¡Si hubieras vivido para ver en qué ha terminado todo esto! Te hubieras quedado más asombrado que mi abuelo cuando, después de cincuenta largos años de muerto, resucitó y se encontró con un mundo atestado de novedades como el jet, el internet, el sida, el homosexualismo, los iPods. Afortunado tú que viviste en la edad dorada de los apologistas y los heresiólogos, cuando la división entre cristianos se reducía a unas cuantas sectas facilísimas de agrupar: el cristianismo de los judaizantes para quienes Jesús era el Mesías entendido como un simple hombre y no como el Hijo de Dios; el de los gnósticos que consideraban a Cristo como una fuente de sabiduría, una entelequia inmaterial desprovista de cuerpo; y el de la Puta, que es el de los evangelios que inventó y que lo presentaban como Dios encarnado en Jesús de Nazaret. De todos estos cristianismos sabías, a juzgar por lo que nos permite conocer Orígenes tu refutador, pero a la vez tu salvador pues te conservó, así fuera en fragmentos y en desorden.
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