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By Pacman radiochips
radiochip de San Fermín de 1970

radiochip de San Fermín de 1970

4/27/2025 · 18:47
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Description of radiochip de San Fermín de 1970

Radiochip del primer encierro de San Fermín del año 1970

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Canta en la Jota, otros dan viva al gran San Fermín.

A San Fermín, que es patrono con ritmo de Jota, de todos los navarricos, en el corazón de un trono le levantan los muticos, esto es, los mozos que danzan incansantes durante toda la noche.

Y también, de la larga letanía, recogemos una emocionante súplica.

San Fermín, para que no haya víctimas en el encierro, te rogamos, óyenos.

Todo está a punto, como decimos, para el más breve y espectacular de los acontecimientos, el encierro de los toros.

Y aquí, en Pamplona, están presentes los micrófonos de Radio Nacional de España para recoger el emocionante momento del chupinazo que abra la puerta de los corralillos del gas en la Rochapea y el paso de los toros por la cuesta de Santo Domingo, plaza consistorial y calles de Doña Blanca de Navarra y Estafeta, el recorrido tradicional que desemboca en la mismísima plaza de toros.

Micrófonos instalados en los corralillos del portal de la Rochapea, donde esperan indiferentes los seis toros y los cabestros que protagonizarán dentro de breves minutos el primer encierro de San Fermín.

Micrófonos, en fin, en la cuesta de Santo Domingo, punto clave y estratégico del escenario.

Micrófonos también en la calle de la Estafeta, desde donde hablamos ahora a ustedes.

Y micrófonos en la plaza de toros, escenario último del último acto del encierro.

Pasamos la conexión a los equipos del portal de la Rochapea.

Desde allí les habla nuestro compañero Ignacio Ochoa de Horta.

¡Jesús! Desde la hierba del corralillo, de este corralillo de Santo Domingo.

Estos toros llegaron a Pamplona hace ocho días, y durante este tiempo han permanecido en otros corrales, en la Rochapea, en los célebres corrales del gas.

Así llamados porque en aquel terreno estuvo instalada la fábrica de gas que hoy ya no existe.

Ayer a las diez de la noche, cumpliendo los trámites del encierrillo, sin corredores, sin luz y sin público, los toros de Pablo Romero dieron la galopada de doscientos metros que separa los corrales del gas de este corral de Santo Domingo.

Aquí han pasado la noche y ya están los seis en pie, negros con muchos kilos y muy bien armados.

Seis toros que esta tarde lidiarán Miguelín, José Fuentes y Manolo Cortés.

Acompañan a los bravos diez cabestros, los mansos, toros que vienen desde hace años para arropar el encierro y que se saben perfectamente a su misión.

Estamos a ochocientos veintiséis metros de la plaza de toros.

Dentro de pocos minutos, escasísimos minutos, cuando en el reloj de la torre de San Saturnino den las siete, se disparará un cohete anunciando que se abre la puerta del corral.

Estos toros de Pablo Romero formando grupo con los mansos conductores y los seguidos de un grupo de pastores saldrán disparados corriendo calle arriba por la puesta de Santo Domingo, una puesta estrecha, angustiosamente estrecha, casi como un desfiladero, sin vallas de protección, sin burladeros y sin refugio.

Las murallas del Museo de Navarra, la pared del Hospital Militar y la del Ayuntamiento componen una trayectoria con aires de embudo.

Cuando todos los toros hayan abandonado este corral de Santo Domingo, un segundo cohete indicará a los corredores que ya están los toros corriendo calle arriba.

Es decir, el primer cohete anuncia que se abren las puertas.

El segundo cohete señala que el corral ha quedado vacío.

Los pastores, que corriendo detrás, por supuesto, dirigen la manada de astados, se relevan tres veces.

La primera, al llegar a la plaza del Ayuntamiento, donde termina la terrible puesta arriba.

Otra, a mitad de la estafeta.

Y otra ya, al final de esta calle, para la entrada en la plaza.

Una masa incalculable de miles de corredores llenan la calle.

Parece imposible, desde aquí, que los toros lleguen a hacerse camino entre tanta gente.

Solo los que salgan corriendo un par de minutos antes de tirar el cohete podrán entrar en la plaza tranquilamente.

El resto de corredores correrá mientras pueda aguantar el velocísimo trote de los toros y luego se retirará a las paredes o se subirá a las vallas donde las encuentren o se tirará al suelo si los toros están muy próximos.

El suelo, en el rincón de la acera con la pared, es una excelente defensa ya que el toro, mientras galopa, no suele gastar derrotes a los bultos que ornamentan su camino.

Malos son los pisotones de toro, pero tampoco son frecuentes.

Hasta en esto demuestran estos espléndidos animales la finura de su instinto.

En plena carrera, sin que se sepa cuándo miran, saben saltar sobre los corredores agazapados sin rozarlos siquiera.

El capotillo milagroso de San Fermín, que no es una leyenda sino una verdad.

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