iVoox
iVoox Podcast & radio
Download app for free
By Berger y Montero Asociados Drama o Qué
This is a preview from an exclusive episode. Listen to the full episode by supporting this podcast!
RELATOS O QUÉ| Una Silla de Playa TV, de Javier Berger

RELATOS O QUÉ| Una Silla de Playa TV, de Javier Berger

3/17/2025 · 08:38
0
90
0
90
Drama o Qué Episode of Drama o Qué
Support

Description of RELATOS O QUÉ| Una Silla de Playa TV, de Javier Berger

Nuevo relato sólo para fans.
Espero que disfrutéis de estos regalitos.
Porque son eso, regalos, agradecimientos por vuestro apoyo.


¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/860808

Read the RELATOS O QUÉ| Una Silla de Playa TV, de Javier Berger podcast

This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.

Bienvenidos a Relatos OK, a este formato de drama OK exclusivo para fans, en el que comparto algunos relatos personales o algunas lecturas de relatos que me han gustado.

En este caso compartiré la lectura de un relato escrito por mí que se llama Una silla de playa TV.

Una silla de playa televisión.

De pequeño quise ser escritor, pero a lo más que llegué fue a completar la palantilla de guionistas de un programa semanal nocturno en una televisión autonómica.

Ya os puedo decir que mi oficio no es nada glamuroso, no estás rodeado de estrellas ni tienes un catering a tu disposición, un chofer al que maltratar o un puñado de creativos que esperan expectantes tu última idea.

Y si además eres guionista de programas de entretenimiento, directamente no existes.

Tu trabajo consiste en poner la red al presentador de turno para que parezca divertido, amable o simplemente un poco humano.

Trabajamos escribiendo, sí, sí, son palabras las que anotamos en una plantilla de Word, pero de ahí a pensar que somos escritores sería como pensar que son cocineros los que trabajan en una hamburguesería, o escultores los escayolistas, o deportistas los jugadores de ajedrez.

Un guionista no es más que un oficinista que llega tarde a un polígono industrial de las afueras, come mal en un cubículo al que le han puesto el nombre de office, para no llamarlo cuartucho con microondas que se acercaría mucho más a la realidad, y duerme una siesta breve, si es que se lo permiten los jefes, escondido entre el atrezo del programa, en un parque cercano o en una tumbona, bajo la mesa del ordenador, como era mi caso.

Los ventiladores de las torres de los PCs a mi alrededor me acurrucaban, generando una falsa sensación hogareña como cuando visitaba a mi madre, no tanto como me hubiera gustado, mientras sus ocho gatos ronroneaban a mi alrededor, creando una mezcla de calor, pelos flotantes y estornudos.

Así que no podía pasar más de dos horas en su casa sin atiborrarme de antiestamínicos.

Esta falsa cueva informática creada por un techo de aglomerado blanco, unas paredes cálidas llenas de circuitos y una tumbona de playa que ejercía de camastro, era el kit básico para desconectar unos minutos.

Son estos refugios ficticios que, como un oasis, nos ayudan a atravesar el desierto diario de la jornada laboral.

Solía poner el temporizador en 25 minutos, 5 minutos para quedarme dormido y 20 para entrar en coma profundo.

Entonces tenía mucha facilidad para dormir en cualquier sitio, entonces no había nada que me atormentara.

Era capaz de apagar los interruptores del cerebro y descansar.

Una siesta de esas de bolígrafo, de cuchara, una cabezada daliniana, hipnagónica y creativa.

Lo habría leído en algún artículo breve de un periódico local, de esos artículos escritos en media tarde por un periodista peor pagado que yo y que usaríamos para alguna sección del programa.

Decía el artículo que tanto Dalí como Edison practicaban estas siestas breves, que colocaban una cuchara en su mano y cuando la atonía muscular se apoderaba del cuerpo, los dedos se relajaban y dejaban caer el cubierto y el sonido te despertaba.

Algo así.

Me hacía gracia sentir que compartía un método para mejorar el fluir de mis ideas con el gran Thomas Alva Edison o el voluble Salvador.

Ese día no dio tiempo que cayera la cuchara, no.

Estaba abriendo mi tumbona de playa vieja que había encontrado junto a un contenedor de basura en la entrada del polígono.

Sí, me conmovió imaginarla como una exiliada, como una emigrante abandonada, como alguien que no pertenecía a ese lugar.

Una extraña silla de playa, solitaria y raída, se convirtió en mi silla de la siesta, en mi teletransportador de rafia a mi infancia en la costa del sol.

No sé si esa silla vivió las peleas, los gritos.

Comments of RELATOS O QUÉ| Una Silla de Playa TV, de Javier Berger
Support this program to participate in the conversation.