En el primer cuarto del siglo XIII, a punto de reventar el imperio almohade, la región murciana mantenía el esplendor adquirido durante muchas décadas de prosperidad. Medina Mursya, centro político y económico del territorio, era una gran ciudad muy poblada.
La Uryula musulmana estaba a punto de cumplir medio milenio. De aquel emplazamiento fortificado en la explanada de San Miguel, había evolucionado una ciudad de mediana importancia.
Por primera vez, el imperio almohade quedaba dividido entre dos califas; uno proclamado en el Norte de África y el otro en Mursya. A los príncipes africanos les importaba poco la seguridad y el bienestar de los musulmanes hispanos. El poder central desapareció y las antiguas familias decidieron que era hora de librarse definitivamente de los almohades, desterrarlos de la península, como antes habían hecho con los almorávides.
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