¿Pueden las nuevas tecnologías salvar la democracia?
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Con motivo de la celebración del Spain GovTech Venture Day, el 11 de abril de 2018 tuvo lugar, en la Fundación Rafael del Pino, el diálogo sobre si la tecnología puede salvar la democracia.
Helen Margetts, directora del Oxford Internet Institute, explicó que la relación entre tecnología y democracia permite una mayor participación política de la gente. Compartir, hacer click en un like es un pequeño acto de participación política, pero ese pequeño acto puede escalar y hacer las cosas grandes, por ejemplo, la campaña para el control de armas en Estados Unidos. La tecnología, además, introduce nuevas presiones sobre el gobierno, en concreto tres en estos momentos. El gobierno afronta una presión para innovar, mejorando la eficiencia y los controles. Una segunda fuente de presión proviene de la sociedad, porque la sociedad tiene capacidad de generar innovación y el gobierno tiene que reaccionar, por ejemplo, en lo referente a la lucha contra el crimen y la encriptación de los móviles. Por último, está la economía digital, como regularla, como establecer impuestos sobre ella, como defender los derechos de los trabajadores, etcétera.
Pere Vallés, consejero delegado de Scytl, comentó que la tecnología transforma una de las tareas fundamentales de los gobiernos, como es la celebración de elecciones. Muchas veces nos quejamos de que el gobierno es conservador, de que no asume riesgos. Lo cierto es que necesitan ser más innovadores y asumir más riesgos. Gracias a la tecnología, los gobiernos son más abiertos e inclusivos, más participativos. Es lo que demanda la ciudadanía. Y por lo que se refiere a lo acontecido en los dos últimos meses, en relación con Facebook y Cambridge Analytica, esto puede suponer un pequeño alto en el desarrollo y aplicación de la tecnología a la gobernanza, pero la realidad es más compleja que las noticias falsas y hay que ver como se trata esa cuestión.
Tanya Filer, presidenta de la GovTech Initiative de la Universidad de Cambridge, consideró que estamos en un momento fundamental de la emergencia del GovTech en Europa. Todavía es un sector muy joven, que se centra en promover la eficacia y mejorar la productividad de la administración. Puede jugar un papel en mejorar la democracia. Este sector está en la confluencia de una crisis de confianza en las instituciones y de un proceso de desarrollo tecnológico acelerado. Si no consigue poner a la democracia en el centro de todo, la gente puede decantarse por las opciones extremas. Por tanto, hay dos posibles futuros y es responsabilidad de los actores implicados el jugar un papel importante en la conformación del sector, de forma que pueda ayudar a la democracia.
Orzen Jungic, analista de políticas públicas del Gobierno de Canadá, comentó que estamos viendo que la tecnología no se está usando para lo que se había pensado. De ahí surge una discusión global sobre cómo regular el uso de estas herramientas para promover el bien público mediante su utilización.
Helen Margetts advirtió de que los empleados públicos podrían sufrir con el cambio tecnológico, por lo que en algunos países se oponen a él. Aún así, las plataformas son muy interesantes porque permiten que la gente pueda formular peticiones, incluso aquellos que viven en el medio rural. Una apuesta pequeña por fomentar su uso puede llevar a generar una gran participación de los ciudadanos.
Al respecto, Pere Vallés indicó que la administración no se encuentra cómoda con las start-ups y prefieren tratar con las empresas grandes, y las start-ups no siempre tienen los medios necesarios para afrontar lo que significa tratar con el gobierno. Por eso, es preciso buscar un sistema de integración. El problema es que no suele hacerse mucho dinero tratando con la administración.
Orzen Jungic señaló la importancia de utilizar la tecnología blockchain, porque permite transparencia e información en tiempo real, facilita la presentación de quejas y reduce los costes de transacción.
Respecto a la posibilidad de votar con el móvil o a través de internet, Pere Vallés recordó que el voto online ya es una realidad. El problema es que se limita a un porcentaje muy pequeño de la población. Lo siguiente es poder permitir que más gente pueda votar online. Ya se está haciendo en estados como Alaska, Canadá, Noruega, Francia o India. En este sentido, el votante tiene que ser capaz de verificar que su voto ha ido a quien él quería, y que ha sido registrado y contado sin comprometer su privacidad. Lo segundo es que cualquier partido debe ser capaz de comprobar que los votos se corresponden con los efectivamente emitidos.
Orzen Jungic añadió que no se trata solo de cómo hacerlo técnicamente, sino de si se puede generar un debate político que frene la adopción de decisiones, a lo que Pere Vallés contestó que por eso se necesita un consenso político para introducir el voto online, lo que debe hacerse mediante un proceso gradual.
Por lo que se refiere a la difusión de noticias falsas a través de las nuevas tecnologías, Helen Margetts estimó que la respuesta a este fenómeno debe ser multinivel. Los gobiernos deben regular y hay que meter presión a las empresas para que introduzcan sistemas de control. También hay que educar a la gente sobre cómo leer las noticias, qué fuentes de información son fiables y cuáles no. El problema, para Pere Vallés, es quién decide qué es falso y qué no. Eso puede resultar difícil y peligroso.
Por último, todos los participantes se mostraron partidarios de regular las criptomonedas.