
Reflexiones del Evangelio | Mt 21,23-27 - 15 de diciembre de 2025
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Lunes - Tercera semana - Tiempo Adviento - Mt 21,23-27 - "Les voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestan, les diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?"
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El lunes de la tercera semana de Adviento, el evangelio que toca es el de Mateo 21, 23 al 27.
En aquel tiempo, Jesús llegó al templo, y mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle, ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad? Jesús les reexplicó. Les voy a hacer yo también una pregunta, y si me la contestan, les diré yo también con qué autoridad hago esto.
¿El bautismo de Juan, de dónde venía, del cielo o de los hombres? Ellos se pusieron a deliberar.
Si decimos del cielo nos dirá, ¿Y por qué no le han creído? Y si le decimos de los hombres, tememos a la gente, porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondieron a Jesús, no lo sabemos. Entonces él les dijo, pues yo tampoco les digo con qué autoridad hago esto.
En el texto de hoy, la iglesia, de nuevo, nos presenta la figura del precursor del mesías, de Juan el Bautista. Pero ahora desde otro ángulo. Ahora el tema en discusión es la autoridad de Jesús, y en consecuencia, la autoridad de Juan. Pues en el fondo, la pregunta es, ¿Tenía Juan autoridad para cuestionar a las autoridades religiosas de Israel? ¿Y tiene Jesús también esa autoridad? Veamos primero el contexto.
Hacía muy poco tiempo que Jesús había llegado a la ciudad de Jerusalén para celebrar la Pascua, y había llegado con una fama que lo precedía. Además vimos que a su llegada, empezó a mostrar los signos de ser el mesías. Sin embargo, lo que hizo, no bien entró en Jerusalén, fue demasiado para las autoridades religiosas de Israel, pues si recuerdan, lo que hizo fue ir al templo, y al ver cómo los hombres negociaban con las cosas de Dios, en la casa de su padre, se enfureció.
Y lleno de celos por la casa del padre, echó a la fuerza a todos los que aprovechándose de la religión y de la piedad de la gente, estaban haciendo negocios y lucrando. Bueno, pues este gesto violento de Jesús sorprendió a todos, pero especialmente incomodó mucho a las autoridades judías, pues los negocios en torno al templo eran la fuente principal de sus ingresos. Según Mateo, este hecho sucedió no bien entró en la ciudad de Jerusalén.
Luego, después de sacar con violencia a todos los negociantes en torno al templo, se retiró a Betania, a unos tres kilómetros de Jerusalén, probablemente a casa de los hermanos Lázaro, Marta y María. Bueno, pues a la mañana siguiente, muy temprano, Jesús volvió a Jerusalén, fue de nuevo al templo y se puso a enseñar allí. Fue en ese momento, un día después de su llegada a la ciudad, en donde debemos ubicar el relato de hoy. El relato empieza diciendo que Jesús llegó al templo, y mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
Es decir, todo el sanedrín, que era algo así como el Congreso de Israel. Era tiempo de Pascua, así es que podemos imaginarle cena. Había muchos peregrinos en la ciudad y los patios del templo estaban abarrotados. Podemos imaginar a Jesús en uno de estos patios de la esplanada del templo, enseñando acerca del reinado de su padre. Y también imaginar a las autoridades religiosas de Israel, al sanedrín entero, que furiosas por lo que había hecho Jesús el día anterior, se dirigían hacia él a encararlo.
Y al encontrarlo, lo enfrentaron y le preguntaron acerca de su autoridad. ¿Con qué derecho has echado a los mercaderes del templo? ¿Quién te ha autorizado a hacerlo? ¿Quién te has creído que eres para disponer de los asuntos del templo? ¿Cómo te has atrevido a tentar contra nuestros negocios y en nuestras propias narices? Estaban furiosos con él, pues al echar a los comerciantes, Jesús estaba atentando directamente contra su fuente principal de riquezas. Es de notar que el templo tenía su propia guardia de seguridad, cuyo principal deber era mantener el orden. Sin embargo, estos guardias permitían los negocios del templo porque a las autoridades judías les convenía.
Bueno, pues esta vez los sacerdotes y autoridades del templo fueron a hacer frente a Jesús, pero sin los guardias del templo, porque ellos sabían que Jesús mostraba signos de ser el Mesías. El pueblo se entusiasmaba con él y ellos tenían miedo a la gente. Pero internamente los del sanedrín sabían que Jesús no podía ser el Mesías, pues no tenía ni la riqueza, ni los ejércitos, ni el poder para pretender serlo.


















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