radiochip de la Cenicienta

Hace muchos años, muchos años, reinaba en un lejano país una mujer hermosísima pero muy vanidosa y de refinada maldad. Aquella malvada reina practicaba la magia y con sus diabólicos manejos conseguía las más extravagantes e insospechadas cosas. ¿Tú podrías contarnos algo acerca de eso, verdad princesita Blancanieves? Algo, mucho más de lo que quisiera.

La reina de mi madrastra que me tenía un odio feroz porque al parecer le habían dicho que yo era más bonita que ella, fabricó un espejo que tenía voz humana y le contestaba la verdad a todas las cosas que ella quería saber. ¿Qué os parece? Muy ingenioso, ¿no? Sí, sí, muy ingenioso, qué duda cabe. Pero aquella reina que además de mala era tonta y presumida siempre se acercaba a su espejo para preguntar lo mismo.

Dime espejo amigo, ¿no es verdad que soy yo la más hermosa de todas las mujeres? Oh, no, no reina mía, tu hijastra Blancanieves es mucho más bella que tú. Aquella cruel y envidiosa mujer se ponía roja de rabia y de envidia, y cierto día trazó un plan diabólico para deshacerse de la princesa Blancanieves. Dime Blancanieves, ¿no te gustaría dar un paseo por el bosque? Oh sí, muchísimo señora, soy muy amable, estaré solo un ratito y no me ocurrirá nada malo, ya veréis.

Gracias señora, muchas gracias. Al día siguiente la malvada reina desde una ventana de su palacio vio alejarse a Blancanieves saltando y riendo de puro contento camino del bosque. Si supieras lo que te espera, disfruta estúpida, que poco ha de durarte la alegría. Blancanieves confiada y feliz correteaba por el bosque rodeada de todos los animalitos que habían acudido presurosos a escuchar su linda canción.

Pero de pronto, queridos pequeños, ocurrió que... No, no os asustéis princesa Blancanieves, no voy a haceros daño. ¿Que no queréis hacerme daño? Pues entonces, ¿por qué tenéis este cuchillo levantado encima de mi cabeza? Perdonad princesita, soy el capitán de la guardia real y la reina me ha ordenado que os siguiera hasta el bosque y os matara, pero no puedo princesa, no puedo.

Sois muy buena y yo siempre os he querido y respetado, así que no os asustéis princesa Blancanieves, no voy a haceros daño. ¿Que no queréis hacerme daño? Pues entonces, ¿por qué tenéis este cuchillo levantado encima de mi cabeza? Perdonad princesita, soy el capitán de la guardia real y la reina me ha ordenado que os siguiera hasta el bosque y os matara, pero no puedo.

Sois muy buena y yo siempre os he querido y respetado. Gracias capitán, gracias, pero ¿que os ocurrirá cuando la reina sepa que no habéis cumplido sus órdenes? No lo sabrá, le diré que la orden ha sido cumplida y vos, por favor, huid, alejaos del fatídico palacio de vuestra madrastra, ya veis que os tiene un odio a muerte. Adiós princesa Blancanieves, adiós.

Después del tremendo susto que me había llevado, no tuve más deseo que el de alejarme de la reina cuanto pudiese y seguí caminando, caminando, bosque adentro.