

Description of La red barredera
Meditación de D. José Brage Tuñón. Sacerdote desde el 2008, doctor en Filosofía, fue oficial del Cuerpo General de la Armada Española. Actualmente es capellán de instituciones educativas en Madrid y colabora con diversas actividades de pastoral juvenil y familiar.
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.
Te adoro con profunda reverencia.
Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.
Seguimos con el capítulo 13 de San Mateo, ese capítulo en el que el evangelista recogió las parábolas del reino, de tal manera que lo titulamos así, el discurso de las parábolas del reino.
San Mateo nos ha hablado ya de la parábola del sembrador, nos ha hablado Jesús, pero vamos, la recoge Mateo, nos ha hablado Jesús de la palabra de la cizaña, nos ha hablado de la parábola del grano de mostaza, que se hace un árbol grande donde habitan los pájaros, de la levadura que levanta la masa, del tesoro y la perla.
Y acaba con la parábola de hoy, que es la de la red barredera.
Pues aquellos pueblos estaban llenos de pescadores en Galilea, Cafarnaúm, donde vivía nuestro Señor, etcétera, y sabían muy bien de qué estaba hablando el Señor cuando hablaba de estas cosas.
Además, hoy en el evangelio, junto a esta parábola de la red barredera, se incluye también como la conclusión de todo el discurso.
Vamos a leerlo.
En aquel tiempo dijo Jesús al gentío, el reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos.
Saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto? Ellos le respondieron, sí.
Él les dijo, pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo.
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
El reino de los cielos se parece a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
No sé si has visto alguna vez esta escena.
Es muy normal, por ejemplo, en cualquier puerto de pesca, pero en el Mediterráneo o cuando los arrastreros, por ejemplo, los pesqueros de cerco se van acercando a costa de vuelta de la faena, pues ver a los pescadores sentados en la cubierta que van realizando este proceso.
Van guardando los pescados buenos en cajas con hielos y los pescados malos los van tirando.
Me parece que ya hablamos de esto en alguna ocasión, ¿no? Yo recuerdo haber visto, por ejemplo, como un pesquero de cerco, de esos que salen a faenar de noche, que tienen como un barco que llaman cabecera, una barquichuela con unas baterías y con unos focos enormes, de tal manera que congregan a su alrededor un banco de peces y luego van extendiendo con otros barcos como una red, un cerco, por eso se llama pesca de cerco, ¿no? Una red que es como un gran cerco que van cerrando por abajo y luego se la van estrechando por arriba.
Bueno, pues recuerdo uno de estos pesqueros de cerco haber hecho una pesca impresionante de varias toneladas, varias toneladas de doradas, un banco inmenso, una riqueza tremenda.
Estaba todo el pesquero cubierto de doradas, saltando y los pescadores con cara de alegría intentando con las manos que no se salieran por fuera, ¿no? Era una pesca maravillosa.
Luego también he visto a esos pesqueros de arrastre que esos no faenan de noche, sino que faenan, salen de madrugada y faenan durante el día y vuelven por la tarde, ¿no? Y que van con una red que va, una red barredera que va arrastrando por el fondo y meten dentro de todo, pues, un rape, congrios, almonetes, alguna langosta incluso, doradas, etcétera.
Pero también pescado de peor calidad, como lisas o salpas, ya lo decíamos otra vez esto, ¿no? Que no sirven y se devuelven al mar.
Bueno, esta parábola que tú, Jesús, nos contaste, comparte con la parábola de la cizaña la idea de que el pecado es un pecado.















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