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Qué Rica Estás, Mamá

Qué Rica Estás, Mamá

10/3/2025 · 56:43
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Description of Qué Rica Estás, Mamá

¡Qué Rica Estás, Mamá!.

Belén estaba delante de su armario con un gesto interrogativo que no podía borrar. Dudaba entre todos los conjuntos que tenía y solamente deseaba elegir el más provocativo para sorprender a su marido.

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Ahora sí comencemos.

¡Qué rica estás, mamá! Delenn estaba delante de su armario con un gesto interrogativo que no podía borrar.

Dudaba entre todos los conjuntos que tenía, y solamente deseaba elegir el más provocativo para sorprender a su marido.

Tras tanto tiempo, en realidad, meses, sin tener un momento para ellos, por fin iban a disponer de un rato a solas para estar juntos.

La mujer sabía que eso quería decir que habría una ínfima posibilidad de volver a sentir su pen en su interior y no iba a desaprovechar la oportunidad.

Dejó el móvil a un lado, sabiendo que Manu volvería del trabajo dentro de una hora, si todo iba bien claro, porque no era la primera vez que el imbécil de su jefe, palabras textuales de la esposa, le hacía meter horas extras en la oficina.

Que hoy no me lo joda, maldijo ella delante de todas sus preciosas prendas.

Pasó un buen rato eligiendo un modelo que le gustase y, al final, se dio de bruces con uno de un color azul eléctrico que iba a juego con sus ojos.

Se lo enfundó sobre su piel, modelándolo con ese cuerpo delgado que su madre siempre le recriminó.

«Come más», esa fue la frase que su progenitora cada día le dedicaba a la hora de sentarse a la mesa, toda la vida con lo mismo y, ahora que se miraba en el espejo del armario, supo que ella se equivocaba.

Me veo de maravilla para estar más cerca de los cincuenta que de los cuarenta.

Se alizó el flequillo, dejándolo por encima de sus cejas, y sabiendo que dentro de poco tendría que ir a la peluquería.

Los largos cabellos negros cayeron por su espalda más lisos que una tabla y cuando dio una vuelta entera, danzaron con la gracilidad que una bailarina de ballet.

Sonrió a su reflejo, porque la belleza que imperaba en su rostro seguía presente a pesar de la edad y sabía que Manu se iba a poner colorado al verla.

No va a poder decir que está cansado.

Soltó una risa nasal, con cierta coquetería por deleitarse con su propia imagen.

No dudó en subir las manos, en alzarla por ese vientre plano que había dado a luz a dos maravillosos chicos.

Los embarazos no hicieron mella en ella, y quizá alguna estría se atisbaba por la cintura, pero nada más.

Pasó por la zona de las costillas, que se marcaban y podía enojearse bajo una piel blanquecina que sí que hubiera preferido que estuviera algo más bronceada.

«Así soy yo», se decía para sí misma, siendo consciente de que no estaba nada mal.

Llegó a la zona del sujetador, junto a ese color azul que tanto pegaba con sus ojos claros.

Las manos se quedaron en la zona baja de la prenda, haciendo un poco de fuerza y uniendo ligeramente las dos mamas.

Nunca fue de grandes pechos, pero la verdad era que para nada estaban mal.

Como decía su marido, eran tetas de mano, lo justo para que cupieran entre sus dedos, aunque con ese sujetador, aumentaban dos tallas y se veían mucho más golosas.

«Si me pongo encima de él, y me muevo con esto en su cara, no va a durar nada».

El recuerdo de su última vez afloró en su memoria.

Esa gran ocasión que no desaprovecharon se dio luego de una fiesta, con unas copas de más y su marido somnoliento.

Lo rememoró con dulzura.

Sin embargo, sabía que Manu ya no era aquel toro que le vestía con pasión como cuando tenían veinte años.

Una de las manos se separó del sujetador, y se fue en dirección a un ombligo que le esperaba con curiosidad.

Pasó de largo, alcanzando la minifalda que a Belén le parecía más un cinturón dado su tamaño.

Pero, hacía su función, provocar.

Sus dedos se escabulleron entre la tela, tocando una braga del mismo color que la parte de arriba del conjunto.

No metió ningún dedo en el interior, quería reservarse, pero con el recuerdo latente del pasado junto a Manu, tuvo que apretar la zona de su clítoris.

«¡Ajá! ¡Qué caliente estoy últimamente!» Lo achacaba a los últimos coletazos de su feminidad, antes de que la menopausia se la llevara para siempre.

Quizá era eso, las últimas oportunidades de sentirse fogosa, caliente y... cachonda.

Otra vez apretó su clítoris por encima de la prenda, y le vino a la memoria aquella noche de bodas en la que folló con su marido como auténticos animales.

Se la metió de todas las maneras, y los orgasmos se sucedieron hasta caer rendidos.

La mano sobre su sexo apretó con más dureza, y Belén no reprimió las ganas de amasarse ese seno que aumentó de volumen.

Estaba lista, preparada para que llegase Manu y devorarle con toda la intención.

«¡Hoy no te escapas, no valen las excusas!» murmuró al espejo, aunque rápido silenció su voz, puesto que la puerta de casa, estaba abriéndose.

Belén cerró el armario y se dio la vuelta con cierto nerviosismo, casi como si fuera la primera vez que esperaba a su hombre.

Se miró de arriba a abajo, contemplándose su vida a los tacones que le hacían endurecer tanto sus piernas como sus nalgas.

Estaba bella, preciosa, radiante, en verdad una mujer.

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