cuando era adolescente.
Claro que yo tampoco podía presumir de llevar una conquista femenina o incluso masculina cada noche a casa.
Un sábado que Sandra había quedado con una antigua amiga se me ocurrió contratar un escort que viniera a darme una alegría.
Estuve dudando si elegir una travesti preciosa, en las fotos de su web tenía unas tetas como obuses apuntando al frente.
Y estaba armada con una polla que si no era muy grande si parecía tener una buena dureza no iba a ser el primer rabo que me comiera.
O una dulce morenita de poco más de 20 años que tenía un extraño parecido con mi hermana.
De hecho ellas eran más similares entre sí que Sandra conmigo.
Lo pude comprobar cuando la tuve frente a mí a la puerta de casa con el vestido palabra de honor de licrá más corto y ajustado que había visto en mi vida.
Sus pezones se marcaban en la fina tela como si no llevara nada sobre ellos.
No pude evitar pensar por un segundo que me encantaría ver esa prenda sobre el cuerpo de Sandra.
Hola, soy Zeyla.
¿Me has llamado?
Sí, preciosa.
Eres exactamente lo que necesito.