
Regla nº 2 para ser un buen formador⧸a | Profesor Fernando Pena

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Regla nº 2 para ser un buen formador⧸a | Profesor Fernando Pena
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La segunda de las reglas para que seas un buen formador o formadora es mete emociones dentro de tu mensaje. Cuando estés hablando experimenta esas emociones, ya sean emociones positivas como la alegría, la pasión, el entusiasmo u otro tipo de emociones como la rabia, la vergüenza o incluso el miedo.
Introduce esas emociones porque cuando un formador habla con emociones hace que el mensaje resulte mucho más atractivo. Hace tiempo asistí a una conferencia sobre la reproducción de las lombrices de tierra. El formador experimentaba tanta pasión en ese tema que hacía que toda su audiencia estuviéramos boquiabiertos admirando lo grandioso que era ese tema en concreto.
Cuando luego te paras a pensarlo te das cuenta que tampoco era un tema tan interesante pero el formador consiguió hacernos lo interesante porque trasladaba pasión en su expresión, trasladaba una fortaleza y una energía y un gusto por el tema que nos llegó a todos los allí presentes. ¿Cómo puedes entonces trasladar emociones? Pues con tu expresión emocional. Sonríe, con el tono de voz que utilizas también se lanzan emociones. No es lo mismo el tono de voz de una persona alegre con pasión que el tono de voz de una persona triste o el tono de voz de una persona avergonzada. Entonces modula el tono de voz para trasladar la emoción que quieres trasladar. Teatraliza, es decir, exagera un poquito eso pero sin llegar a una expresión de sobreactuación. ¿Por qué hablar con emociones? Te voy a dar tres respuestas.
La primera de ellas es por el contagio emocional. Cuando tú experimentas en ti una emoción vas a conseguir que esa emoción se esparza, se difunda, la contagies entre la gente que tienes alrededor. Las emociones son más contagiosas que la gripe. Si ahora mismo a tu lado hay una persona con gripe puede que te contagie o puede que no. Pero si a tu lado hay una persona que está expresando una emoción de una manera notoria es muy fácil que esa emoción se te contagie. Piensa qué pasaría si ahora tuvieras al lado una persona llorando, que te está contando una cosa muy triste que le ha sucedido y está desconsolada. Probablemente empieces a notar una cierta sensación de ganas de llorar, tú, aunque el problema sea de esa persona. Es por ese contagio emocional. Lo mismo sucede si tienes al lado una persona pues vivaz, alegre, con pasión por un tema, sonriente...
Es muy fácil que se te contagie ese positivismo. Los seres humanos tenemos un factor de contagio emocional muy importante. Entonces, aprovechate de él. Eso te puede llevar a corregir determinados comportamientos que yo he visto mucho en algunos formadores. Por ejemplo, cuando el curso empieza por la mañana muy temprano, casi piden disculpas por empezar tan temprano, empiezan con mucho bajón. Mete energía también desde el primer momento. O, de una manera más clara, cuántas veces has vuelto de comer en un curso o reunís los alumnos después de comer para arrancar el curso de la tarde y el formador ha dicho, bueno, ya sé que es una hora mala, pero a ver si no nos dormimos... ¿Pero qué esperas de un formador que arranque la sesión de la tarde así? Métele pasión también para arrancar la tarde.
Bueno, chicos, chicas, venga, vamos allá. Vamos a empezar con la tarde y traslada esa energía y verás cómo los alumnos no se te duermen en absoluto para arrancar la tarde. O cuando lleves ya varias horas de curso. Si llevas seis o siete horas, muchos formadores casi hasta piden disculpas porque el curso puede estar siendo muy cansado. Lo que estás consiguiendo con esto es que se contagie, se cansancia. Vive enérgicamente, aunque por dentro estés agotado, que por fuera se te note una expresión todavía de potencia, de energía, porque eso lo vas a contagiar hasta el último minuto del curso. El segundo de los porqués es utilizar las emociones, porque las emociones generan una huella emocional, una huella de recuerdo mayor. Es decir, tus alumnos se van a acordar más del mensaje si el mensaje viene acompañado de una emoción.
Las personas captamos y mantenemos más los recuerdos si esos recuerdos vienen acompañados de una emoción determinada, sea buena, sea mala, que es positiva, pero tiene que haber una emoción. Piensa, por ejemplo, ¿recuerdas la primera vez que besaste a alguien, por ejemplo? Piénsalo, a que ya lo tienes en la memoria, a que ya sabes cuándo fue la primera vez que besaste a alguien. Eso es así porque en esa ocasión tenías una emoción muy alta, probablemente era la primera vez que hacías eso y estabas experimentando una activación alta, elevada.
Ahora piensa, ¿te acuerdas de la tercera o la cuarta vez que besaste a alguien? Piénsalo un poco más. ¿Lo recuerdas? Probablemente sea un poco más difícil de recordar. ¿Por qué? Porque la emoción que tenías ahí ya no era tan alta como la primera, ya es algo que habías hecho. Entonces, cuanto más fuerte es la emoción, más facilita esto el recuerdo.
Esto los psicólogos lo utilizamos mucho en consulta, porque el origen de las fobias está precisamente, en muchas ocasiones, en asociar un estímulo determinado con una emoción muy elevada. En el sentido de que, por ejemplo, a un niño le muerde un perro cuando es pequeño, eso le hace sentir muchísimo miedo o un pánico terrible, y ese pánico terrible es una emoción muy fuerte que le hace sentir mucho miedo.















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