

Description of RADIOTEATRO: “EL TESTAMENTO”. 1a parte.
Obra original de Joseph Sheridan Le Fanu, realizada por la plataforma Radio Arte y dirigida por Juan José Moscoso. Actores:
Iker Muñoz, Alejandro Messeguer, Baltasar Silvestre, Juan José Cordero. Narrador: Luis Grau.
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Radio Arte presenta El Testamento, original de Joseph Sheridan Le Fanny,
con Alejandro Meseguer, Baltasar Silvestre, Juan José Cordero e Iker Muñoz,
con la colaboración del cuadro de voces de Radio Arte,
narrador Luis Grau.
Es una producción de Radio Arte para luces en la oscuridad.
Primera parte.
A unos cuatro kilómetros al sur de la ciudad de Applebury,
y a dos antes de llegar a la posada del Ángel Viejo,
se alza una casa grande, de color blanco y negro,
cuyas anticuadas habitaciones, estilo jaula,
se hallaban deterioradas y manchadas por la humedad,
con unos ventanales con arabescos cuyos cristales relucían al sol del atardecer,
cambiando en cierto modo el denso fondo formado por los añosos olmos.
Una amplia avenida, hoy en día soterrada como un cementerio,
con hierba y cizaña,
y flanqueada por una doble fila de los mismos árboles oscuros,
viejos y solemnes,
conducía a la entrada de la mansión.
Su nombre era, y aún lo es, Gillingden Hall.
Ahora está deshabitada.
En los últimos años no se han efectuado reparaciones de ninguna clase.
Los tejados están medio caídos.
No queda ninguna ventana completa,
y sus postigos apenas logran impedir la entrada de la lluvia.
Y en las noches de tormenta, según afirma el guarda,
es posible oír portazos en toda la casa,
portazos que se oyen incluso en el puente de Griston,
así como el aullido y los hoyozos del viento en las desiertas galerías.
Hace unos 70 años que falleció el viejo caballero Toby Marston,
famoso en aquella región por sus perros de caza,
su hospitalidad y sus defectos.
Había realizado grandes hazañas y había tenido varios desafíos.
Había dado limosnas y había azotado a la gente.
Su persona era bendecida por algunos y maldecida por los más.
A su muerte sólo dejó deudas e hipotecas sobre sus posesiones,
y sus dos hijos se sintieron defraudados,
pues como no tenían afición a los negocios ni a la contabilidad,
nunca sospecharon, hasta la muerte del viejo pícaro y hasta malvado caballero,
que éste estaba al borde de la ruina más absoluta.
Se reunieron en Gillingden Hall.
Tenían el testamento delante, con abogados para interpretarlo
y muchísima información respecto a las desdichas
con que el difunto acababa de enfrentarles.
El testamento era tan partidista
que ambos hermanos entablaron al instante una lucha a muerte.
El hermano mayor, Scrooge Marston, el más peligroso de los dos,
jamás fue bienquisto del viejo caballero.
No le gustaban los deportes campestres ni los placeres de la vida rústica.
No era ningún atleta, ni mucho menos guapo.
Era todo esto lo que disgustaba al viejo caballero.
El joven, que no experimentaba el menor respeto hacia su padre
y dejó que la violencia se sobrepusiera a sus temores,
le pagaba con la misma moneda.
Esta aversión, con el tiempo, en el ánimo del viejo Toby,
se convirtió en auténtico odio.
Solía desear que aquel maldito jorobado de Scrooge
se apartase del camino de hombres mejores que él,
refiriéndose a su hijo menor, Charles.
Scrooge Marston tenía un cuerpo ligeramente deforme.