
Programa 207 - EL ENIGMA CHACHAPOYAS

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Entre la sierra y la selva del Amazonas Perú, en zonas imposibles y entre cañones que dan vértigo, una misteriosa cultura se abrió paso. Los chachapoyas, antes de la llegada de incas y españoles, fueron un pueblo que esconde muchísimos secretos y enigmas que se pueden rastrear en los enclaves que nos legaron. ¿Qué misterios esconde la increíble fortaleza de Kuélap?¿Qué sabemos de las momias chachapoyas y de los sarcófagos de Karajía?¿Cuáles eran sus lagos sagrados?¿Y sus mausoleos y cuevas sagradas? Escucha ENCLAVES DE LEYENDA, con Álvaro Anula.
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En nuestro próximo recorrido por los enclaves de leyenda, Lidl quiere que os contemos qué es lo que vale realmente la pena. Y todos sabemos que lo que de verdad importa está en las cosas sencillas, tenerlo todo sin tener que renunciar a nada, darte un capricho sin sentirte culpable o tener tiempo para ti cada día. Porque vivir sintiéndote bien contigo mismo vale la pena. Descansar, compartir una comida sin mirar el reloj, reírte fuerte, abrazar sin prisa, ver a los tuyos aunque sea un ratito, eso también vale la pena.
Y claro, también vale la pena disfrutar de una buena comida, de lo fresco, lo sabroso, lo bien hecho, de eso que dices, esto sí merece la pena. Pues en Lidl lo saben, por eso eligen la calidad sin renunciar a la cantidad, cuidan cada producto y a sus proveedores y todo al mejor precio. Porque ayudarte a vivir mejor o llenar tu mesa sin vaciar tu bolsillo, a recocinar para ti despacito pero con buena letra y a disfrutar cada pequeño gran momento, todo eso es algo por lo que comprar en Lidl. Lidl vale la pena.
En lo más alto de la sierra nororiental de Perú, juntándose ya con la selva del Amazonas, donde la niebla se aferra a las montañas como un secreto antiguo, vivió un pueblo que desafió al tiempo. Allí los chachapoyas, guerreros, agricultores, artesanos, florecieron entre las nubes y que hoy desde el silencio de cañones y bosques tropicales nos susurran su historia.
Los chachapoyas fueron una cultura profundamente enraizada en su territorio, en las montañas húmedas y escarpadas de la zona nororiental del Perú, y vivían en altitudes que rondaban los 3000 metros en zonas de difícil acceso, cubiertas por bosques amazónicos nubosos y cañones profundos. Este aislamiento quizá natural les permitió desarrollar una identidad única, alejada de las grandes rutas comerciales y de las guerras constantes que marcaban otras regiones andinas. Su nombre, dado por los incas, significa los guerreros de las nubes, y no, no es una metáfora. La niebla era parte de su día a día.
Amanecían entre brumas, cultivaban en terrazas que parecían flotar y construían sus viviendas en lugares donde el cielo parecía estar al alcance de la mano. La vida cotidiana de los chachapoyas estaba marcada por el trabajo comunitario. Eran agricultores expertos, cultivaban maíz, la papa, la quinoa, la yuca, los frijoles, adaptando siempre sus técnicas a las condiciones húmedas y montañosas del terreno. Utilizaban sistemas de terrazas y canales de riego que les permitían aprovechar cada rincón fértil de la montaña.
Además de la agricultura, practicaban la ganadería en pequeña escala, criando llamas y alpacas no solo como fuente de alimento sino también como animales de carga. La caza y la recolección complementaban su dieta y el bosque les ofrecía plantas medicinales, madera y fibras. Las viviendas también eran circulares, construidas con piedra y techadas con paja. Y estas edificaciones, aunque sencillas en apariencia, muestran un dominio notable de la ingeniería en piedra. Sabían cómo resistir los eismos, cómo canalizar el agua, cómo integrar sus construcciones al paisaje sin alterarlo.
En su interior, el fuego era el centro del hogar. Allí se cocinaba, se tejía, se contaban historias.
Incluso se enterraba a sus difuntos en unas oquedades en el corazón de la vivienda.
Y es que los ancestros y la familia eran la unidad básica, pero la comunidad era el verdadero motor.
Sí que es cierto que los líderes eran elegidos por su sabiduría, por su capacidad de guiar y proteger, pero los ancianos, aparte de ello, también ocupaban un lugar especial. Eran los guardianes del conocimiento oral. La educación se transmitía de generación en generación.
¿Y cómo? Pues a través de relatos, de cantos, de prácticas con la gente.




















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